Mario Rodríguez Cobos, mendocino, 46 años, mundialmente conocido por Silo. Juntó un millón de firmas para anular el servicio militar obligatorio. Tiene seguidores en 42 países de América, Europa y Asia. Fundó La Comunidad, organización que llevó más de mil mujeres al acto en el Congreso. Su símbolo es un triángulo que representa su lema: Paz, Fuerza y Alegría.
¿Quién es Silo?
¿Un Mesías?
¿Un iluminado?
¿Un engañagente?
¿Un mitómano?
Mario Rodríguez Cobos. Empobrecido viñatero en la castigada zona del Valle de Uco; hombre común, padre de dos hermosos niños. Su otra personalidad es la de Silo, líder de La Comunidad, fundador del Partido Humanista, aspirante a congregar millones de voluntades en la Internacional de la Paz.
“Una sola rata atacada de peste, puede aniquilar a millones de seres humanos” (Gustav Meyrink).
Imaginemos que un ideario es una rata atacada de peste: Y supongamos que en vez de inocular la muerte, incite a vivir. Ahora dele forma humana, voz, presencia física. No le tema: háblele al hombre. Y empiece preguntándole quién es, cómo piensa, qué hace, cómo son sus amigos. Póngale un nombre: Mario Rodríguez Cobos. Y háblele conmigo, sin miedo, empezando por lo más obvio…
-¿Cómo se define a sí mismo?
-Como un pensador preocupado por los temas actuales, por la situación social, por la problemática existencial del hombre. Como el fundador de una entidad de orígenes muy modestos que se llama La Comunidad.
-¿Qué es La Comunidad?
-La Comunidad, en términos muy amplios, puede ser definida como una institución social y cultural que, en sus planteos, enfatiza la acción, es decir, la actividad social abierta hacia el mundo, hacia el hombre.
-¿Cómo nace La Comunidad, cuál es su origen?
-¡Hugg! ¡Jiuuu!… Esto que hoy se llama La Comunidad se fue forjando sobre algo que, en los comienzos, fue totalmente inorgánico; eran grupitos en su mayoría muy incoherente, algo que es bastante común en los comienzos de cualquier organización. Esto empezó allá por 1966 con la formación de unos grupos de estudio. Gente de acá, del lugar, que nos reuníamos con la preocupación común de investigar el fenómeno de la crisis en general y las opciones para salir de las crisis.
-¿Qué clase de gente componían esos grupos?
-Bueno… provincianos de clase media. Había algunos profesionales, otros éramos o habíamos sido estudiantes. En fin, no teníamos una identidad muy definida salvo ese interés común que mencioné.
-Un comienzo no demasiado promisorio…
-No necesariamente. Este embrión inicial fue tomando un poco de organicidad, en lo que hace a sus estudios. Pero, cuando se dieron a conocer algunas conclusiones, cuando se trató de sistematizar, alguna gente del lugar adhirió a esos planteos, si bien de un modo tan vago como impreciso. Como no existía una organización centralizada -recuerde que estamos hablando del ’66- tampoco había ningún rigor en el funcionamiento. Entonces adhería cualquiera y ese cualquiera que adhería salía a decir o a proponer ideas que si bien coincidían parcialmente con las nuestras, expresaban también otros puntos de vista con los que no estábamos de acuerdo.
-Entiendo. El siloísmo estaba pasando por una etapa de anarquismo infantil. Quienes han estudiado el origen de este tipo de organizaciones dicen que hay dos corrientes internas básicas: una que se inclina hacia el ascetismo, la meditación, el meloneo orientalista. Y la otra que busca el mejoramiento de la sociedad por la vía de la acción directa; obviamente, son los muchachos que confunden la acción con el ruido de las bombas y los tiros. ¿Ustedes en qué andaban?
