Santiago, Chile
29 de Octubre de 1971
Revista Ramona

EXCLUSIVO! Asistimos a la boda de Silo en Mendoza y antes conversamos con el mismo en persona 48 horas.

Es un pequeño burgués; falso lo de la “vieja” (tiene 31). Silo vende líquido de frenos por las calles de Mendoza; en Argentina, un desconocido; anuncia visita a Chile.

Ocho horas conversó en Mendoza enviado especial de RAMONA con Mario Luis Rodríguez, más conocido como Silo. Flaco, ojos saltones, pelo corto, nervioso y movedizo, petitero en el vestir, pintoresco en el hablar, se declaró revolucionario, enemigo de las drogas, peronista pero que desprecia a Perón. Es un próspero industrial de pastos de aceituna y de líquidos de freno.

Tiene de todo, vive con gran comodidad y nuestro enviado especial asistió a su casamiento con hermosa bailarina que perteneció al Ballet Nacional Chileno.

Ama y respeta a sus padres y a sus dos hermanos.

Reportaje de Mario Gómez López.

Salí de Pudahuel a las 18 horas. Treinta minutos después aterrizaba en Mendoza. A la derecha de la pista, mientras rodaba el avión, vi a unos 500 metros la enorme cola de un avión de fea apariencia. El famoso U-2, avión espía norteamericano que trabajó día y noche volando sobre Bolivia cuando el Che Guevara movía con sus guerrilleros en la selva de ese país, siguiéndole el rastro desde más de 10 mil metros de altura.

En el recinto del aeropuerto muchos gringos. Ya en Mendoza los “Johnies”, así los llaman, copaban la capacidad de los hoteles. Todos soldados de Vietnam que son enviados a reponerse de la crisis mental que provoca el asesinato a una ciudad limpia, grata, donde nadie los repudia ni provoca. A las 11 de la noche, en la casa de un amigo, se produjo el primer encuentro con Silo, etiqueta de un supuesto movimiento organizado al que en Chile se le achaca de un cuanto hay, desde homosexual y drogadicto, hasta revolucionario marxista. Flaco, rostro anguloso, ojos que parecen escapársele, pelo corto estilo militar. Sonrisa nerviosa, facciones tensas. No me demostró otra cosa que una fría reserva.

Frente a frente

Un trago de wisky para mí, una gaseosa para él. ¿Qué quieres tú de mí?, preguntó él abriendo el diálogo a baja temperatura. Le expliqué que queríamos saber quién era, qué pretendía, descorrer el velo de un submundo inesperado que había surgido en Chile como consecuencia de la corrupción a nivel de estudiantes que abandonan el hogar para incorporarse a una organización que lleva su nombre, donde se hacían prácticas indeseables y se repudiaba a una llamada generación vieja a la que se pretendía reemplazar por un llamado “poder joven”.

Sonrió golpeándose al mismo tiempo las rodillas. Se paró de su asiento y me dijo:

-¿Quieres revisar conmigo lo que nosotros decimos?- Y me entregó un folleto redactado supuestamente en Chile por un tal Bruno, donde se habla del “poder joven” y se define una supuesta posición “revolucionaria” de ese movimiento.

Fueron cuatro horas

La lectura del folleto demoró. Cada ciertos párrafos le interrumpía. Se producían algunos diálogos. De repente le dije:

-¿Pero tú has pensado todo esto solo? ¿Discutes con alguien estas cosas de la revolución que tú llamas? ¿Y qué tipo de revolución es?

-Tienes razón. Debo discutir más. Lo hago todo solo. Nuestra revolución es contra todo lo que hay. La juventud no participa en nada y es ella la única que está capacitada para hacer una verdadera revolución.

Durante las cuatro horas que estuve la noche del lunes para el martes, no logré entender la liberación personal de que habla en sus escritos, ni tampoco pudo definirme de qué revolución hablaba. Evidentemente que demostraba tener un barniz ideológico, no marxista, pues los desprecia, pero de los cuales habla mucho. Pero el resultado de ese prolongado encuentro fue uno muy importante: nos hicimos amigos, nos tuteamos y terminamos a las 3 de la mañana comiendo salchichas con ensalada en un restaurante cualquiera.

Para el otro día quedó comprometida otra cita a las dos de la tarde en un restaurante cercano al café Bahía, donde suelen concurrir personajes muy similares a los que acuden al café Haití en Santiago. Abundancia de barbas, mucho fútbol en la conversación, pelambres a Lanusse, y mucha, revolución. Pero esa noche, además, quedé sorprendido de una cosa: en el restaurante donde comimos, nadie se dio vuelta a mirarlo, nadie expresó interés por su persona. ¿Pero cómo? ¿Acaso SILO no es un personaje que atraiga la atención pública? Al día siguiente, recién entonces, comenzó la entrevista. El contacto estaba hecho y la cordialidad era un puente que nos permitía saber quién es verdaderamente este personaje que en Chile aparece tan importante, y en Argentina, no.

