Revista Contrapunto

¡Otra primicia de CONTRAPUNTO!

Aquí les presentamos al señor Mario Rodríguez Cobos, 36 años, mendocino, comerciante en el cuyano ramo de las aceitunas. O si prefieren les presentamos a Silo.

Es difícil imaginar a simple vista bajo los serenos rasgos de ese hombre de modales suaves y afables, al animador originario de un movimiento que inquieta a varios gobiernos, intriga a millones de personas, trasciende el país y el continente, desborda sobre las recónditas islas Filipinas e imprime un nombre en muros repartidos por el mundo, con la precisión de un logotipo. Silo, que se pinta en las paredes con un triángulo dentro de la o, nació en Mendoza el 6 de enero -Día de Reyes-, de 1938 y actualmente, a los 36 años, se ocupa del comercio de aceitunas. Mario Rodríguez Cobo es su nombre completo, el que figura en los documentos de identidad, el que le correspondió cuando nació, el que los espíritus sencillos y convencionales designarían como su “nombre verdadero”. Aunque es preciso convenir en que si consiguió difundir de tal manera, en muy pocos años, el de Silo, es porque este último resulta más verdadero que el otro. Aquel provino en parte de apellidos preexistentes y, en parte, de la decisión de sus padres. El de Silo se lo hizo él mismo, con su acción y su pensamiento.

Pero si millones de personas pueden adivinar que Silo significa “espacio destinado a guardar el grano para que luego pueda ser distribuido”, pocos tienen una idea, aún confusa, de lo que significa ese movimiento o de quién es su iniciador. Sería imposible encontrar un reportaje con amplias declaraciones suyas, porque desconfía de las deformaciones interesadas en dar de su pensamiento y del movimiento que puso en marcha, una imagen condicionada por el prejuicio.

Desde sus inicios, fue perseguido. Ante todo en la Argentina, por el gobierno de Onganía; después en otros países. Recientemente cinco personas que adhieren a lo que ha dado en llamarse el “siloísmo”, fueron condenadas a prisión perpetua en Chile. Se comprende, entonces, la actitud desconfiada.

Hace algunas madrugadas mantuvimos una entrevista con él en algún lugar de la Avenida de Mayo, después de un encuentro en la zona más desvelada de la calle Corrientes. Charla amistosa compartida, que prefiguró la posibilidad de una entrevista periodística. A la noche siguiente, otra vez por Corrientes, cerca del Bajo, pudimos ya dialogar para acercar su personalidad al lector. Una fina llovizna obligó al refugio proverbial del café porteño. Estas son algunas partes sustanciales de lo hablado.

El arenal

¿Cómo fue tu infancia mendocina?

Mira, bastante normal la cosa. Una familia media, un colegio católico desde los 7 años hasta los 18… Después estudios universitarios y los viajes. Estuve en Derecho y en Ciencias Políticas. Viajé un poco por Latinoamérica, a dedo, y llegué hasta Colombia. Después me rajé a Europa, y cuando volví abandoné las ocupaciones universitarias para tomar actividades casi domésticas. Trabajé en una alcoholera, y más tarde me ocupé de la aceitunas y en eso estoy.

¿No hubo cosas muy determinantes en tu infancia?

En mi biografía no hay nada especial, nada abrupto que haya sucedido. La vida familiar muy tranquila; en el colegio también. Todo como una secuencia un poco chata, si se quiere, como pasa en provincias… o en la Capital también. Tal vez los viajes, con el cambio de perspectivas, que le hacen ver a uno más claramente las cosas que vivió muy de cerca, sea algo que influyó en mí.

¿En qué influyó?

Después comenzó a desarrollarse un tipo de problemática, Más bien interna -si es que pueden dividirse así las cosas- y allá por 1966 conseguimos un campo en Jujuy, en un lugar infernal que se llamaba “El Arenal” adonde fuimos unos doce o trece amigos y nos metimos en plena selva, con un calor infernal, mosquitos, en fin, un auténtico infierno y empezamos a alzar picada en la selva. Teníamos unas cinco hectáreas de agro, por un costado, donde le dábamos al maíz y otras cosas para abastecernos mientras nos instalábamos. Ahí estallo el primer despelote. Había síntomas de guerrilla en Bolivia y empezaron a hostigarnos. Se nos vinieron con tutti, fuimos en cana…

¿A qué razón concreta se debió esa represión?