Efectivamente. Sucedía el choque de esas tendencias que usted ha mencionado, en el interior del movimiento. Pero ya desde el comienzo nosotros habíamos utilizado un método que fue considerado subjetivo por alguno -que es el fenomenológico- como algunas de las propuestas nuestras podían interpretarse efectivamente como subjetivas, se habría internamente un campo para la inserción en el movimiento de personas que pensaban que la realidad interior era lo único importante y ese tipo de cosas…
Del anarquismo al misticismo, un paso
-Había acabado la etapa anárquica y empezaba otra, en la que muchos de sus seguidores lo consideraban un santón, un profeta o algo por el estilo.
-Desde luego, pero nosotros íbamos más allá. Por ejemplo, uno de los primeros temas que tratamos, fue establecer la diferencia que hay entre dolor y sufrimiento. El sufrimiento es simplemente psicológico: temor a perder lo que se tiene; temor a no alcanzar lo que se quiere; temor a la vejez, a la enfermedad, a la pobreza, a la muerte. El dolor, en cambio, es concreto: es el dolor del hambre, de la sed; el dolor que produce toda injuria contra el cuerpo. De manera que ya en ese planteo inicial, la cuestión no queda reducida meramente en términos de un definido subjetivismo. Desde luego, en esos momentos iniciales era inevitable la confusión: estaban los que veían solamente la problemática social y estaban los que se inclinaban hacia la interioridad y el misticismo.
-En el Siloísmo había Halcones y Palomas. Lo curioso es que haya sobrevivido a pesar de tanta incoherencia interna.
-Desde el comienzo, eso que después fue La Comunidad, fue muy activo: en la difusión de los planteos, en la afirmación de sus denuncias. Si se hubiese limitado a ser un grupo de estudios, no hubiera pasado de ahí y todo hubiera terminado en un mero ejercicio de intelectuales ociosos. Pero al ser tan activo el movimiento, concitó todo tipo de rechazos y temores. Y esas respuestas se orientaron, precisamente, por esas dos variantes: hubo reacción de parte de gente que suponía que tenía el monopolio de la cosa espiritual, y hubo reacción de parte de los que se creían dueños de la cuestión social.
La represión hizo crecer al movimiento
-¿Y con el gobierno del general Onganía se llevaban bien?
-No precisamente. El golpe militar de Onganía instala un sistema corporativista, fuertemente confesional en el cual, lógicamente, no podían tener cabida organizaciones como la nuestra. Comienzan los primeros escarceos, los iniciales enfrentamientos y, correlativamente, se va produciendo un progresivo esclarecimiento y una paulatina depuración de nuestras fuerzas. En el ’66 una docena de Siloístas somos detenidos en Jujuy. Se nos considera guerrilleros. Estamos presos unas dos semanas. Es el rompimiento con el sistema: de ahí en adelante vamos a ser perseguidos, encarcelados, expulsados.
-De todos modos no resulta muy claro cómo una organización de perfiles tan modestos y aparentemente inocuos pudo alcanzar en poco tiempo una considerable proyección no sólo en el país, sino también en el resto de América latina.
-Ese es un fenómeno muy interesante y tiene su explicación: por presión del régimen, mucha gente que comparte nuestras ideas se va de la provincia, se va incluso del país. Si estamos de acuerdo en que el pensamiento se amplia en la medida en que se realiza, y si estamos de acuerdo en que hay una continua realimentación entre el hacer y el pensar, comprendemos sin dificultad que la dispersión de nuestro ideario y la constitución de nuevos agrupamientos, eran la respuesta lógica al sistema de opresión instaurado en el país y en la mayor parte del continente.
-Ustedes estaban operando en forma clandestina, lo cual en muchos casos era sinónimo de subversión.
-¡No! A tal punto que decidimos hacer, para mayo del ’69, una conferencia pública en la cual íbamos a explicar nuestros puntos de vista sobre el dolor, el sufrimiento, la libertad, el autoritarismo, etc. Bien, pedimos la autorización correspondiente y nos dijeron que no. Que estaba prohibido el derecho de reunión. Preguntamos que pasaría si hacíamos la reunión en la montaña. Y nos dijeron: “¡Ah, si le van a hablar a las piedras, no hay ningún problema!” El 4 de mayo de 1969 hicimos la conferencia: la gente sorteó las vallas colocadas por Gendarmería Nacional, soportó el frío, no se amilano por la presencia de ametralladoras colocadas en los flancos de los cerros, escuchó en silencio y se dispersó pacíficamente. Nuestro poder de convocatoria había crecido a tal punto que vinieron periodistas de varias partes del mundo.