Y de repente me dijo que tenía que irse. Y me insistió lo acompañara.

Vendedor

En un auto nuevito, veloz y sin mayores tropiezos recorrimos buena parte de Mendoza. Se bajó en innumerables servicentros para ofrecer su mercadería: líquido para frenos. Mientras viajábamos en el coche, me cuenta:

-Donde acabo de estar me están haciendo cosas feas. Yo vendo más barato, porque consigo el alcohol a bajo precio. Pero esos “cosos” le compran a la competencia. ¡Debe haber algo raro!

Pero lo raro para mí es que en ninguna parte pasa nada con SILO. Nadie se le acerca, nadie lo saluda, no llama la atención de nadie. Y llego a una conclusión: HAY DOS SILOS: UNO QUE INVENTARON EN CHILE Y OTRO QUE INVENTARON EN ARGENTINA. Sólo que a éste último lo inventó el propio SILO, un poco deschavetado, otro poco irresponsable, pero ni loco ni tonto.

Mario Luis Rodríguez, SILO, nació el 6 de enero de 1938, en Mendoza, en la casa ubicada en el 500 de la calle San Lorenzo. Vivió allí hasta los 4 años. Luego se trasladó cerca de la Bodega Giol, gran productora de vinos, donde su padre -descendiente de andaluces- era gerente. Don Rafael Rodríguez (71 años, pelo blanco, lentes gruesos) es un prospero industrial, que siempre tuvo un buen vivir y un buen pasar. Su esposa, doña María Luisa (62 años, nacida en Bilbao, España), dio a la familia esa estabilidad emocional que emana de una disciplina impuesta a escobazos. Aparte de SILO, hay otros dos hijos. Guillermo, de 42 años, publicista, que vive en Río Cuarto, y Nelly Raquel, de 43, profesora de artes plásticas, que trabaja en Mendoza.

-Mirá, siempre vivimos bien, sin problemas, porque el viejo es bravo para el trabajo. Crecimos sin conocer la miseria. Me matricularon en un buen colegio, el San José, que es de los hermanos maristas. Un colegio de curas para los copetudos. Doce años allí y en los tres últimos de mis estudios secundarios desperté a los problemas sociales.

Lo cuenta todo muy apurado, mirando el reloj y sorbiendo nerviosamente una naranja mientras yo arremeto contra una milanesa de cerdo, porque Mendoza soportaba veda de carne de vacuno. En el San José, SILO tuvo de profesor al cura diego. Todos los jueves el cura Diego salía con un grupo de alumnos a las Villas Miserias de Mendoza (las callampas nuestras) a predicar el Evangelio y vibrar con la pobreza. Allí empezó la preocupación de SILO por “lo social”, algo aparentemente claro, pero expresivamente confuso.

Pero SILO practicaba gimnasia y antes de los 22 años, fue campeón de gimnasia en aparatos en Mendoza y luego campeón de Argentina en la especialidad caballete.

-Como estudiante no fui bueno ni fui malo. Pero los curas no son tan malos tipos- afirma golpeándome el hombro.

Y yo recuerdo que en Chile un colegio de curas, el San Ignacio, sirvió de almácigo para una gran cantidad de líderes políticos.

¿SILO, alumnos del San José de Mendoza, ubicado en plena calle San Martín, colegio para “copetudos”, no será un producto, equivocado o no, pero sin otro cause que el de soñar y existir por cuenta de un charquicán de ideas revueltas a granel y dichas a gran velocidad y con enorme cantidad de adjetivos?

Pero no se quedó en Mendoza. Un día decidió atravesar la cordillera y se vino a dedo. Llegó a Santiago, siguió a Arica, y no paró hasta llegar a Colombia.

-Allí, en Colombia che, me quedé un buen tiempo de los seis meses que duró la gira.

-¿Y qué recuerdas de Chile? ¿Qué te impactó y qué aprendiste?

Me golpea de nuevo el hombro amistosamente y tuerce la boca como para sentirse cómplice de una respuesta que piensa me ha de agradar

-Mirá. Che chilenito. Yo había vivido hasta entonces en una ciudad de “picos chatos”. Tú sabes, los gansos esos. Una ciudad pacata, dormida, reaccionaria. Cuando conicí otros países me sentí estafado porque en Mendoza no había conocido la vida- ¡Me estafaron, che, me estafaron! Pero de Chile lo que más recuerdo es lo sufrida que es su gente. Gente libre, muy ágiles mentalmente. Gente con “urgencias” de hablar sin frenos. No hice amigos, pero me impactó, che. Ya te digo. Después de eso, me sentí estafado aquí en Mendoza, tan reaccionaria, tan de “picos chatos”.