Reconozcamos que era un poco extraño eso de meterse en plena selva y desmontar todo, gente de extracción más bien universitaria y que llamaban la atención. Llegaron a una locura tal que arrasaron con todo y terminaron tirando con ametralladoras sobre las construcciones que habíamos hecho. Se armó un escándalo atroz, se habló de muertos y heridos, se inició una investigación, tomó estado público y destapó la olla de que eso de la guerrilla era un sambenito que querían colgarnos. No pudieron en modo alguno probar tal cosa. Pero en resumidas cuentas destruyeron lo que habíamos hecho, pasamos nueve meses de esfuerzo, alimentándonos a polenta, que fermentaba con los 45º que hacía. En suma, aunque volvimos, abandonando el lugar poco después. Creo que avanzamos en el estudio y en el conocimiento de nosotros mismos, en la capacitación de una especie de grupo que en condiciones tan desfavorables desarrollo una cohesión.

“¡Qué embromar!”

¿Cuál era la actividad del grupo?

Bueno: a partir de esa experiencia fue que empezamos a desarrollar nuestro punto de vista, con el mismo derecho que tiene cualquiera a desarrollar su punto de vista, qué embromar.

¿Qué punto de vista? ¿Sobre qué aspectos?

Comenzamos sobre planteos muy primarios. Sobre la base de las preguntas fundamentales acerca de la vida, la muerte, los procesos por los que pasa la gente, el problema social. Partimos de un sentido de la irracionalidad de la vida actual. Es una actitud crítica que opera acerca de la búsqueda. El asunto son las soluciones, que son más difíciles de encontrar que las actitudes críticas. Y las soluciones no eran muchas, y eran provisorias. El pensamiento de despliega, se va confrontando. Una cosa confrontase escribiendo un libro, recibiendo las críticas, y otra es confrontarse a palos. Bueno: nuestro arranque fue a palos, y siguió siendo a palos.

¿En qué forma provocaban ustedes esos palos?

De ninguna manera: nuestro movimiento es enteramente pacífico. Pero eso no ha evitado que nos dieran palos en todos lados. No lo ha evitado ahora mismo, cuando a cinco de los nuestros se los ha condenado a prisión perpetua. Es parte de nuestro desarrollo, que necesariamente está signado por los palos.

Hasta ahora no hemos trabajado en los países socialistas; pero con la forma en que operan actualmente las comunicaciones es muy posible que en breve lo hagamos. Y vamos a encontrar inconvenientes. Si nos encontramos en un régimen fascista, los tenemos; y si nos encontramos en una dictadura de izquierda, que también es, en última instancia de signo fascista, no vamos a dejar de tenerlos. Lo que ocurre es que para nosotros las limitaciones de los regímenes simplemente no corren, por la peculiaridad de nuestro movimiento. Si nuestro pensamiento vale, solito se va a extender por encima de las fronteras. Y si no vale solito se va a morir.

Desde el punto de vista del hombre común, que es el que supongo a ustedes les interesa: ¿cómo se plantean los problemas de nuestro tiempo?

Al hombre medio, si lo consideramos como un ser en muchos sentidos desposeído, sufriente y existente, lo primero que se le presenta es el problema de la subsistencia. De manera que a lo primero que hay que atender es a eso. Pero es claro que el hombre medio no depende exclusivamente de la alimentación y el vestido. ¿Cómo no va a pensar un hombre medio que necesariamente se va a morir? ¿Cómo no se le van a presentar problemas que desde cierto punto de vista podrían ser tildados de metafísicas? Necesariamente se los plantea y tiene su metafísica aunque no lea Hegel. Basta con escuchar el tango para entenderlo.