A mí no me apoyan ni la CIA ni la KGB
-Detrás de muchos de estos grupos, un tanto surrealistas, un tanto anarcoides, se mueven poderos intereses. ¿A ustedes quién o quiénes los apoyan?
-Al desarrollo de nuestra organización ha contribuido, efectivamente, un cierto pintoresquísimo de los grupos iniciales. Pero no se hubiera expandido tan rápida y efectivamente de no mediar contra nosotros, la vigorosa reacción del régimen. Reacción que tenía un vigor absolutamente desproporcionado frente a la pequeñez del movimiento en sus comienzos. Yo estoy de acuerdo con ustedes en señalar que fue notable nuestro crecimiento. Pero de ahí a inferir que recibimos apoyo de la CIA o de la KGB, o algo por el estilo, me parece un exceso. No creo que esos organismos estuviesen dispuestos a malgastar su dinero en un movimiento provinciano de escasos recursos intelectuales, cuando se sabe que ellos apoyan a los que los sirven bien, desde posiciones más efectivas.
-¿Pero usted pone en duda que ciertos movimientos son orquestados, que hay poderes detrás de los líderes nominales, que conducen las masas?
-Recordemos los fenómenos súbitos que se produjeron en esos años ’68-’69: estamos hablando del mayo francés, de la revolución de la Universidad de Berkely, de la movilización en la Politécnica de Roma, de la revolución cultural en China. En buena parte del mundo se produce, por entonces, un fuerte movimiento generacional; raro, indefinido, sin precisión en sus conceptos, sin una metodología concreta para la acción, pero que tuvo mucha fuerza y que rebotó en todas partes del planeta. Decir que toda esa convulsión fue orquestada, es por lo menos una exageración. Yo creo más bien que fue la irrupción de una generación hasta entonces no tomada en cuenta, acallada, sometida.
-Y no podemos omitir la mención del Cordobazo… pero lo que quiero señalar es lo siguiente: esos movimientos que comenzaron por reivindicaciones legítimas -y a veces muy pequeñas, muy modestas en sus metas- desembocaron finalmente en el descontrol y la violencia. ¿Cuál es la diferencia -si es que la hay- entre esos hechos y el Siloísmo?
-La siguiente: mientras que esos fenómenos se producen por el espontaneísmo de sus activistas, en nuestro caso la acción estuvo enraizada en profundos estudios sobre la situación social y específicamente, sobre la problemática generacional de nuestros tiempos. Sabíamos efectivamente que desembocarían en la violencia. Ya lo habíamos anunciado en aquella conferencia del ‘69. Nosotros desde el primer momento hicimos público nuestro planteo no violento, pacifista.
-¿En qué teorías, en qué ideas se fundamenta el Siloísmo?
-Nosotros estudiamos muy seriamente, en aquel momento, una hipótesis de Ortega y Gasset, sobre la dialéctica general. Como usted sabe, al proceso histórico se lo puede interpretar de muchas maneras; pero para nosotros era claro que se iba a producir la irrupción violenta de una generación, que había sido taponada por las estructuras de poder y por las viejas generaciones; imaginábamos que ese fenómeno, sin ninguna organicidad, iba a terminar -necesariamente- dando pasos a grupos más pequeños, pero de acción directa. Y sucedió. No solamente en la Argentina, sino en otras partes del mundo. Y terminó -en Italia, en Alemania, en nuestro país- del modo que ya se sabe.
Crisis generacional y existencialismo
-¿Y qué lugar ocupa el hombre en esas teorías?
