sábado 4 de julio de 1987
Página 12,
A los 49 años, el líder del Partido Humanista y factor decisivo en la constitución del Fral en alianza con el P.C., se define como individuo y como político. Marxista, no es. Izquierdista, tampoco.
Nació como Mario Rodríguez Cobo en Mendoza, el 6 enero de 1938. Sus padres, también mendocinos, aún viven en la provincia. Llegó a bachiller, pero no era el estudio lo que atraía a quien, con el tiempo y las adhesiones de quienes creen en él, se convertiría en Silo. Tiene dos hermanos, se caso con Ana Luisa Cremaschi, y de ella tuvo dos hijos varones (7 y 4 años de edad). Vivió en Mendoza, pero un día los vientos dictatoriales le soplaron la conveniencia de emigrar: En Barcelona, España, dos locales (uno, en la calle Consejo de Ciento) albergaron en 1982 las reuniones de su grupo.
Paso el tiempo y en el año actual, cuando los emisarios del partido Comunista argentino se reunieron con las autoridades del Humanista, para concretar el FRAL, sucedió algo inesperado. Las tratativas habían llegado a un acuerdo general, pero en ese momento los representantes humanistas giraron, mirando hacia un hombre que estaba sentado, a dos metros de distancia, en ese momento, hasta Athos Fava escuchó: «Está bien. Podemos hacer el frente con los compañeros comunistas». Había hablado Silo. Ese hombre, habla a continuación, para Página 12.
– ¿Quién es usted, Rodríguez?
– Creo que soy una persona bastante común. Sobre todo, un ciudadano tranquilo. Soy un observador del mundo que me rodea. Y creo, también, que trato de aportar, a partir de esas observaciones algunos elementos que les pueden servir a otros, no sólo que me puedan servir a mí. La cuestión de que mis aportes sean interesantes o no… eso está sujeto a discusión.
– ¿Tiene usted una formación marxista?
– No, no tengo una formación marxista. Creo haber entendidos algunos elementos del pensamiento marxista, que es complejo, muy interesante. Pero no: Mi formación no es de ese tipo.
– ¿Se considera un hombre de izquierda?
– No, tampoco soy izquierdista.
– Pero comparte una propuesta de izquierda, el FRAL.
– Claro que sí, el FRAL es de izquierda. Tiene un programa absolutamente de izquierda, que yo comparto. Pero no me considero un hombre de izquierda. ¡Está tan manoseado ese concepto! ¿Qué significa, hoy, ser de izquierda?
– ¿Cómo y cuándo decidió intervenir en política?
– Toda actividad humana está relacionada, de una manera u otra, con el hecho político. Si usted se sustrae a la política, crea un vacío que otros llenarán, y por lo tanto usted estará interviniendo en política por omisión.
De todos modos, es fatal que uno se vea constreñido, por la situación en que vive, a dar respuestas en esa dirección. Partamos de la base existencial, espiritual, ¿qué diablos hacemos frente a un mundo que no hemos elegido, en el que la capacidad de decisión está en otras manos, de otros que nos injurian con la desdignificación del ser humano, que imponen la humillación, el atropello y la explotación? Frente a esa certidumbre, las respuestas pueden ser la militancia o la aceptación.
– ¿Cuál es su ideario político?
– Yo diría que soy partidario de un socialismo descentralizado, básicamente humanizado. Creo que el socialismo, en general, está reconsiderando posiciones, haciendo un esfuerzo por humanizarse. Vamos convergiendo en esa dirección: nosotros, que vamos aclarando nuestras ideas, y otros, que son más antiguos que nosotros, están elastizando sus posiciones. Entonces, creo que nos vamos a encontrar.
– Pensar en un futuro socialista, ¿no implica pensar en el poder?
– Pensar en el socialismo es pensar en una etapa de traslado del poder de las minorías hacia las mayorías, pero también es pensar en un mundo mucho más humano, donde el Estado termine por ser muy poca cosa. No estamos hablando de la propuesta liberal: que el Estado se achique, para que ese lugar lo ocupen los monopolios. Hablamos de un proceso de humanización creciente, donde desaparezca el mandamás, que hoy existe tanto en los regímenes capitalistas como en los socialistas. Que el Estado se vuelva innecesario. Es la utopía de los socialistas, el viejo sueño de todos ellos. Inclusive de Marx, que quiso una sociedad sin clases, donde el Estado acabaría por desaparecer.
– ¿Chocaron ustedes con algún rechazo, en los momentos iniciales?
– Sí. Este es un caso más de lo que sucede siempre al principio.
– ¿Usted se siente llamado a tener una proyección como figura política?
– Acá hay un problema: todo el mundo se siente capaz de hacerlo todo. Y eso no es cierto. Para ser un político práctico, hacen falta determinadas capacidades que yo no tengo. Hay que tener carisma personal, capacidad de arrastrar masas. Esa comunicación tan abierta, tan fácil, tan espontánea…
– Pero a usted se le han atribuido esas cualidades…
– Dejémoslo entre paréntesis: yo no estoy tan seguro de poseer esas cualidades. Hablemos de la capacidad de negociación, del conocimiento del hecho práctico, cotidiano, inmediato, en el que son tan versados los políticos. Esa es tarea de otros, que sí saben hacerlo. Yo puedo encajar lo político en un análisis más vasto, pero no soy un político.
– ¿No pensó en participar en la campaña electoral, del modo que sea?
– ¡Nooo! Creo que echaría a perder más de una cosa si lo hiciera. Entonces, no voy a participar en la campaña. Y por si se le ocurrió, sáqueselo de la cabeza: no voy a ser jamás candidato. Escríbalo bien, para que quede como compromiso frente a la opinión pública. A propósito, quiero hablarle de los militantes del PC. He encontrado un enorme valor humano en los comunistas. Eso, para nosotros, es fundamental. Cualesquiera sean las críticas que nos haya merecido la línea política del PC, hay que rescatar el valor humano inquebrantable del militante comunista en las peores condiciones de represión.
– Me parece que usted tiene ganas de decir algo.
– Antes de terminar, quiero ser yo el que haga una pregunta: ¿esta entrevista será publicada fielmente, o pondrán, como ha hecho otra prensa, lo que a ustedes se les ocurra?
Dardo Castro.
Página 12,
sábado 4 de julio de 1987.