Y se plantea asimismo otros problemas, como los que generan ciertas amenazas o presuntas amenazas que se ciernen sobre el mundo. Claro que parte siempre de lo que tiene más próximo. Así, Perón ha hablado del problema inmediato ecológico y del problema del año 2000. Ese problema existe, ese problema es real. No lo tenemos todavía directamente sobre nuestras cabezas en América latina. Lo tenemos en el mundo e indefectiblemente va a llegar sobre América latina. Perón habla de ese problema anticipándose y el hombre medio quizás no es conciente del todo de eso. Perón, conociendo por anticipado que se va acentuar aquí también ese problema como ya ocurre en los países industrializados, trata de hacer conciencia en la gente para que no se produzca de esa manera. Y si no se hace conciencia ahora mismo después no se va a poder resolver. Hay todavía una desconexión del hombre medio en ese aspecto, como en el de la tecnología. Claro que no falta alguien que salta, como un Odena por ejemplo, que insinúa que al plantearse tales problemas se está tratando de incrementar la explotación del campo y no el avance industrial. Pero Perón se puede dar el lujo de pasar por encima de esa gente y seguir haciendo concientización.

El gotan

¿Podemos volver un poco al tango, a eso que calificaste como expresión metafísica del hombre medio argentino?

Sí, aunque sin ninguna pretensión de sociólogo. El tango, según sus historiadores, reconoce múltiples antecedentes o elementos generadores. Pero todos ellos habrían podido producir otra cosa. Es decir, que además de esos elementos genéticos, diríamos, hay algo más, que es lo propio nuestro, lo que produce la creación. Y eso propio me parece que es la nostalgia de la Pampa, esa lejanía, y también la lejanía de las comunicaciones. El alejamiento de Europa y el de las familias de los inmigrantes. Y un amplio campo que se confunde con el cielo, y en donde los mismos ensueños se transforman en realidades vaporosas. No se sabe dónde termina la tierra y dónde comienza el cielo.

Después el tango evoluciona, sigue las crisis del país y sufre sus transformaciones.

Habría que hablar del hombre argentino, de quien el tango es una de sus expresiones más importantes.

¿Cómo sería ese hombre argentino?

El hombre argentino se ha visto bastante aislado hasta ahora en Latinoamérica. No ha habido un criterio latinoamericanista en el hombre argentino. Por eso una parte de la población estaba recordando nostálgicamente Europa, donde provenía, y el nativo de Argentina también había perdido sus raíces profundas desde la época de las Conquistas. Y nos encontramos con una amalgama formada por el hombre venido de Europa y el natural de acá, en la cual los dos son productos desarraigados. Esa lucha por el arraigo del hombre en su medio, me parece que también se refleja en el tango.

A medida que el argentino se va sintiendo más integrado a América Latina, el tango se transforma y se hace más ecuménico. Primero avanza en el país mismo, deja de ser la expresión de Buenos Aires solamente. Una cosa son los ferrocarriles ingleses, que traen todo el interior a la Capital para trasladarlo a ultramar, y donde todo el interior no responde sino a los intereses de esa capital, y otra cosa es esa suerte de reflujo que se va produciendo, de la capital al interior, en una especie de integración necesaria que se va produciendo, como un circuito. Las comunicaciones, la técnica, favorecerán ese proceso, que es también un proceso de universalización por el cual el hombre argentino, siente lo que sucede en Camboya, aunque pueda tener algún inconveniente para ubicarla en un mapa. Es una manera concreta de sentir la irracionalidad del sistema, al sentirse solidario con el sufrimiento del ser humano en el mundo.

Cada día va cobrando más noción del “sistema”, aprende a no ver las cosas aisladas. Ya no es el problema de una ciudad capital, sino los múltiples problemas de un país integrados. Y los problemas de varios países de América Latina que están bajo el mismo signo, y sometidos a un sistema mayor, que es el del imperialismo.

¿Qué diferencia hay respecto del imperialismo entre nuestro país y los de Europa?