-Lo consideramos como un ser abierto al mundo; que no ha nacido con un destino impuesto, sino que le corresponde abrirse paso a medida que hace cosas; consideramos además que lo más importante para su existencia es la libertad; y pensamos que el ser humano no tiene naturaleza humana sino historia y que la historia lo va modificando. En fin, un conjunto de ideas muy conocidas y que en su momento tuvo expresión a través de esa filosofía que se llamó existencialismo. Me refiero no solamente al existencialismo cristiano de Jaspers, Marcel y otros, sino también al existencialismo ateo de Sastre, de Heidegger, etc. Después aparecieron los ideólogos del fin de esa década, como Herbert Marcusse, en quién ya se ve una fusión de corrientes que provienen tanto de la psicología freudiana como de la interpretación marxista de la historia. A Marcusse lo hemos estudiado, pero precisamente para deslindar la mezcolanza y afianzan nuestro pensamiento con mayor rigor.
-Los planteamientos generacionales suelen derivar en la impotencia o el descalabro. Fíjese el hippismo por ejemplo: una juventud convocada bajo el lema “amor y paz” terminó revitalizando la industria del vestido, que por entonces estaba en crisis. No creo que haya habido otro fenómeno que contribuyera tanto al desarrollo del consumismo como el movimiento hippie.
-Efectivamente. De hecho, en aquellos años fue espectacular la inserción en el movimiento de elementos hippies, de marxistas desencantados, etc., etc.; pero nuestra coherencia ideológica, la seriedad de los estudios hechos, nos permitieron eludir el impulso de esa correntada que era la moda juvenil de aquellos tiempos.
-De la filosofía Siloísta a La Comunidad hay algo más que un cambio de nombres. ¿Cómo se produce esa mutación?
-Estos grupos que van apareciendo toman algo de nuestra filosofía, pero forman su propia ensalada. Y se dan en cada lugar, distintos nombres: Cronos, Movimiento de Liberación Interior, algunos eligen la paloma de Picasso como símbolo, en fin… desarrollan una prensa under ground, emiten sus propios comunicados y se dispersan por América latina, Estados Unidos y Europa. Así llegamos a 1975, cuando en un encuentro realizado en Corfú se procura la unión de todos los grupos incluyendo a los que ya se estaban formando en Asia, en base a un ideario preciso. Por ese entonces nosotros fundamos en el país el Frente Unido de la Juventud, con lo cual iniciábamos nuestros primeros escarceos políticos, obteniendo la personería jurídica nacional. Y cuando llegan las elecciones -en las que aparece como candidato de las fuerzas populares el doctor Cámpora- decidimos lanzar el contravoto.
-Me resulta muy claro por qué alguna gente los consideraba antidemocrático y reaccionarios…
-No mi amigo… contravoto es participación en la democracia pero votando de un modo muy especial: depositando en la urna un voto anulado, de repudio a unas elecciones amañadas que impedían que Perón fuera candidato. Porque la opción entre Cámpora y la oligarquía tradicional, a nosotros se nos aparecía como un callejón sin salida. El camporismo, necesariamente, iba a derivar en la violencia, como efectivamente sucedió.
“La Iglesia fomentó la lucha armada”
-¿Cómo juzga usted a los grupos de “acción directa” que se fueron formando desde el ’71 en adelante?
-Hubo una facción que fue alimentada desde la Iglesia. Eran juventudes católicas que se inscribieron en la Guardia Restauradora Nacionalista, que orientaba Menville en su momento, de ahí derivaron a los grupos Tacuara y después apareció una variante “izquierdista” -así, entre comillas- de donde salió montoneros. Nosotros habíamos visto con mucha claridad que la llamada teología de la liberación, era una respuesta que estaba dando el catolicismo al avance marxista en América Latina.
-Una cuestión de oportunismo, según usted…
-Efectivamente. Nosotros íbamos viendo como gente muy bien intencionada, se iban desviando hacia el guerrillerismo, con los planteos ideológicos provistos por la llamada teología de la liberación. Y claro está, nosotros no teníamos ninguna afinidad con esos grupos católicos.
-¿Tampoco con el trotskysmo del ERP?
