Chile 09/06/91
Mario Rodríguez Cobo
Silo, el terrible
Diario La Tercera «Revista Buen domingo»
Días atrás, el polémico pensador argentino dictó su primera conferencia pública en Chile tras 19 años de ausencia. En la década del ’70, su filosofía sacudió la estructura chilena. En los 90, sus planeamientos no suenan subversivos ni novedosos.
Hernán Riquelme
El cine Gran Palace estaba lleno hasta los pasillos cuando ingresó a él un cincuentón sonriente, con aspecto de hombre de campo en día domingo, vestido con un traje de cotelé celeste que parecía quedarle corto, una corbata azul y zapatos café.
Avanzó, se detuvo, posó para los fotógrafos y las cámaras de video, saludó con su mano derecha mientras en la izquierda sostenía una carpeta azul, y siguió caminando hasta el escenario en tanto el auditorio, de pie, aplaudía con entusiasmo. Tras una corta presentación, inició la lectura de su conferencia, interrumpida a trechos por sorbeteos y recibida a su término con menos aplausos que su ingreso triunfal.
Era Mario Luis Rodríguez Cobo, Silo, el discutido pensador trasandino, en su primera conferencia pública en Chile tras 19 años de ausencia. Luego de cincuenta minutos de escucharlo, nos quedó la impresión de que si Cantinflas se hubiese dedicado a la filosofía, habría elaborado un pensamiento como el suyo: enrevesado, farragoso, confuso. La nada y la cosa ninguna. Y nos preguntamos: ¿Este es el hombre que hizo tambalear los hogares chilenos en la década del 70? ¿Cómo? ¿Con qué ropa? Sin embargo…
Sin embargo, así había sido. En nuestro país el siloísmo (nacido en Argentina en 1969) llegó en la versión transmitida por uno de los discípulos de Rodríguez Cobo, Bruno von Ehrenberg, que según aquél “corrió con colores propios”. Von Ehrenberg escribió un libro, el “Manual del poder joven”, donde preconiza “la revolución total”, basada no en la lucha de clases, sino en la lucha generacional. Este pensamiento reclutó adolescentes entre 14 y 18 años que iniciaron una “guerrilla psicológica” en sus propios hogares y luego los abandonaron para recluirse en las “bases” de entrenamiento de los siloístas.
Todo eso forma parte de la prehistoria del siloísmo en nuestro país. Nada de ello parece quedar. Una posterior conversación con él -el mismo traje celeste y la misma corbata azul- corrige en parte la imagen que podría extraerse de esa leyenda negra y la que deja su conferencia en el cine Gran Palace.
-¿Fumó marihuana o se drogó en alguna etapa de su vida?
-No, nunca.
-Entonces ¿por qué se vincula a su movimiento con ellas?
-En los comienzos de Silo los horrores de la sociedad de la época estaban puestos en esas cosas. Luego vino el guerrillerismo. Entonces, lógicamente, si el horror del momento era el guerrillerismo, nosotros debíamos ser los ideólogos del guerrillerismo. Y así nos catalogaron. Depende de los horrores del momento. Pienso que, si aparece un nuevo fantasma, nosotros tendremos que ver.
-Años atrás, el siloísmo gozó en Chile de bastante mala fama.
-Así es, y no sólo en Chile sino también en otros lugares. En Argentina fue muy castigado, sobre todo durante los regimenes militares.
-¿Por qué? ¿Estaba en conflicto con ellos?
-No, en conflicto con ciertas capaz sociales, pero como esas capas están relacionadas al poder militar, es el mejor medio que ellos encuentran para coaccionar todo tipo de fuerza que no les guste.
-Usted tuvo acá un discípulo, Bruno von Ehrenberg. Lo conoció, supongo. ¿Cuál era su relación con él?
-Sí, lo conocí. Bruno quedó un poco afectado luego del golpe, cuando fue a la cárcel de Pisagua. Estuvo como seis meses ahí. Quedó mal. Esas cosas marcan. Después lo ví en Londres.
-¿Representaba fielmente su pensamiento?
-No, no exactamente. Se apartó en lo personal.
-¿Qué quiere decir con “en lo personal”?
