Chile, 14 de agosto de 1984
Revista Aspi

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Mario Rodríguez Cobos, “Silo”

De Punta de Vacas a la internacional humanista

Entre 1969 y 1973, muchas de las miles de murallas del país -aduladas a mansalva por los pintarrajeos políticos- tuvieron que dejarle espacio a una inscripción de desusada lectura: “Paz es fuerza”. La consigna correspondía al grupo “Poder Joven”, cuyo líder, Bruno von Ehremberg, se declaraba benemérito discípulo de “Silo”, un mendocino que, el 4 de mayo de 1969, en la región precordillerana argentina de Punta de Vacas, había entregado al mundo un mensaje de iluminación para superar el sufrimiento y el dolor.

Al mismo tiempo, muchas de las miles de páginas de los periódicos nacionales ametrallaban a denuncias a los dirigentes del “Poder Joven”. La prensa derechista advertía: “Este movimiento pretende crear el caos mediante la degradación y el vicio. Los iniciados son obligados a hacer ejercicios físicos, mentales y vegetativos, y se los somete a toda clase de torturas: shocks eléctricos, trabajos forzados, lavados cerebrales, sadismo y masoquismo”. Los dardos izquierdistas, por su parte, apartaban a otro centro: “El siloísmo tienta a los jóvenes hacia preocupaciones totalmente ajenas a nuestra realidad y contexto nacional, alejándolos del proceso histórico que vive el país”.

El régimen militar cortó de manera abrupta la polémica: detuvo, torturó y expulsó de Chile a los principales miembros del grupo. Los restantes, tras asimilar el golpe, decidieron abandonar sus características originales y optaron por ofrecer, en los casi cuarenta países por los que comenzaba a extenderse, ciertas técnicas para el desarrollo personal y colectivo de las personas. Así, en 1975, y bajo los auspicios del propio “Silo”, se dieron una renovada organización, “La Comunidad”, dejando definitivamente en el olvido la primera etapa. Desde entonces, los siloístas, ya con una nueva tónica, no han cesado de crecer en adherentes ni en sus intentos por “humanizar la Tierra”. A través del Partido Humanista, acaban de proclamarse, en los mismos cuarenta países, como alternativa política.

Han pasado lentos los años. Pese a ser una suerte de ideólogos de los humanistas, a “Silo” ya nadie lo deifica y casi todos lo conocen por su verdadero nombre: Mario Rodríguez Cobos, casado, padre de dos hijos, residente en Mendoza. APSI lo confiesa.

“No nos comimos a ningún niño crudo”

“El Partido Humanista es de izquierda, aontiimperialista, cooperativista, democrático y enemigo de los partidos únicos”

¿De dónde sacaste lo de “Silo”?

Es una especie de seudónimo. Me lo pusieron hace mucho tiempo. Es por lo flaco, largo, desmañado, como los silos.

¿Y a qué se dedicaba “Silo” antes de la fama? ¿Jugaba a la pelota, leía almanaques?

De muy pequeño le di a la gimnasia. Lo hacía bastante bien. Incluso llegué a competir a nivel nacional en caballete, barra, paralelas, salto sobre el caballo…

¿Y cuándo empezaste a pensar las cosas que te harían más célebre?

Al terminar la secundaria, salí de recorrida a dedo por América Latina. Por ahí me fui encontrando con realidades bastante diferentes a las que había en mi pueblo, que era un lugar tranquilón. El asunto motivó una gran cantidad de ideas, de preguntas muy dignas de ser comprendidas y estudiadas, y que decían relación con un planteo de lo social.

¿Entonces?

Entonces formé con unos amigos un grupo de estudios de la realidad latinoamericana. Más adelante, también decidimos comprender qué sucedía con las personas individualmente: con el sentido de su esxistencia, con sus deseos, con sus frustraciones… De pronto, nos fuimos al norte de Argentina y armamos nuestra casa de troncos en un terreno que arrendamos. La cosa anduvo bien al principio, pero después algunos comenzaron a enfermarse, claro, nos alimentábamos sólo de polenta. Sin embargo, eso no fue todo: Gendarmería empezó a atribuirnos afanes guerrilleristas, pues antes habíamos realizado ciertas acciones contestatarias. Luego, nos disgregamos un poco. Unos se fueron, y otros, tras la experiencia del norte, continuamos nuestros estudios. En todo caso, no había organización. Todavía era una etapa muy anárquica, descentralizada.

