Chile
2 DE Mayo De 1989
Una leyenda pintada en la pared
Silo vino, lanzó su libro… y convenció a muchos sin necesidad de aureola
Revista Hoy – Por Fernando Barraza
Si Mario Luis Rodríguez Cobos se diera una vuelta por el Paseo Ahumada, no llamaría la atención de nadie. Moreno, de regular estatura, impecablemente vestido, este mendocino de 51 años parece un buen señor burgués, que camina sin prisa a su oficina.
Otra cosa si se habla con él… y se le mira a los ojos. Entonces irrumpe Silo. El mismísimo Silo en que se está pensando. ¿Qué culpa tiene Rodríguez Cobos que le hayan inventado una leyenda? O a lo mejor la tiene.
Sí, claro, la Comunidad, el grito de Punta de Vacas por allá por 1965, la droga, los hijos se van de la casa…, los “viejos inútiles” de 50 años. Y ahora, en cuanta muralla de Santiago lo permite, el letrero implacable: “Silo viene ¡Despierta!”.
Y vino. Del miércoles 10 al Sábado 13 de mayo, Silo pasó por Santiago, según la versión oficial, para lanzar su libro Humanizar la tierra.
Con tanto prólogo, habría que imaginarse un gurú, con túnica y aureola. Y aparece un correcto intelectual cincuentón, de canas y hablar pausado, con una insoslayable fuerza en los conceptos y en la mirada:
-El ser humano tiene una exterioridad política y social, pero no se puede eludir la interioridad personal: ¿De dónde viene?, ¿A dónde va? El sentido de la vida, de la existencia. Dios existe, no existe…
Todo comenzó en una moto
Acompañado de un equipo de asesores que no le pierden ni pisada y que graban y filman en video toda la conversación con HOY, Rodríguez Cobos no parece sentirse cómodo tras la leyenda de Silo:
-Hay gente que cuando está conmigo cree que se va a encontrar con algo extraordinario. Eso es propaganda que desvirtúa el mensaje, porque entonces la persona pasa a reemplazar al mensaje y eso no puede ser.
Nacido en Mendoza, en enero de 1938, Mario Luis Rodríguez Cobos está casado desde hace quince años y tiene dos hijos varones, de 10 y 5 años. Vive en los alrededores de esa ciudad, donde se dedica a la agricultura y a sus libros.
Su historia partió a los 18 años, cuando se subió a una moto, con algunos escritos en el morral, y partió a recorrer Argentina y el continente. Ocho años después, en una mítica reunión en Punta de Vacas, en la cordillera, le dio el puntapié inicial a la Comunidad para el Desarrollo Humano, que nació simultáneamente en Mendoza y Santiago y que, según él, hoy existe en 52 países.
Silo, ya más allá del límite de los 50 años, que sus seguidores más fanáticos señalaban como el máximo de vida útil, explica tan discutible idea:
-Eso de los 50 años es algo panfletario, interpretaciones incorrectas. Afirmamos otra cosa: mientras una generación está en el poder, otra es desalojada, otra puja por ocuparlo y una cuarta está preparándose.
La década del 60 merece un comentario especial:
-Fuimos una generación contestataria, con varias vertientes, los hippies, la droga, el guerrillerismo y el misticismo. Fue una época de gran comunicación generacional, la Comunidad aparecía atractiva y muchos llegaron hasta nosotros.
Ahora los humanistas
El problema es saber qué pasó después y en qué se diferenció la Comunidad de las otras variables. Silo explica: “No era suficiente criticar el sistema sin proponer un modelo nuevo. Fue lo que hicimos y por eso hay día estamos en 52 países, con un mensaje en que lo central es el hombre, humanizar la tierra”.
A partir de ahí surgieron los partidos Humanistas. En Argentina tienen cuatro años (el domingo 14 llevaron una de las listas a Presidente) y en Chile irrumpieron con gritos y plumeros color naranja:
-El Partido Humanista nació de la Comunidad. Le dan vida los más inquietos por el problema social. Estamos creciendo lentamente, teniendo presencia, no sólo los humanistas, sino la Comunidad. Queremos salir de la etapa artesanal para entrar en una etapa más sólida.
Después del golpe de 1973, en Chile, muchos siloístas fueron perseguidos:
-No sólo acá. Muchos de los nuestros fueron encarcelados, torturados, exiliados. A mí me declararon una especie de muerte civil, no podía comunicarme con nadie. Pero el exilio nos ayudó; donde fue uno de los nuestros, ahí formó una Comunidad.
La visión de Silo ha cambiado, como él mismo acepta: “Hace 20 años yo era pesimista sobre el destino del mundo. Hoy el panorama es distinto, hay un avance a escala mundial, la perestroika es un avance indudable”.
No le parece igualmente feliz la realidad sudamericana:
-Hay intereses ajenos a nuestros países que nos quieren destruir. Primero intentaron enfrentarnos unos con otros. Ahora la estrategia es crear una política de choque dentro de cada país, llegar a una especie de empate interno y llevarnos a la desintegración. Ya ocurrió en San Salvador, ahora está el caso panameño. Para allá parecen ir Perú, Colombia, quizás Brasil y Argentina.
Cuando se le recuerdan las acusaciones de ser enemigos de la familia, Silo habla más fuerte:
-Los que nos acusan a nosotros de destruir la familia son sus verdaderos destructores. Sacrosantos defensores de la familia, que destruyen con la cesantía, el exilio, la injusticia social, la falta de calorías. Por favor, niños que se van de la casa…
Tres escritos en un libro
Autor de obras tan sesudas como Esquema del espacio de representación mental de la percepción y la imagen y Discusiones historiológicas e inconsistencias en la fundamentación de la lógica de la verdad, Silo lanzó en Santiago su libro Humanizar la tierra (Editorial Planeta, 134 páginas). Se trata, en realidad, de tres textos distintos: La mirada interna, El paisaje interno y El paisaje Humano.
La mirada interna está dividida en 20 capítulos y cada uno de ellos, en fragmentos. Parte con dos capítulos introductorios y luego desarrolla las ideas principales a través de diez “días” de reflexión.
El paisaje interno está dividido en 18 capítulos, con temas como la felicidad, el sufrimiento y el sentido de la vida. Al igual que La mirada interna, este libro fue pulido y perfeccionado en 1988. Había sido escrito siete años antes y La mirada interna, en 1972.
Finalmente, El paisaje humano, redactado íntegramente en octubre de 1988, presenta trece capítulos, con textos como la memoria, la educación, la historia, las ideologías, la violencia, la ley, el Estado y la religión.