-Bueno, una cosa es un planteo y otra es la impronta que usted le puede dar a éste en aspectos que no están postulados, no están en el pensamiento original. Si usted por ahí le pone una impronta, donde lo totalmente secundario cobra relevancia, la gente se desorienta y dice: “¿Qué es ésto? Si ésto no está en ningún texto”.
-¿Cómo se explica que la elaboración de su pensamiento, hecha por von Ehrenberg, y no su versión original haya sido la que penetró con más fuerza acá?
-No estoy tan seguro de que eso haya sido penetración más fuerte, sino más bien el motivo del escándalo periodístico, que es una cosa diferente. Para cierto tipo de prensa, es mucho más interesante peraltar los aspectos más escandalosos. Por eso no se puede hablar de penetración más fuerte. Todo lo contrario; creo que ha sido el motivo de la discordia.
-Aquí el escándalo surgió por la juventud que se iba de sus casas, que repudiaba a sus familias, a la gente de edad madura. Ahora, a sus 53 años, usted estaría repudiado por esa corriente.
-De acuerdo, claro, sobretodo por la interpretación que se ha hecho de la teoría de las generaciones. Usted sabe todo lo que se ha dicho de distintas ideologías. No siempre se las interpreta en forma correcta. Pero usted debió ver la gran presencia familiar que hubo en mi charla en el cine Gran Palace.
-Usted estuvo 19 años sin realizar presentaciones públicas en Chile. ¿Por qué no vino?
-Porque estaba Pinochet.
-¿Algún problema personal con Pinochet?
-Parece.
-¿Tenía prohibición de ingresar?
-No sé si exactamente. Pero la vez que vine, estando Pinochet, hubo que hacer trámites y gestiones. Y cuando pasé por aduana me dijeron: “Sí, ya sabemos que usted viene. Viene por dos días, ¿no? Y va a hacer reuniones públicas”. No, les repliqué. “¿Y va a tomar contacto con el periodismo?” No… Y quedó todo así, comprimidito.
-¿Estaba al tanto de lo que pasaba en Chile?
-Aproximadamente, sí, porque a veces me veía con gente de Chile. Pero había tenido antecedentes también muy pesados. No bien se inauguró el régimen militar los nuestros fueron presos y gente en cárceles y todo aquello. Así que… no estaba el horno para bollos.
-¿Usted cree en Dios?
-Sí.
-¿En el Dios de la Biblia?
-No.
-¿Cómo es su Dios?
-Pienso que todos los dioses que aparecen en las distintas mitologías son traducciones de una tendencia humana. Ha habido demasiado antropomorfismo hasta hoy. Pero creo que el registro que tiene el hombre religioso, en distintas culturas, es válido, es valioso. Y la expresión es muy epocal, muy de acuerdo al país en que se está.
-¿Cuál es su relación con ese Dios tan particular?
-Creo que es la de la investigación de los procesos históricos. Yo pienso que se devela, se manifiesta a través de la historia.
-Esa es una tesis de Hegel.
-Hegel dijo algo parecido.
-Y a partir de eso caímos en el marxismo.
-Y bueno, son los peligros.
-¿Cree en el alma?
-Creo que hay una intencionalidad humana que no estoy tan seguro de que termine con la cesación de las funciones vitales. Estimo que la intencionalidad, justamente, es algo más que un fenómeno natural.
-¿Piensa que hay otra vida después de la muerte?
-Yo no lo pondría en esos términos. Creo que hay un destino en el ser humano, puesto delante, no una causa eficiente puesta atrás. Pienso que eso se desarrolla en el devenir de los pueblos y que la cosa no termina en un absurdo.
-Eso tiene un dejo existencialista.
-Sí, sí, cómo no. Está planteado en las raíces mismas de la fenomenología. Lo tomo como valioso.
-¿Piensa que su filosofía o pensamiento va a ser algún día estudiado como una corriente significativa dentro de este siglo?
-No sabría decirlo. Depende de lo que ocurra en los círculos académicos. Las cosas cambian.
-En este momento no está estudiada en ninguna parte.
-No.
-¿No será que se la considera algo así como una filosofía “marginal”?
-No, pienso que se lo ve como algo que recién nace y hay que verlo correr.
-No es tan reciente. Tiene como treinta años.
