Entrevista Página Abierta

«La historia de la humanidad -de su economía, de su ciencia, de su arte- es la historia de la lucha contra el dolor y el sufrimiento. Y es esa lucha el motor del progreso»

Los orígenes del movimiento que basa su concepción en el pensamiento siloísta se encuentran en Mendoza. Argentino es también su máximo representante, Mario Luis Rodríguez Cobos, conocido más ampliamente por el nombre de Silo, expresión que se deriva aparentemente del aspecto alargado del fundador del movimiento. Desde 1966, a la fecha el siloísmo ha recorrido un largo camino, no exento de dificultades, controversias, aislamiento y hasta persecuciones. La exposición que Silo realizó en un paraje montañoso de Mendoza (Punta de Vacas) el 4 de mayo de 1969, rodeado y amenazado por hombres armados, parece constituir un hecho significativo para el movimiento.

El movimiento, como generador de ideas y acción, a lo largo de su historia ha creado diversos organismos. En 1978 surge La Comunidad Para el Desarrollo humano, gestándose luego desde allí el Partido Humanista (1984) y el Partido Verde (1986). Diez años después de la creación de La Comunidad tiene lugar el Primer Congreso de la Internacional Humanista y de realiza la Primera Asamblea de la Internacional Verde.

A continuación, Silo -que no es más que el seudónimo literario de Mario Luis Rodríguez Cobos- entrega sus opiniones sobre diversos tópicos en una entrevista exclusiva para PAGINA ABIERTA.

¿Cómo explica que después de largos años persista una suerte de «leyenda negra» respecto a su persona y el siloísmo?

– Esa suerte de «leyenda negra» se inicia a fines de la década de los 60 en un momento en que la rebelión juvenil se hacía presente en todo el mundo. Recordemos que el hippismo y el guerrillerismo arrancan en esos tiempos. Eran fenómenos nuevos y con una fuerza «contaminante» bastante veloz que hacía cundir la alarma en el mundo de «lo establecido». Así fue como se vio a nuestro movimiento naciente en aquella época: como una mezcla, precisamente, de ambas cosas, sin descontar una cuota de «paraísos artificiales», es decir, drogadicción y misticismo que eran también variantes menores del momento. Pues bien, las primeras corrientes hoy han demostrado su fracaso en el mundo y ya nadie se ocupa de acusarnos de tal cosa…, sería tan ridículo como decir de nosotros que somos jacobinos o monárquicos. En cuanto al mundo de los adictos y al misticismo, la cosa es muy diferente. Hoy la droga es un fenómeno muy real, muy mal combatido por otra parte. Respecto al misticismo, a nadie escapa su crecimiento en todas las latitudes.

Bien, ¿qué ha quedado hoy de los drogadictos intelectuales de antaño, que estaban entremezclados con el pensamiento de Watson de Huxley y de la beat generation? ¿Qué ha quedado de los «místicos» que viajaban a Katmandú y seguían a cuanto gurú se ponía a su alcance?

Los despojos del hippismo, del guerrillerismo, de la adición y de la mística intelectual -los sobrevivientes -hoy son ejecutivos vergonzantes en algunos casos y empleados comunes en otros, que interpretan sus actividades anteriores como simples «errores de juventud». Han hecho buena letra y han sido perdonados por los comprensivos bienpensantes. Pronto se va extender esta misma postura a los náufragos del marxismo.

Pero en lo que a nosotros toca, hay mucha gente que no nos perdona que no hayamos sido nada de eso, pese a sus esfuerzos por encuadrarnos allí; que sigamos creciendo y desarrollándonos en todo el mundo frente al fracaso total de todos los otros que arrancaron en la misma línea de partida que nosotros (me refiero a la década de los 60) y, por último, que no experimentemos nuestro pasado como «error juvenil» sino, por lo contrario, que lo expliquemos con un profundo orgullo, como el que siente quien ha sido objeto de todo atropello, de toda injusticia y que el proceso histórico le va dando la razón.

Porque cuando hablo de «atropello» no me estoy refiriendo solamente a la calumnia de algunos medios de difusión prohijados por intereses burdos, estoy destacando cosas más graves como cárceles y deportaciones, tal cual ocurrió en Chile y Argentina. En este último país también tuvimos nuestros muertos. Y, desde luego, jamás habríamos de traicionar nuestro pasado, me refiero a ese pasado común de construcción y lucha.

