Revista Paula
Por Graciela Romero
Octubre 1990

Un tanto pasado de moda, pero con un nuevo libro, llego Silo a Chile. Esta fascinado con el presidente Aylwin, pero furioso con su presidente Menem y con Enrique Lafourcade, el próximo enero hará un encuentro internacional siloísta en Santiago.

Por carilargo, cuellilargo, desgarbado y larguirucho total, al niño Mario Rodríguez Cobos sus compañeros de colegio en Mendoza lo apodaron “Silo”.

Nadie, ni él mismo, pudo imaginar que con el correr de los años ese “Silo” que lo fastidiaba bastante, iba a ser su nombre de batalla; para organizar el Movimiento que él prefiere llamar “La Comunidad”, y para firmar los numerosos volúmenes que ha escrito sobre los temas que interesan al siloísmo.

Es justamente por su último libro “Contribuciones al pensamiento” que vino nuevamente a Chile en septiembre.

Con cincuenta y dos años a cuestas, una esposa y dos hijos de 11 y 7 años que dejó en Mendoza donde se dedica al negocio de propiedades (“la situación del agro argentino imposibilitó que siguiera trabajando la tierra”). Silo, más bien parece un funcionario que un líder espiritual. Especialmente si se piensa que a finales de los años sesenta trajo desde Mendoza una ráfaga libertaria que estremeció a los padres de familia nacionales. Bajo el influjo de Silo, hijos de las mejores familias se fueron de sus hogares repudiando el modo de vida establecido, aspirando a una existencia más sana libre de codicia, de competitividad, de hipocresías, y con la libertad sexual campeando en medio de tanta idílica autenticidad.

Favores y disfavores de Silo

Con el pelo gris, pero siempre muy flaco, con un aniñado terno beige de cotelé y los ojos bien azules que se mantienen severos, aun cuando sonríe mucho, incluso cuando algunos comentarios le molestan francamente, este Silo de 1990 resuelta casi extemporáneo. Un poco bastante pasado de moda, aunque sus editores lo apremian para que sea más prolífico, porque las ventas de sus libros son seguras.
Nunca viaja solo. Tampoco ahora.

Siempre lo acompaña un par de discípulos-lugartenientes, que no se mueven de su lado durante la entrevista.

-¿Cree usted que con los casi treinta años transcurridos desde la eclosión siloísta, los ánimos de rebeldía se han aquietado, en Silo mismo y en sus adeptos?

-Vamos por partes. Esa libertad sexual que usted menciona y esa rebeldía contra los padres no pertenece a nuestro Movimiento, sino que fue el resultado del hippismo que invadió Chile. Lo mismo que el auge de la droga, especialmente la marihuana y los alucinógenos. Silo llegó a Chile durante la Unidad Popular, cuando la crisis de la sociedad chilena resultaba insoportable y aunque opuesta, era muy parecida a la crisis que la dictadura militar había impuesto en la Argentina. Nosotros estamos en contra de la violencia y de la mentira, casi tanto como estamos en contra de los marxistas, de los sicoanalistas, del militarismo. Por eso no les gustábamos a ninguno de los dos gobiernos. Los militares me mandaron “a predicar a las piedras”, por lo que establecimos nuestro cuartel en un villorrio desolado que se llama Punta de Vacas. De allí pasamos a Chile, donde tuvimos estupenda recepción entre los jóvenes y una muy mala de las autoridades. Fuimos denigrados.

-¿Y qué pasa ahora con Silo?

-El Movimiento se ha extendido hasta la India donde nos ha ido muy bien y hasta el Japón donde nos han ido bastante mal. La sociedad economicista y competitiva japonesa ejerce una violencia aterrorizante. Recuerde que la violencia no es sólo la que mata o hiere físicamente. La violencia moral, racial y económica es quizás mucho peor. Es lo que sucede con el empresariado japonés. A mis conferencias en Japón asistieron algunos altos ejecutivos, que escucharon con atención y luego comentaron que si se metían en el movimiento serían despedidos inmediatamente de sus empresas.

-¿Cuál cree usted que es su éxito en Chile, hoy?

-Muy satisfactorio. Nuestros encuestadores calcular en 100 mil los adherentes. Por eso realizaremos el próximo mes de enero, en santiago, una Reunión Internacional. Vendrán hasta islandeses. ¿Sabía que mis ediciones en Islandia son quizás las más hermosas?

-¿Compararía el Movimiento con la Masonería, por el cariz semiclandestino que tiene?

-Jamás hemos operado en la clandestinidad.

-¿Cómo hago yo para hacerme su discípula?

-Puede hacerlo ahora mismo, aprovechando la entrevista. Pero le contaré que en el Barrio Bellavista hay una casa de Silo. Que si usted va preguntando por las librerías que venden mis libros, si pregunta en las universidades, va a dar con personas que se encargarán de hacerla adepta. Que en cualquier café o esquina de Providencia hay discípulos que la ayudarán. Y está el “Prossit” de Bellavista, ese café-bar que es de los nuestros.