Al regreso estudió trea años Ciencias Políticas y formó grupos de estudio con seis amigos. No me da sus nombres porque los “cerdos” (policías, a los que les da el mismo nombre que las panteras negras de EE.UU.) podrían descubrirlos. Estudiaron mucha socología, cuenta y agrega:

-Mirá.Aprendimos mucho y nos interesamos en lo social, vos sabes. Estudiamos la revolución China. ¡Qué bien esos tipos, qué bien! ¿No te parece?. Fíjate que ese tipo Mao está en la línea, en la nuestra. ¡Es un tipo bárbaro! ¿Y te fijas lo de la revolución cultural? Usted en Chile debería hacer algo semejante. Les haría bien, che, les haría bien.

Se para de la mesa, camina, hace gestos con la mano, tuerce la boca, mira el reloj y me apremia para que me apure. Tiene que irse y me invita a acompañarlo. Pero remacha:

-¿Tú te das cuenta que hay que luchar contra el burocratismo? Fíjate que Perón fue un pelotas, un viejo de mierda, pero no digas. Evita era de extracción popular y empujaba el carro, che. Se murió y a partir de 1952 ese viejo de mierda paralizó la cosa popular. ¿Vos entendes, no? Desarmó a la CGT y creó el gran burocratismo. Y ahora estamos en un laberinto que no entiende nadie. Pero no te olvides de lo que decía ese tipo Hegel. Las contradicciones y la antítesis que da como resultado la síntesis. Y vos comprendes, yo soy la síntesis.

Lo dice en serio y me pide que le ratifique si entendí o no. Le digo que sí y mira de nuevo el reloj.

Peronista, pese a todo

-Yo luché contra Perón, pero no contra el peronismo. Y entonces surgió el “poder joven”. Y fue cuando decidí irme a la selva, allá en Jujuy con 12 amigos. Hicimos gimnasia para fortalecer el físico. La vida dura sirve para eso, y para fortalecer el espíritu, vos sabes. Nos agarramos un tifus que casi nos lleva. Pero nos apresaron los “cerdos” porque dijeron que éramos guerrilleros. ¡Qué íbamos a ser esa cosa! No, si lo único que hacíamos era gimnasia, conversar y soportar el clima. Y allí comenzó el “poder joven”, ¿entendes?

Y aquí me larga una disertación muy seria sobre los jóvenes.

-Fijate vos que el Che Guevara y Fidel fueron jóvenes, ¿ves tú? Además los Guevara, vos sabes, son mendocinos y todos unos reaccionarios pelotudos.

Y Fidel es Ruz, buen apellido, de buena familia. Ellos son “poder joven” también.

Pero me deja más sorprendido aún cuando dice que él se siente mitad argentino y mitad chileno. Porque recuerda que Mendoza perteneció a la Capitanía de Chile y que culturalmente Mendoza es más chilena que argentina. Afirma que Chile es la costa de Mendoza, y remacha:

-Por eso fue que en 1969 me fui a la cordillera, cerca de la frontera, en Punta de Vacas. Fue el 1º de enero y el 4 de mayo inventé lo de esa reunión a la que los “cerdos” la bautizaron como el sermón de la montaña.

-¿Pero tú te crees con poder divino, como enviado de DIOS?

-Oye, ¿tú te crees eso? Mirá, nosotros inventamos un poco para atraer gente. Pero no soy un pelotudo para creerme nada. Lo que importaba era hablar de la gente joven. Imagínate, un pelotudo como yo se va a la montaña y dice cosas. Entonces los “cerdos” se asustaron, es lógico. Porque veinte días después se produjo el “cordobazo”. Nosotros lo olíamos, sabes.

Pero cuando habla de nosotros no cuenta si tiene organización o no, si tiene algo que le permita hablar de un movimiento con alguna base.

-Mirá, lo de “santón” fue un invento, que a lo mejor sirvió.

-¿Entonces tú eres un degenerado, eres homosexual como afirman?

–No digas pavadas. He vivido en concubinato ocho años y me caso hoy porque lo hago libremente, para que no me digan pavadas, ¿entendes? Yo me cago en todo, pero quiero casarme y se acabó.

-¿Y de dónde sale la plata? Porque tú gastas y si dices que tienes una organización, de alguna parte tiene que salir el dinero.