-No, tal vez veinte y algo, pero si hablamos de pensamiento, las experiencias más formalizadas están ahora sobre el tapete y daremos lugar a más producciones en fecha próxima. Estamos abocados a eso.
-En uno de sus escritos, sintetizó sus pensamientos en esta frase: “Sólo trato a los demás como quiero ser tratado”. Eso es una paráfrasis de: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.
-Sí, Kant lo tomó…
-No, eso es de antes de Kant. Está en el Evangelio y aún antes de éste.
-Sí, quería abundar en esa idea. Kant lo toma como un imperativo categórico y Kant es muy reciente a nosotros. Está en el Evangelio, pero está mucho más allá del Evangelio y es muy anterior. Creo que sigue válido.
-A lo que apunto es a preguntarle dónde está su aporte nuevo al respecto. Esa es una síntesis a la que llegaron casi todos los líderes espirituales en todas las épocas. Usted está reeditando viejas ideas que fueron olvidadas, dejadas de lado o postergadas.
-No estoy preocupado tanto por el hecho de la originalidad ni hago autoanálisis en el sentido de “Bueno, a ver qué es lo nuevo que puedo aportar”. Simplemente pongo en marcha un tipo de pensamiento donde destaco aquello que puede ser de alguna utilidad o que puede servir para el debate. Pero en rigor, si a mí se me pidiera un inventario acerca de los nuevos productos, diría que todavía no lo he hecho.
-¿No lo va a hacer?
-No estoy tan seguro.
-¿Por qué no?
-No me parece que esta materia deba tratarse en sentido objetal, como se hace por exigencias del mercado con los nuevos productos, en que hay que destacar las diferencias con el otro tipo de jabón, con que lava más blanco y todo aquello. No creo que sea tanto el caso, sino más bien el poner en marcha ciertas ideas y ver si aguantan la prueba y si tienen suficiente consistencia en sí.
-Si uno oye el testimonio de la gente que ingresó a Silo en alguna etapa de su vida, hay una constante, que es una fuerte crisis interior. ¿Por qué piensa que encontraron la respuesta en usted y no en otros pensadores que también plantearon esas ideas: el Evangelio, un Bertrand Russell, un Voltaire, un Fromm, por ejemplo, mucho más difundidos?
-Mucho más difundidos, sí, en efecto. Tengo mis dudas acerca de la estructuración. Pero ésa es otra conversación. No creo que estén en el momento histórico.
-Y usted lo está.
-Sí, creo que se está abriendo el momento histórico, que es cada vez más favorable a este tipo de pensamiento, que va con la sensibilidad de la época, no sólo con la idea que se tiene en está época, sino con su sensibilidad.
-¿Usted se considera un pensador, un filósofo o un escritor?
-Un escritor.
-¿Por qué en sus escritos usa tantos términos de creación personal: ancianizar, intracuerpo, copresencia y otros terminachos que no aparecen en ningún diccionario castellano?
-Es un mal hábito adquirido en contacto con la fenomenología. Se manejan mucho con ese tipo de terminología, con los guiones, un lío con el lenguaje.
-¿Y cómo bucea usted dentro de ese pensamiento? ¿Lee alemán?
-No, es un desastre. Así que tengo que manejarme siempre con tres o cuatro traducciones.
-¿Y cómo decide cuál es la verdadera, la que se ajusta más al pensamiento original?
-Hay problemas. Pero imagínese, habría que comprender todas las lenguas. Es un lío. Se hace como se puede. Y además estamos en Latinoamérica. Y además en un pueblito chico.
-¿Usted se considera un pensador a nivel de Latinoamérica?
-Bueno, de momento.
-¿Así como el Chapulín Colorado es una especie de Superman subdesarrollado?
-Así es, así es. Algo así. Dentro del esquema del nuevo liberalismo corresponderíamos a una etapa propio del subdesarrollo. Ellos nos verían así. Dirían: “Para qué leer esto, si es subdesarrollado. Mejor leamos otras cosas interesantísimas, como -qué sé yo- Fukuyama. Es gente del Departamento de Estado, gente ponderada, grandes ideólogos, de mucha consistencia ideológica, sí, los superdesarrollazos”. Eso en el esquema del zoologísmo neoliberal. Nosotros pensamos otra cosa de ellos.