-Por supuesto. Nosotros nos pronunciamos sobre el tema de la acción directa en muchas oportunidades. Preguntábamos ¿No bata con el ejemplo de Raúl Sendic y los Tupamaros en Uruguay? ¿No basta con el caso de Blanco en Mesa Pelada, en Perú? ¿No alcanza con el fracaso de la lucha armada en Venezuela? ¿No sirve todo eso para comprender que a una acción de tipo guerrillerista va a suceder una reacción diez veces más violenta? ¿Y qué sucedió? Que se nos acusó de ser desviacionistas de no se que revolución…
-Sigamos con la historia del Siloísmo. A Cámpora lo sucedió Perón, que murió a los pocos meses. ¿Y después?
-Muere Perón y lo sucede Isabel Perón. A los tres días de asumir la presidencia, el movimiento fue proscripto por un decreto secreto cuyo contenido todavía no hemos podido conocer. Posteriormente, cuando se produce el golpe del 24 de marzo del ’76 y asume la Junta Militar, sucede otro hecho muy llamativo: se suspenden todas las actividades políticas, pero solamente dos partidos son proscriptos: el Partido Revolucionario de los Trabajadores (brazo político del ERP) y el nuestro.
-Volvamos un momento al gobierno de Isabel Perón, en el que tuvo una activa influencia José López Rega. ¿No había ninguna afinidad entre ustedes y López Rega?
-Desde cierto punto de vista, el único alivio que experimentamos durante esos años fue la caída de López Rega. Se suponía que durante el gobierno de Isabel estábamos en un régimen constitucional y democrático. Pero cuando yo intenté dar una conferencia en la Casa Suiza, la represión fue feroz. En una semana y en distintos puntos del país, quinientos militantes del FUJ fueron detenidos y encarcelados por orden de López Rega. En esa época se sucedieron los atentados con bombas contra nuestros locales y librerías, el ametrallamiento y la muerte de muchos de los nuestros.
-Un mínimo sentido de supervivencia les aconsejaba, en esos momentos, pasar a la clandestinidad…
-Siguieron nuestras reuniones, ya no con carácter público; prosiguieron las actividades, los estudios. Pero hay una diferencia: nosotros no nos considerábamos en la clandestinidad, sino en la resistencia. Esto no es una cuestión meramente conceptual; porque pasar a la clandestinidad supone, de algún modo, aceptar la legalidad del sistema. Mientras que pasar a la resistencia supone, que el ilegal es el régimen y que uno resiste simplemente. En suma: nunca nos consideramos clandestinos, nos manifestábamos como resistentes. Insisto en que no se trata de una cuestión semántica sino de algo mucho más profundo y que precisa un modo de vivir y de actuar. Esa condición ayudaba fundamentalmente a preservar nuestra identidad y evitaba que nos pudieran confundir con otros movimientos.
Nosotros somos la resistencia activa
-Clandestinidad o resistencia, el caso es que ustedes tenían que moverse en forma marginal y por lo tanto, bajo ciertas normas impuestas por la emergencia, ¿Cómo hacían?
-Los grupos, desde los orígenes, han buscado la descentralización. Desechamos la estructura celular, cuyos estamentos van subiendo hacia una cúspide central en escala piramidal. Nosotros trabajamos sobre la base de enlaces, de conexiones internas. Entonces, cuando desarticulaban una estructura y sus integrantes iban presos, ello no afectaba mayormente a la organización, porque los grupos estaban habituados a moverse y a trabajar en forma descentralizada. En esas épocas, naturalmente, no se pudo crecer mucho en cantidad de adherentes, pero si se pudo hacer crecer a la gente, profundizando los estudios, mejorando los niveles de capacitación.
-No deja de llamarme la atención, la notable erupción de “comunitis” que parece haber prendido en buena parte de la población argentina, relativamente en coincidencia con la democratización del país.