Hasta que llegó la arenga de Punta de Vacas, en 1969.

Claro. Ese año ya habíamos avanzado lo suficiente como para hacer extensivas nuestras conclusiones a conjuntos humanos más amplios. Entonces invitamos a una reunión en Punta de Vacas, cerca de Uspallata, a donde concurrieron varios medios de prensa y mucha gente amiga de Chile y Argentina…

Y el Siloísmo adquirió nivel internacional…

Claro, el objetivo se logró, pese a lo pintoresco que resultó que todos llegaran disfrazados con gorros y con mantas debido a las bajas temperaturas.

Aquí, en Chile, el grupo que con mayor fuerza recogió el llamado de Punta de Vacas fue el “Poder Joven”, con Bruno von Ehremberg a la cabeza. Y casi de inmediato vino la friolera de escándalos, de denuncias, de acusaciones de orgías en contra de los siloístas…

El choque, claro.

¿Había concordancia entre lo que tu habías dicho en Punta de Vacas y lo que hacía el “Poder Joven”?

Había elementos doctrinarios comunes, pero también había una diferencia de procedimientos entre los distintos grupos. Algunos eran excesivamente pintorescos. No obstante, ninguno de ellos hizo todo aquello que la alta burguesía y los sectores más reaccionarios del clero decían que hacía. Nadie se comió a ningún niño crudo.

En todo caso, aquí el asunto se dio con cierto carácter de secta. Desde su retórica: los siloístas hablaban de “criptas”, de “epónimos”…

Sí, cómo no. Esto de “criptas” daba por un lado la idea de secta, pero por otro lado daba la idea de movimiento un tanto de resistencia. Sobre todo en Argentina, que tomó una variante muy política, de choque con el sistema. Aquí adquirió un carácter más…

¿Aislacionista?

Sí, eso constituyó precisamente un problema, porque el lanzarse cierto tipo de prensa en su contra, y al estar el movimiento un poco aislado, no se pudo explicar cómo era en verdad la cosa. Entonces quedó un sello encima.

Un sello que determinó que los regímenes militares arremetieran contra decenas de siloístas, hasta casi desintegrar al movimiento. Un buen golpe, ¿no?

Claro, la verdad es que nos habían dado duro e Chile y en Argentina. Mucha gente fue torturada, detenida, deportada. Pero, si bien esto resultó desafortunado, también sirvió en sentido opuesto, pues el resto comenzó a formar sus propios grupos en otras partes, distintos a los que se conocieron por acá, que tenían una tónica inadecuada y que terminaron por desaparecer. Hasta que en 1975, en una reunión de convergencia a la que llegó gente de países europeos, asiáticos y latinoamerianos -porque así se había expandido el movimiento-, se establecieron los lineamientos generales de la organización “La Comunidad”. Así, se acabaron las cosas sueltas, semianarcoides, que al final sólo confundían.

¿Qué ofrecía “La Comunidad”?

En aquella época, “La Comunidad” apareció legalizándose como institución social y cultural. Así, comenzó a hacer una cantidad de planeamientos de tipo más bien interno; es decir, empezó a ofrecer algunas técnicas y estudios de las personas respecto de ellas mismas. Los grupos, entonces, se desarrollaron bien y realizaron muchas actividades sociales y culturales: exposiciones fotográficas, muestras pictóricas, edición de poemas…

Hasta que derivó en un partido político: el Partido Humanista.