Acá se siente muy directamente que somos gobernaciones del imperio, mientras que para los europeos el imperio está extramuros. Nosotros somos la base del asentamiento del imperio, mientras que allá, por razones de distancia y del desarrollo mismo la presión de los Estados Unidos es de otro tipo. Y en el hombre medio se reflejan esas diferencias, ya que es muy sensible a las manifestaciones concretas. Y el hombre medio es como un sismógrafo para esos fenómenos.

Somos hermanos

¿Cuál es la conexión de todos estos aspectos de que hablamos con el movimiento de usted?

Nosotros no decimos que el hombre sea sólo un reflejo de las condiciones sociales y económicas. Ese esquema mecánico ya está superado. Pero decimos que el hombre es también reflejo de esas condiciones. Y en la medida en que no se abreve en el alma de un pueblo, no se podrá dar respuestas a las necesidades de ese pueblo. Uno se desvincula si no de la realidad, y entonces va ahí con los esquemas, tratando de avanzar, y la realidad da la espalda. Por eso creemos que hay que integrarse a los problemas y a la manera de sentir del propio pueblo. Y en eso no hay tampoco nada de chauvinismo. Al contrario, si partimos de las aperturas cada vez mayores que les dan a los pueblos para que se comuniquen y se conozcan y se entiendan, y que a fin de cuentas todos los hombres somos hermanos. Y el chauvinismo es una cuestión de elites de dirigentes guiados por intereses inmediatos. Los pueblos no son hostiles entre sí.

¿Es a partir de esas concepciones que se extendió el movimiento de usted? ¿Se trata de una acción más bien espontánea?

Sí. Y así creemos que debe ser un movimiento como éste. Porque si tuviéramos, por ejemplo, un comité central tendríamos que someternos a no se qué estrategias, y a un centralismo con una verificación, que nos llevaría también a una burocracia. No. Nosotros no tenemos ninguna vocación de poder, no aspiramos a ningún poder político, no competimos por el poder político. Creemos que la gente debe integrarse y comprender en profundidad a su propio pueblo y sentir sus aspiraciones y sus necesidades, para luchar en esa dirección lo mejor que pueda. En ese sentido podemos hablar de espontaneísmo. Hay que considerar también que cada país tiene situaciones y circunstancias peculiares, lo que obliga a no ceñirse a formas o conceptos fijos.

¿Hay entonces, en usted, un rechazo o, por lo menos, una neutralización de las ideologías?

Sí, pero lo que da cohesión a nuestro movimiento es algo que podría llamarse un cuerpo de doctrina. Pero de algo que cada cual interpreta como mejor le guste. La cohesión, entonces está dada por ese elemento; no está dada por las organizaciones. Cada cual interpreta la doctrina como le gusta, y no tiene porque organizarse. Si lo prefiere, para actuar, se organiza. Nosotros tenemos una actitud que es bien humilde. Aportamos nuestro punto de vista frente a lo que vamos viendo pero no predecimos qué forma va a tener el futuro ni, en nombre de una teoría del futuro, pedimos sacrificios de vidas humanas, como hacen los ideólogos habitualmente. Y si nos equivocamos nos equivocamos, pero no ponemos en peligro vidas humanas.

Sin brillo

¿Cuáles serían hasta ahora los puntos centrales de ese aporte?

Que estamos en contra de las estructuras verticales, y que estamos en contra de la centralización; que estamos en lo posible por la formación de condiciones para una sociedad futura en donde no sólo existen clases sino que no exista dominio organizativo del hombre sobre el hombre. Bueno: ¿y qué hay con eso? No hay en nosotros grandes planteos, nada que tenga brillo, nada nuevo. Pero si le decimos a la gente: haga usted lo que tenga que hacer en su medio de actividad, pero no se olvide de usted mismo. Es simplemente eso lo que estamos destacando. Porque también puede uno alienarse totalmente en el campo de la lucha política y creer en un dominio absoluto de lo social. Por eso decimos: está bien, haga lo que quiera, pero se olvide de usted mismo. Ese me parece que es el punto fundamental de nuestra concepción.

