11 de mayo de 1999
Revista Flash
En plena precordillera, los humanistas se reunieron para asistir al acto más importante de su historia desde la fundación del movimiento. Guiadas por su maestro, llegaron a Puntas de Vacas miles de personas, mayoritariamente de la Argentina y de Chile, pero también de muchos otros países del mundo, donde la prédica de Mario Rodríguez Cobos ha ganado adhesiones. El viento cordillerano y la música de Vangelis prestaron el marco a sus palabras.
“El humanismo propicia primeramente la ubicación del ser humano como valor y preocupación central, de tal modo que nada esté por encima del ser humano, ni que un ser humano esté por encima de otro”. A 1.100 kilómetros de Buenos Aires, en el solitario cordillerano de Punta de Vacas, Mario Rodríguez Cobos, mucho más conocido como Silo, definía así la premisa básica de su pensamiento, ante la mirada atenta de sus seguidores, de los de ahora y de los de antes.
Porque el hecho, ocurrido el martes 4, no fue un simple acto político: hace treinta años, este enigmático mendocino y unas cuantas personas se habían reunido en este mismo paisaje de Punta de Vacas, en Mendoza. El entonces presidente de facto, Juan Carlos Onganía, había mandado al molesto pensador mendocino a “hablar con las piedras” y Silo, obediente, le hizo caso. Reunió a un pequeño grupo de seguidores y dio una disertación pública en las montañas, en la que pregonaba la ubicación del ser humano como valor y preocupación central, tanto en el pensamiento como en la sociedad.
Así fue como nació el siloísmo o nuevo humanismo, un movimiento esotérico en un principio que más tarde, en la década del ’80, decidió ingresar al terreno político a través del Partido Humanista.
Lentamente, el pensamiento de Silo traspasó las fronteras de la Argentina y, tanto en su versión filosófica como política, ganó adeptos en los cinco continentes.
Al cumplirse tres décadas de aquel encuentro inaugural, los humanistas conmemoraron, no sin cierta nostalgia, sus años de trayectoria en el mismo sitio donde había tenido lugar el “sermón de la montaña” de 1969. Punta de Vacas está a dos horas y media de auto de la ciudad de Mendoza. El trayecto, llano en los alrededores de la ciudad, va transformándose de a poco en un paisaje de montaña colosales, valles profundos y riachuelos que corren límpidos y sigilosos. La localidad está ubicada en la precordillera, y su mismo entorno parece favorecer la contemplación, el pensamiento y la búsqueda de la paz interior. A fines de los ’60, Silo había hecho vida de ermitaño en el lugar, y fue allí donde llegó a la conclusión de que podía hacer algo por sus semejantes y de que su palabra podía ayudar a que la humanidad reencuentre el camino de la paz y la justicia.
Mario Rodríguez Cobos, alias Silo, realizó, a 30 años de aquella primera prédica, un breve repaso histórico de la corriente humanista, e invitó a sus seguidores a evaluar lo realizado debido al “fracaso total” de los ideales que se habían impulsado.
La multitud congregada escuchó casi con devoción al orador, ubicado al lado de un monolito con la inscripción “1969-1999”. El paisaje de montaña y la música de Vangelis, al comienzo y al final de la ceremonia crearon cierto clima místico que el viento inclemente de la zona no logró disipar.
“En segundo lugar -continuaba Silo-, afirma la igualdad de todas las personas y por tanto trabaja por la superación de la simple formalidad de iguales derechos ante la ley para avanzar hacia un mundo de iguales oportunidades para todos”
“En tercer lugar, el humanismo reconoce la diversidad personal y cultural y por tanto afirma las características propias de cada pueblo, condenando toda discriminación que se realice en razón de la diferencia económica, racial, étnica y cultural. En cuarto lugar, auspicia toda tendencia al desarrollo del conocimiento por encima de las limitaciones impuestas al pensamiento por prejuicios aceptados como verdades absolutas o inmutables. En quinto lugar, afirma la libertad de ideas y creencias y, por último, repudia toda forma de violencia, entendiendo no solamente la violencia física como único factor sino la violencia económica, la violencia racial, la violencia religiosa, la violencia moral y psicológica como casos cotidianos arraigados en todas las regiones del planeta”, continuó.