-¿La guita? Sale de dos partes. Tengo una industria chiquita donde fabrico pasta de aceituna para hacer sándwiches. Y otra industria también chiquita donde elaboro líquido para frenos. Tengo un buen vivir y mi viejo también tiene guita. El viejo es fenómeno y la vieja también. Dos hermanos a los que quiero mucho y que están conmigo.

-¿Por qué te llaman SILO?

-Eso viene del granero y surgió así de repente, sin pensar en nada. Pero déjame seguir con lo de la guita. Dicen que la CIA me da plata. Ojalá, che, ojalá. ¿Te imaginas cuántos diarios, cuántas radios y televisión tendríamos? Y quiero también volver a lo de antes. ¿Qué hay degenerados que se reúnen los fines de semana y hacen de todo, consumen de todo? Es problema de ellos. Pero que vengan, che, que vengan a nosotros que los recibiremos sin problemas.

Luego dice que ellos hablan de revolución sicológica para defenderse de los “palos”. Dice que esos son palos “subjetivos” que le dan a través de los medios de difusión. Le pregunto:

-¿Si dices que eres un revolucionario, por qué no te has incorporado a la lucha de la lucha de la clase obrera? Me responde con otra cosa:

-Nosotros nos jugamos las pelotas, nosotros, entendes. Los del MIR, el VOP son unos pendejos. Nosotros nos jugamos las nuestras.

Se casó con una hermosa bailarina de ballet

A las 12 horas del miércoles 20, en el Registro Civil de la Avenida 9 de Julio 632, SILO se casó con Ana Cremaschi, 31 años. Toda la familia de SILO presente al igual que la de ella. Algunos amigos. En total no más de 15 personas y entre ellos este enviado especial.

Ella, esbelta, quizás delgada, pero de muy bien torneadas piernas. Vestía traje blanco midi, con una flor roja en el escote. Rostro fresco, hermosa, y un todo atrayente con mucho de señorío. Una risa abierta, franca, pero fría.

La oficial del Registro Civil leyó a los contrayentes las obligaciones que corresponden a cada miembro del matrimonio. SILO, mirando de costado, dice con voz opaca:

-No estoy de acuerdo con todo eso.

La funcionaria no lo mira ni sonríe. Los asistentes se mueven inquietos y más de uno esboza una sonrisa. Cuando terminan las “instrucciones” y antes de firmar el libro, SILO vuelve a interrumpir. Y en ese momento pienso que se siente comprometido con la visita de un periodista chileno, y por eso dice esas cosas y le escucho:

-Tampoco estoy de acuerdo con ese crucifijo -y lo señala con el dedo. Pero la voz no es muy alta ni el tono muy seguro. Firman los testigos y los esposos. Abrazos, salimos a la calle y allí cae el arroz sobre la cabeza de todos. Muy burgués, sin espectadores. SILO no llama la atención en Mendoza.

¿Por qué en Chile? El periodismo tiene mucha culpa y también los intereses políticos. Converso con la novia y me cuenta, en la casa, cuando se festeja el enlace:

-Trabajé en 1964, durante dos años, en Chile, en el Ballet Nacional, y viví en casa de Uthoff, el director. Fui una profesional que no hice noticia porque nunca fui amiga de los periodistas y porque la publicidad no me atrae. ¿Por qué me caso? Porque lo quiero a Mario Luis. ¿Se fija qué cosa más simple?… y claro, me gustaría volver a visitar Chile. Pero depende de Mario Luis.

Un pequeño burgués

SILO es un personaje fabricado en Chile por una serie de circunstancias y por una diversidad de intereses. Conocerlo no es una experiencia que enseñe.

Los que han pretendido vincular a SILO a algo más allá de lo que les hemos contado en este reportaje han jugado un poco con la profesión periodística.

Y en esto el pecado es de todos. En todo caso, SILO es nada más que noticia, pero en Chile, no en su país. Y en lo que han leído ustedes pueden recordar que dije que era políticamente irresponsable. Y les cuento lo que él me dijo al despedirnos:

-Mirá, me voy a Córdoba. Porque con los muchachos (¿Quiénes?) tenemos que preparar un voto. Vamos a imprimir cuatro millones de votos donde nos cagamos en las elecciones, en los candidatos, en los partidos políticos, en todo. ¡Vas a ver tú que despelote cuando en las urnas aparezcan esos cuatro millones de votos!

El cree sinceramente que es importante y que depositarán esos votas. La culpa es de ese personaje que se llama “pequeño burgués”, que de repente no quiere ser otra cosa que el dirigente de todo lo que hagan los seres más importantes: los trabajadores.