¿El no olvidarse de uno mismo, significa no olvidarse de pensar en que uno se va a morir, significa pensar en la vida cotidiana, significa pensar en el amor?

Sí. Y se hace de una manera muy simple y concreta: buscando puntos de referencia y meditando. Si yo estoy todo el día ocupado en mis actividades, recibiendo los estímulos múltiples de la vida actual, recibiendo todo lo que vuelca sobre mí la publicidad, y al día siguiente vuelvo a la misma rueda, estoy sumergido absolutamente en el sistema. Nosotros no decimos: salgamos del sistema; decimos: vivamos en el sistema, pero reflexionemos sobre la realidad y sobre nosotros. ¿Y cómo se hace? ¿En flor de loto? No. Eso es para los orientales. No imaginemos un barbudo con sotana y expresión ausente. Sin embargo, esa aptitud para meditar está escasamente desarrollada en el hombre contemporáneo. La gente piensa en sus propios problemas y trata de resolverlos; pero no toma distancia respecto del ruido de las circunstancias sociales. A ese tomar distancia le llamamos meditar. Y tenemos ciertos métodos para lograrlo, así como para superar los condicionamientos en la manera de pensar, que también están dados socialmente. Pero no creemos demasiado en los métodos. Nos damos cuenta de que son sólo apoyos, como los andamios para las casas. Creemos en estos métodos como en formas más o menos operativas del pensamiento, como formas provisorias para una elaboración coherente. Pero de ningún modo nos quedamos en los métodos. También los métodos deben ser superados por la … del pensamiento.

¿En que ustedes se plantean algo parecido al … de mayo del ´68 en París: “La imaginación al poder”?

Nosotros tenemos gran afinidad con esos planteas. Esa exaltación de la imaginación es para nosotros muy razonable. Qué paradójico, ¿no?

El triángulo

Parece que tuvieran también gran afinidad con el psicoanálisis.

Nosotros reconocemos en el psicoanálisis muchos elementos positivos, sobre todo por el tipo de sociedad y por la época en que surgió. Pero adentro de este proceso, está declinando. La crisis de la Sociedad Psicoanalítica, entre nosotros, y las contradicciones entre los distintos autores, es bien clara y refleja la declinación. Pero hizo un gran aporte al destacar los significados de los actos fallidos y de todos los impulsos afectivos inconscientes y los sueños. Hizo una apertura. Ahora declina y muere, pero está en análisis existencial y hay otras formas y otros avances que lo van superando. Uno de nuestros principios es la superación constante de lo viejo por lo nuevo.

¿Cuál es tu posición frente a la llamada “revolución sexual”?

Sí, es un avance. Es muy positiva porque rompe los tabúes y la represión. Y ya sabemos todo lo que hay detrás de la represión sexual y cómo se utiliza. Ya sabemos todo lo que discurrió, por ejemplo, Wilhlem Reich en ese aspecto.

¿Aceptas su tesis sobre la vinculación de lo sexual con lo político?

Sí, por supuesto. El oscurantismo se asienta sobre la represión sexual. En su nombre se da lugar a todos los crímenes contra la belleza y contra la libertad en todos los campos. Se invocan los excesos porque, en efecto, todo movimiento revolucionario cuando es joven apunta excesivamente en una misma dirección. Pero después se vuelve al equilibrio.

¿Y las comunidades sexuales?

Son una forma de aislarse de la realidad del medio en que se vive. Entonces aparecen tensiones internas, se desatan agresividades no compensadas por la vida en el medio natural. Así se desintegran. Por lo menos en la actualidad, son una forma de evadirse de la realidad. Para nosotros la revolución que debe realizar el hombre es revolución en tres dimensiones: la social, la sexual y la psíquica. De allí nuestro triángulo. Pero nos negamos a hacerla organizándonos como movimiento político en competencia con los ya existentes. Creemos que todos debemos estudiar la realidad social y humana, aportar entre todos soluciones, que sólo serán tales si el hombre se prepara para asimilarlas y realizarlas.