Muchos de los simpatizantes presentes habían sido testigos del primer encuentro, hace treinta años, y no podían ni querían ocultar su emoción.
“Yo estoy con Silo desde el principio y lo voy a seguir siempre, porque no solamente es sincero, sino que mantiene en la práctica lo que sostiene en su discurso”, expresó Marina Gálvez, que viajó especialmente a Mendoza desde Capital Federal.
Otro de sus seguidores históricos, Eduardo Mortarotti, esposo de la diputada nacional Ana María Mosso, señaló que en el ’69 Silo “vivió un tiempo en una ermita de piedra, por la zona de Punta de Vacas, y apareció con una vara como un caduceo que repartió en doce segmentos”. Indicó también que el monolito construido en el lugar, un largo y brillante cilindro, representaba ese báculo (o palo para apoyarse) que utilizó Mario Rodríguez Cobos en 1969.
Pero la multitud no estaba solo conformado por argentinos. Había gente de distintos países de Latinoamérica -especialmente de Chile, cuyo contingente llegó a las 600 personas-, de España, Estados Unidos, Canadá y África.
Paul Toaby, llegado de California, manifestó que aunque el Partido Humanista es pequeño en los Estados Unidos, es seguidor de Silo porque lo conecta “con algo más profundo, difícil de explicar, pero que tiene que ver con la creación de un mundo mejor”.
El humanismo en la política
Sin embargo el siloísmo, que a comienzos de los ’70 proponía prácticas de autoconocimiento y de control de las propias energías negativas en grupos restringidos, en los años ’80 rompió con el caparazón místico-filosófico para adentrarse definitivamente en la arena política, ya que “todo terreno es válido cuando se trata de cambiar la sociedad”.
“¿Qué ha sucedido con los ‘pensadores’ de la verdad científica? -se pregunta Silo- “¿Dónde están los políticos? ¿Dónde los intelectuales? ¿Dónde los dictadores? ¿Dónde los formadores de opinión? Los que han sobrevivido a los años reacomodando su discurso, su imagen, sus afectos. Ahora ya no tratan de seguir una idea, no tratan de hacer algo en el plano de la coherencia, sólo tratan de salvar sus mezquinos negocios”.
El Partido Humanista dirige su propuesta al hombre común, permaneciendo independiente de las cópulas y de los poderosos, “salvo para señalar su inhumanidad y su irresponsabilidad histórica”, acota Silo.
Su método de trabajo va de lo particular a lo general; se trabaja desde las bases y con la gente misma en procura de una mayor toma de conciencia, a la vez que se realizan tareas educativas y de asistencia sanitaria en distintos países del mundo.
“En todo pobrecito que está en las peores condiciones, que no sabe leer ni escribir, que está sumergido en la pobreza, que está desterrado de la sociedad, en todo pobrecito que encuentren en la calle, hay alguien muy grande. Y cuando este pobrecito sufre es algo muy grande que clama al cielo”, dijo Silo a sus seguidores.
La posición humanista se define como revolucionaria, en tanto que procura un cambio de fondo en las estructuras sociales y económicas a partir de una nueva escala de valores.
“Hablamos de una revolución social que cambie drásticamente las condiciones de vida del pueblo, de una revolución política que modifique la estructura del poder y, en definitiva, de una revolución humana que cree sus propios paradigmas en reemplazo de los decadentes valores actuales. La revolución social a la que apunta el humanismo pasa por la toma del poder político para realizar la transformación del caso, pero la toma del poder no es un objetivo en sí, sino el cambio mismo -dijo a la multitud el padre del nuevo humanismo-.
Por lo demás, la violencia no es un componente esencial de esa revolución. ¿De qué valdría la repugnante práctica de la ejecución y la cárcel para el enemigo? ¿Cuál sería la diferencia con los opresores de siempre?”
Tales ideas parecieron corroborarse en la multitud variopinta que escuchaba a Silo como a un gran sabio. Jóvenes y hombres mayores, niños y mujeres guardaban completo silencio mientras la enérgica voz de Silo se entremezclaba con el susurro, a veces furioso, del viento.