Hoy, como ya es muy difícil asociarnos a todo el fracaso de aquella generación de los 60, más bien se habla de algo tan vaporoso y paranoico como nuestras «intenciones». Parece que nuestras «intenciones» son las de una secta demoníaca lanzada a la dominación mundial, algo que antes el fascismo atribuyó a la sinarquía, al sionismo y al masonería. En realidad, están atacando hoy ya a una fuerza que cuestiona el sistema de dominación en sus manos, no en las nuestras por cierto.

¿Qué opina respecto a lo que algunos denominan el «fin de las ideologías»? ¿Cómo entender la emergencia en distintos puntos del planeta del pensamiento neoliberal?

– Los neoliberales tienen su ideología y nosotros la tenemos la nuestra. Es más, nosotros reivindicamos el valor transformador de la ideología, entendiendo por ésta un sistema de pensamiento coherente que dé dirección y meta a la acción. Pero los neoliberales, en rigor, son hijos del pragmatismo y, en efecto, se consideran pragmáticos. Hoy han dignificado a esa palabra y a esa actitud que en otras épocas se llamó «oportunismo». Hoy ya no hay oportunistas sino pragmáticos. Un pragmático es un señor que dice «estar con los pies en la tierra» y atenerse a «realidades». Un señor que aconseja a hacer lo más conveniente en cada coyuntura, un coyunturalista, en suma. De ese modo puede justificar cualquier traición con tal de salir a flote. Si alguien le replica que eso no era lo que él pensaba hace media hora, él dirá con solvencia que las cosas han cambiado -lo cual es cierto- y que hay que hacer lo más conveniente -lo cual no es cierto-, poniendo lo «conveniente» como un universal cuando en realidad se trata de su conveniencia particular. Pero tal modo de hacer y pensar primitivo es de corto alcance, porque ¿acaso otros no le podrán decir a ese exponente del pragmatismo lo que él mismo dice? Con esta noción se llega a un mundo en que todos se apuñalan porque es lo más conveniente para los intereses particulares. El pragmático tratará a todo valor, a toda causa, a todo planteo solidario de simple «ideología».

En cuanto a que el neoliberalismo avance en este momento histórico nada dice acerca de que su éxito esté asegurado. Debemos comprender que el neoliberalismo es un remozamiento del viejo liberalismo de la etapa del capitalismo salvaje correspondiente a la revolución industrial. Hoy las cosa han cambiado, en efecto, y aquellos que formaron los estados nacionales hoy advierten que les han quedado chicos para la acción de sus capitales. Por ello, hoy comienzan a desintegrar el Estado nacional a favor de estados regionales de los que el Mercado Común Europeo es un claro ejemplo. A su vez, los nacionalista de todos los lugares reaccionan contra ese avance y se encastillan en sus particulares localismos en una dialéctica antihistórica. Como el mundo avanza indefectiblemente hacia la unificación y los neoliberales se han montado en esa tendencia, parecen los ganadores históricos. Es un poco lo que ha ocurrido con la tecnología, hoy no tienen en cuenta el largo proceso que ha llevado a las revoluciones informáticas, comunicacionales, genéticas, nucleares, etc. Dan a entender que ellos las han producido y mucha gente asocia desarrollo tecnológico y económico al neoliberalismo. En realidad, los neoliberales han tenido la virtud de saber dónde invertir sus capitales y por esa buena virtud de inversionistas han quedado como la avanzada del proceso histórico. Se comprende que la historia de la humanidad no es exactamente, la historia de los inversionistas. Ese tomar el rábano por las hojas nos puede llevar a interpretaciones muy jocosas de la historia.

¿Cree posible una distensión real a nivel mundial?

– Absolutamente, sobre todo a partir de la Perestroika.

¿En su visión del futuro estima factible el triunfo de la libertad por sobre las determinaciones autoritarias actuales? ¿El colapsamiento de los «socialismos reales» podría ser un signo en ese sentido?

– Creo que se está produciendo un aggiornamiento de los autoritarismos. El mundo cambia y ellos también. A través de las «democracias formales» y del control de los medios de comunicación, el viejo autoritarismo hoy nos dice que estamos viviendo en sociedades libres. La gente lo cree intelectualmente, pero no lo siente así. Esa división, entre la creencia prefabricada sobre la libertad y la experiencia personal de que algo falla anuncia grandes desbordes sociales de los que el Este ha sido la avanzada. Desde luego que en las democracias formales no se mata gente en la calle por sus ideas -además, las ideologías han sido suficientemente descalificadas-, tampoco le impiden que se pare en un cajón de gaseosas en cualquier esquina y explique su desacuerdo con el manejo de la cosa pública. Pero, vamos, si tiene que aceptar que vive en libertad porque no lo matan; porque puede tomar una coca-cola y luego pararse en su cajón para hacerle propaganda, queda la idea de libertad bastante reducida.