-Veamos el asunto por partes. En primer lugar, el movimiento ya era multitudinario en otros países del mundo, pero desde el ’75 en adelante, La Comunidad sólo se pudo mover en Argentina a través de actos culturales, acciones barriales, acciones sociales pequeñas, ateneos de estudio, presentaciones de espectáculos artísticos, exposiciones, conferencias, debates, etc.; esa tarea se desarrollo a lo largo de varios años y en todo el territorio del país. Así íbamos propagando muy modestamente nuestro ideario. De manera que no hay una explosión de “comunitis” como usted dice, sino que se ha hecho pública y multitudinaria una forma de expresión que venía siendo compartida por mucha gente y que antes no se podía expresar por las razones que ya conocemos.
-Me gustaría saber en qué consiste ese ideario sobre el que ha hecho repetidas menciones. Ha mencionado la resistencia y el pacifismo, las acciones directas no violentas y esos conceptos parecen haber sido tomados directamente de Gandhi. ¿Es así?
-Nosotros tenemos diferencias sustanciales con respecto al pensamiento de Gandhi. Creemos que si bien fue un factor progresista para la India en muchos aspectos, algunas de sus acciones en torno al problema de la liberación tuvieron consecuencias muy desdichadas para su pueblo, entre ellas quizás la más importante haya sido la secesión de Pakistán. Las diferencias en cuanto al sistema de pensamiento, percepción de la realidad y en lo que hace a la concepción de la realidad y en lo que hace a la concepción política del mundo en que nos toca vivir, son muy grandes. Pero de Gandhi rescatamos la metodología de la acción centrada en la no violencia; consideramos inclusive que esa acción puede ampliarse muchos más, que la prédica de Gandhi correspondía al estado infantil de la no violencia. Porque la resistencia puede llegar desde la denuncia pública de la injusticia al paro general.
“La violencia la engendra el poder”
-Yo estoy harto de los que agitan la bandera de la no violencia. Primero, porque ignoran el componente de agresividad que es parte esencial de la naturaleza humana. Segundo, porque desconocen que la humanidad, habiendo reconocido desde temprana hora esta tendencia a la violencia, ha creado un formidable edificio cultural para cercarla. Desde cierto punto de vista, toda institución, ley, cuerpo social, sistema económico o de gobierno y etc., etc., han sido forjados, precisamente, para controlar la violencia.
-Bueno, eso depende del lugar donde uno se ubique. Si uno está detentando el poder, ésta es una posición muy distinta a quién está en lucha con el poder. En este caso, darse de cabeza contra el aguijón del poder, resulta a veces muy contraproducente, porque las reacciones suelen ser extremas y desmesuradas. Esto visto desde el ángulo del que está en el llano, en lucha contra el poder que ostenta el monopolio de la violencia. Para el que tiene la manija, el asunto consiste en que los demás no violen esa violencia que él ha instaurado.
-¿Por dónde empieza, según usted, la violencia?
-Como dice Proudhom, la primera violencia se instaura con la propiedad, a la que él define como un robo. Está la violencia primera de la propiedad -como la define Proudhom y como la va a tomar después la izquierda en general- y está la violencia del hombre sobre la mujer y está sobre todo lo que nosotros caracterizamos como formas de discriminación. El mundo, como bien dijo usted recién, es un lugar donde se ha instaurado la violencia; pero no se puede ignorar que el monopolio de la violencia está detentado por una exigua minoría. Las formas en que se manifiestan son múltiples: no sólo hay una violencia entre los sexos, también hay una violencia generacional -se sospecha del joven solamente por que es joven- como sin duda hay y especialmente en nuestro país, una violencia racial que se expresa como un cerrado antisemitismo. De manera que nosotros no decimos que somos no violentos, sino que denunciamos la violencia del régimen, lo cual es distinto.
-¿Cómo se manifiesta esa naturaleza del régimen social bajo el cuál vivimos?
-A través de la violencia económica, de la violencia racial, de la violencia religiosa, de la violencia cultural, de la violencia psicológica y de la violencia moral. Y estas formas de violencia son monopólicas y unidireccionalmente dirigidas.