Sí. En 1981, como institución social y cultural que éramos, empezamos a lanzar actos públicos en muchos países, sobre todo panfleteadas y afichadas de denuncias contra todas las formas de violencia: no sólo contra la violencia bélica o física, sino que además contra la violencia económica, racial, psicológica… Esto hizo que en las distintas comunidades surgieran las secretarias de asuntos sociales y políticos, las que gracias a la promoción de campañas que efectuaron en diversos puntos (aquí, en Chile, recogieron firmas para un tratado de paz con Argentina), se desarrollaron fuertemente y, mediante encuestas, detectaron que existía un gran interés porque apareciera una fuerza política no tradicional. Entonces nació el Partido Humanista, hace dos meses.

¿Dónde se ubica el Partido Humanista en un espectro derecha-izquierda?

En todos los países en donde existe, el Partido Humanista es de izquierda, antiimperialista, cooperativista como proyecto final de sociedad, pluralista, democrático y enemigo de los partidos únicos. Tiene muy poco que ver con las ideologías tradicionales. También posee cierto carácter alternativo, como los Verdes en Alemania. Claro que hay una diferencia bien grande con ellos, pues ellos ponen el énfasis en el problema ecológico, mientras nosotros lo ponemos en los intereses del hombre y no en lo que pasa con la lechuga y con los tomates, pese a la importancia que le reconocemos a esto último. Sin embargo, nosotros creemos que hay que partir por la modificación de las estructuras económicas para, desde allí, hacer planeamientos ecológicos y de otro tipo.

¿Cómo encara el Partido Humanista una situación como la que vive Chile, con un régimen militar a la cabeza?

Nosotros propugnamos el restablecimiento de los derechos civiles, de un sistema democrático y pluralista, de las elecciones libres a la brevedad, del respeto de los derechos humanos…

De acuerdo, pero el Partido Humanista da la impresión de que viera desde la vereda del frente el acontecer nacional. No se involucra en los problemas de la oposición.

Tal vez haya una diferencia de estilos. No sé muy bien como funcionan los mecanismos en Chile. Hablo en general. La gente a veces se enceguece mucho y comienza a criticar los movimientos nuevos, pero hay que comprender que esos movimientos tiene un estilo distinto a los de los grupos tradicionales. Y pongo un ejemplo: el Partido Humanista no cuenta con una rama juvenil ni femenina, porque es un partido nacional y popular en cada país, de amplia base y orgánico en su funcionamiento. Por la tanto, considera a las juventudes de los partidos como tapones puestos por las viejas generaciones para que los jóvenes, mientras van siendo domados, hagan buena letra y se sustancien sin reproches con el planteo cupular. Entonces pueden obtener un representante. Lo mismo sucede con las mujeres. Estas cosas crean problemas de estilo y de relación con los otros partidos, lo que, claro, lleva a una situación un poco de vereda del frente.

Una situación que no incomoda mucho, a fin de cuentas…

Al contrario: resulta incómoda justamente porque todo el mundo dispara en contra nuestra. Y por lo mismo nos ponen ciertos problemas de participación, quizás por las experiencias que tuvimos al principio, aquellas en que reinaba la desorganización. Pareciera que lleváramos una especie de pecado original. Sin embargo, eso también nos ha hecho efectuar un cuidadoso trabajo de afiliación. En Argentina ya contamos con 25.000 firmas y el próximo año nos vamos a presentar a elecciones.

Y aparte de proselitismo, ¿qué han aportado al proceso democrático argentino?

Por lo pronto, hemos realizado acciones en la calle; hemos estimulado en las barriadas humildes la formación de cooperativas de consumo; hemos mantenido un apoyo crítico, no irrestricto, al gobierno. Hemos hecho bastante dada la juventud del partido.

¿Y ya piensan ocupar escaños políticos?

Sí. Nosotros pensamos que el Partido Humanista debe lanzarse con todo vigor a la ocupación de esos escaños y, por qué no, a la toma del poder político completo, como un nuevo movimiento latinoamericano integral. Ya no se trata ni de la ALALC ni del Pacto Andino -que han fracasado-, ni tampoco de las particularidades del Cono Sur: se trata de un gran proceso latinoamericano que baje desde México hasta Tierra del Fuego. Preocuparse en estos países por la lucha contra las burguesías nacionales nos parece una desviación respecto de problemas más gordos, como lo son la lucha contra el imperialismo y la lucha contra sus fuerzas de explotación.