-¿Existe un rito de iniciación?

-(Risas, otro cigarrillo y cambio de tema).

El nacimiento de Silo

Estudiante de Ciencia Políticas, Mario Rodríguez Cobos, y un grupo de estudiantes de otras asignaturas -Psicología y Pedagogía, especialmente- comenzaron a preocuparse por “un mundo que iba caminando mal”. La actitud rebelde incluyó a la propia universidad que comenzó a mirarlos con mala cara. Hasta que, a lo menos el futuro Silo, tuvo que dejarla sin ninguna pena, como lo recuerda ahora. Gradualmente, su inquietud tomó una forma más precisa y se largó a predicar.

-¿Quiénes fueron sus primeros seguidores?

-Perdóneme, yo nunca he predicado. Simplemente dicto conferencia, un poco como los ensayos que expongo en mis libros. El movimiento es una filosofía de vida mejor.

-“Palomita blanca”, el libro de Enrique Lafourcade no lo deja a usted precisamente como un filósofo. Ahora se va a estrenar la película, que tampoco lo deja bien.

-Esa “Palomita blanca” es una pésima novela y un libro mentiroso. Está escrito para encontrar lectores a través del sensacionalismo. Las inmoralidades encantan a la gente.

-Pero la novela fue ávidamente leída por los jóvenes, muchos de ellos, entonces, adeptos a Silo. Ellos jamás dijeron que lo que ahí salía fuera mentira. Ahí se habla de los ritos de iniciación, de que cada iniciado debía hacer declaraciones públicas de lo que le diera más vergüenza de sus actos.

-Le repito que es toda una fantasía del mal intencionado novelista. Por lo demás, nosotros estamos acostumbrados a que se nos calumnie. No le gustamos a muchos.

-¿Y para usted quiénes son los modelos que deben imitarse?

-Soy un gran admirador del Presidente Aylwin, desde luego.

-¿Y de Menem?

-De ninguna manera. Es un horror lo que está haciendo. No se puede arreglar la economía con el dolor y el hambre del pueblo. Menem, Fujimori y Collor de Melo merecen sólo el repudio.

-¿Qué otros ídolos cree usted que deben admirar los siloístas?

-Ghandi y Martin Luther King, para comenzar.

-¿Cristo?

-Tal como lo presentan los católicos, no. Un Dios castigador, intolerante, que no admite otras religiones, no puede ser una figura para admirar.

-¿Porque tal vez Cristo no admite a Silo?
(Otro par de risas grandes, pero manteniendo los ojos duros, otro cigarrillo).

-Silo nunca ha sido una religión.

-¿Qué ha sido de sus seguidores de los sesenta y setenta?

-Muchos me siguen todavía. Me escriben, aunque no demasiado. Pero caminando por el mundo los sigo encontrando. Hasta en Europa se me han acercado algunos que se integraron al Movimiento desde sus países, o que emigraron de Latinoamérica.

Siloístas y ecologistas

El surgimiento de Silo en Chile coincidió con el afán por la naturaleza de esos jóvenes seguidores que incluían en el nuevo concepto, acostarse también de forma natural con los pololos, al aire libre muchas veces. Más tarde, surgieron internacionalmente los ecologistas y toda la gama de los partidos verdes, que en Chile tiñen también a los humanistas.

-¿Por qué usted ya no trabaja la tierra, siendo que era una de sus más ardientes proposiones para conseguir la paz y el desarrollo espiritual?

-Se lo dije. Porque ya no se podía vivir de ella. Y todos necesitamos vivir.

-¿Cómo hizo usted su propia fortuna? Entendemos que es un hombre adinerado…

-En la base, dineros de familia. No tengo pasta de empresario. Iría en contra de toda mi filosofía de vida.

-¿La ecología y los “verdes” no son ya un camino propuesto por Silo?

-Siempre será una buena opción. Yo tengo conciencia que en Latinoamérica, especialmente en Argentina y en Chile, abrí caminos ecológicos. Eso fue muy importante.

-¿Qué opinión tiene del feminismo?

-Fue también un movimiento que ahora ya está sobrepasado. La mujer está insertada en la sociedad, cada vez con derechos más iguales a los de los hombres. Es un gran avance. Pese a lo que reclaman muchos, creo que la mujer del 90, aunque tiene una vida más dura, compleja y cansadora, es mucho más feliz que antes. Y que los hijos son también más felices cuando la madre trabaja.

-¿Y qué nos dice del divorcio y del aborto, usted que batalla por la autoridad a toda costa?

-Que son problemas que hay que debatir en voz alta. Que cada sociedad debe aceptar lo que opinen las mayorías sobre ambos temas. Seguir sofocándolos es un error.