-Estamos fritos…
-Hay un monopolio ideológico, si a eso se refiere… y el que no piensa como quiere el monopolio, es sometido a distintos grados de violencia, según como se vayan radicalizando las posiciones.
-¿Qué solución propone?
-Frente a esa acción del sistema, que de por sí es violento, nosotros, hemos propuesto formas de lucha que no suponen la acción física -armada- directa. Puede que algunos consideren que es una concepción demagógica, pero a nosotros se nos ocurre que es una metodología muy adecuada en cuanto al desarrollo y la concientización del cuerpo social y sobre todo, en cuanto a la comprensión de que es la única forma de lucha que puede ser llevada adelante con éxito.
-No debe haber nada más terrible que un pacifista desencantado. Y lo terrible es que cada vez juntan más fracasos. Veamos un caso: en todas las capitales de Europa occidental se hicieron manifestaciones contra la instalación de los Pershing. Millones de personas corearon consignas pacifistas, pidieron el desarme nuclear, proclamaron la no violencia. Y los Pershing fueron instalados. ¿No le dice nada eso?
-Los movimientos pacifistas seguirán cayendo en la ineficiencia si no crean su propia estructura política. Tienen que ganar espacio, colocar sus propios representantes, alternarse en el poder dentro de regímenes pluralistas y democráticos. Deben llegar desde los escaños parlamentarios hasta el poder ejecutivo, pero para eso necesitan abandonar el espontaneísmo. No es cuestión de salir a la calle en manifestación nomás, con eso sólo no se consigue nada…
-Pasemos a otro tema. La Comunidad reunió un millón de firmas para reclamar ante el Parlamento la implementación del servicio militar optativo. Visto el fracaso del último gobierno militar y tras el fallido y desastroso intento de recuperar las Malvinas, me parece una acción oportunista y demagógica.
-No es así. Nosotros, desde que se formuló el llamado a elecciones, divulgamos en nuestros propios medios de información los programas de todos los partidos políticos sin excepción. Y bien: en la plataforma de esos partidos -empezando por el radicalismo- figuraban la paulatina supresión del servicio militar obligatorio y una importante disminución en el presupuesto de las Fuerzas Armadas. De manera que lo que nosotros hicimos fue interpretar un sentimiento generalizado de la población, dándole una forma material, concreta, perfectamente documentada; en última instancia, hicimos eso de un precepto constitucional que dice “todos los habitantes de la República Argentina tienen derecho a peticionar ante las autoridades”.
-¿Van a seguir juntando firmas con algún otro motivo?
-La Comunidad no se ha convertido ni se va a convertir en un partido político. Pero va a propiciar la afiliación a un partido nacional que será inscripto en los próximos días. El Partido Humanista no solamente se va a constituir en la Argentina, sino que también buscará el reconocimiento en todos los países donde es activa La Comunidad. Incluso se peticionará la inscripción en los países del Este. Y no en una lejana aspiración la formación de una internacional. Así como existe la internacional Comunista, la internacional Social Demócrata y la internacional de los Monopolios, también tendrá que existir y en muy poco tiempo, una Internacional Humanista.
El pacifismo tiene que hacer su partido
Así nomás es la cosa. Mario Rodríguez Cobos, Silo para sus adeptos, es un hombre que no se anda con chiquitas. Si alguien hubiese dicho -veinte años atrás- que un modesto grupito de intelectuales de clase media provinciana iban a crear este movimiento, lo hubiera tomado por loco.
La Comunidad tiene millares de adherentes en 42 países. Edita libros es más de treinta idiomas. Aspira a convertirse en la tercera fuerza política de la Argentina. Procura la creación de una Internacional Humanista. El Negro Rodríguez, como le dicen los vecinos, El Araña, como lo recuerdan sus compañeros del secundario, el estudiante de ciencias económicas que largó los libros en segundo año, es un santo o un profeta para millones de seres que no lo conocen. Para los agricultores del Valle de Uco en cambio -donde tiene una modesta finquita- es un pobre tipo de los tantos que arruinó Martínez de Hoz.