“Los humanistas no quieren amos, no quieren dirigentes ni jefes, ni se sienten representantes ni jefes de nadie. Los humanistas no quieren un Estado centralizado, ni un Paraestado que lo reemplace. Los humanistas no quieren ejércitos policíacos, ni bandas armadas que los sustituyan”, decía Silo.
El humanismo busca crear una verdadera oposición política en un espectro donde, según sostiene, no existe una verdadera oposición.
“Pero entre las aspiraciones humanistas y las realidades del mundo de hoy -concluye Silo- se ha levantado un muro. Ha llegado pues, el momento de derribarlo. Para ello es necesario la unión de todos los humanistas del mundo”.
Hoy, treinta años después de aquella arenga inaugural, las montañas le devuelven a Silo el eco de miles de aplausos y de voces que lo instan a seguir humanizando al mundo.
La candidata a presidente
Lía Méndez comenzó a participar en las huestes humanistas hace 18 años, cuando la última dictadura militar todavía detentaba el poder. En la década pasada fue una de las militantes que propusieron la creación de un partido político dentro del humanismo, como un proyecto de largo alcance para la concreción de los ideales del movimiento. Actualmente, Silo impulsa su candidatura por tratarse de una persona “absolutamente honesta y firme”.
“Yo nunca había tenido participación en otros partidos, por la misma razón por la que mucha gente siente rechazo hacia la política tradicional. Ahora en nuestro movimiento pensamos que un partido político es el instrumento más adecuado para luchar. Justamente porque tenemos características muy diferentes de los partidos tradicionales, desde la forma de trabajo hasta el estilo para relacionarnos con la gente”.
-¿Trabaja de política?
-No, para nada. Trabajo como abogada y como mediadora matrimonial. En nuestro país hace años surgió la mediación como institución, es decir, una forma no violenta de resolución de conflictos.
-¿Cuáles son sus diferencias y semejanzas respecto de Graciela Fernández Meijide?
-No creo tener semejanzas, por nuestra forma misma de hacer política. Pero las diferencias fundamentales las tengo con la agrupación a la que ella pertenece, que no cuestiona el modelo económico ni plantea ningún cambio profundo de la situación actual. Nosotros cuestionamos el sistema bipartidista, y la Alianza se ha transformado en ese tipo de opción. ¡Pero menos mal que no me preguntó sobre ciertas semejanzas con Menem! No, es una broma, estoy orgullosa de llamarme Méndez y de representar al humanismo.
Solo un teórico
Silo habla de política, pero admite que no es lo suyo llevarla a la práctica. Sobrio y modesto, el creador del humanismo apuesta al futuro del partido surgido de su movimiento sin participar en ninguna postulación.
-¿Qué los decidió a ingresar en el terreno de política?
-Nos decidió el argumento, tan escuchado, de que todo está en manos de un sistema infinitamente poderoso y violento, y de que el éxito pertenece a los corruptos y a los incapaces. Mi deseo es terminar con este fatalismo, y que el Partido Humanista se convierta en un estímulo fundamental para cambiar el estado de las cosas públicas.
-¿Tienen planteada alguna actividad proselitista?
-El próximo viernes 14 el partido realizará un acto en Plaza de Mayo, donde pensamos demostrar que este fenómeno existe, y que no ha sido debidamente medido. Pensamos poner más gente que Duhalde en su momento. Veremos si lo podemos hacer o si será un gran papelón. De cualquier forma, no va a ser una cosa tan amable como la reunión del 4 de mayo. Tenemos cosas contra las que protestar.
-¿Qué opina de la guerra de Yugoslavia?
-Por lo pronto, la OTAN es una alianza militar que se ha superpuesto a organismos como las Naciones Unidas. Si se deben dirimir cuestiones internacionales se tiene que pasar por Naciones Unidas. Si una alianza militar va a decidir lo que pasa en otros países, hará desaparecer los países. Sobre Milosevik, si es genocida o no, es otra discusión que también se tiene que hacer en Naciones Unidas. ¿Quién es la OTAN para hablar de juridicidad o derechos humanos?
-¿Y qué hace el humanismo ante esto?
-Lo de siempre. El humanismo no puede hacer nada. Desafortunadamente no podemos hacer nada. Podemos protestar un poquito gracias a que alguien nos pregunta. Esto es un desastre. Deberían escuchar a Henry Kissinger, que es un gran conocedor del desastre universal.