¿Cómo percibe la realidad latinoamericana actual y el sentimiento siempre presente de avanzar hacia la integración?

– Creo que actualmente, las multinacionales no se oponen a la integración regional, de manera que esa tendencia es un hecho. También nosotros coincidimos en las direcciones integradoras y, ademas, saludamos un proceso de mundialización creciente. Pero lo que estamos discutiendo es el signo social que finalmente prevalecerá en la mundialización y particularmente en la integración de nuestra Latinoamérica.

¿Cuál es la posición del movimiento para la realidad chilena actual y el papel de organismos políticos como el Partido de los Verdes y el Partido Humanista?

– El movimiento defiende toda postura ideológica y política que permita al ser humano, en cuanto individuo y ser social e histórico, desarrollarse plenamente hacia la libertad. En ese sentido, el movimiento no distingue entre personas que participan de diferentes concepciones políticas y religiosas. De hecho, se sienten parte de él gentes de distintas extracciones y militancias y lo son realmente en la medida en que luchen contra la discriminación y el autoritarismo. El movimiento, por lo demás, es una filosofía de la vida, una sensibilidad y una aspiración optimista hacia un mundo mejor. En ese sentido, poco puede indicar sobre los casos particulares de cada país.

En cuanto a organismos políticos como los mencionados, debo decir que si bien reconocen su inspiración filosófica en el movimiento, son ellos los que deben atender específicamente a las realidades de los países en que actúan. En ese orden de ideas, no veo mucha diferencia con lo que ocurre con internacionales como la Democristiana, la Liberal, la Comunista, la Socialdemócrata, etc., porque, como se sabe, tanto los verdes como los humanistas han terminado por construir sus propias internacionales. Bien, ellos han triunfado ahora en la Concertación y en este proceso democratizador. Estamos ansiosos por ver como contribuyen ahora a dar el paso de una democracia formal a una democracia real y ésto lo harán si saben escuchar y obedecer a su mandante que es el pueblo que los colocó en las funciones que hoy ocupan.

¿En qué consiste el proyecto que usted propone para la humanidad?

– Sería un exceso de mi parte hablar de la «Humanidad», más bien me limito a aportar un punto de vista respecto a un gran bien del que estamos tan carenciados actualmente. Me refiero a la fraternidad, uno de los tres principios que inspiró a la Revolución Francesa y que ha animado lo más positivo de las grandes religiones: la hermandad humana. Porque si se habla de Igualdad y Libertad sin esa maravillosa solidaridad humana -esa potencia interna que hace que las acciones más verdaderas terminen en otro y no en mí-, tal Libertad y tal Igualdad serán sólo formales dentro de un frío sistema jurídico y de una fría técnica económica y social. Esto que digo en torno a la Solidaridad, no son sólo palabras, es un modo de vida y una práctica personal y social.

¿Su proyecto es político, científico, ideológico, místico o esotérico?

– En primer término, debo aclarar que no se trata solamente de mi proyecto sino de un proyecto común que venimos construyendo miles y miles de personas en todo el mundo. Y son tantas y tan diversas sus actividades que necesariamente queda involucrado como interés todo lo que ocurre al ser humano en todos los campos. Parafraseando a otros, «nada de lo humano nos es ajeno». Pero volviendo a lo comentado antes, le diré que, básicamente, el movimiento más que una organización es un punto de vista sobre el ser humano, un sentimiento y una forma de vivir. Es algo integral en que las actividades particulares están enhebradas coherentemente como las cuentas en un collar. Para nosotros importa la coherencias entre el pensar, el sentir y el actuar y todo lo demás, si no responde a esta coherencia -sobre la que tratamos de ahondar y mejorar cada día, habida cuenta de nuestros numerosos defectos-, es mera palabrería o burdo «pragmatismo», cuando no cosas peores. Pero si me apura en una respuesta corta, le diré que nuestro proyecto es un proyecto integral para el desarrollo del ser humano no considerado en abstracto, sino en su existencia cotidiana. Es una nueva forma de vida personal y relacional.

¿Y de cuáles fuentes se nutrió el siloísmo?

– Filosóficamente hablando, el siloísmo debe mucho a la fenomenología como método de pensamiento y a las corrientes existenciales, en general, por el acento puesto en la precedencia de la existencia a la esencia; en la toma de conciencia del primado de la vida humano sobre toda teoría o interpretación en la que el ser humano aparece en toda su dignidad de agente histórico y no simple paciente, o epifenómeno, o reflejo de condiciones objetivas. Por lo demás, también se siente tributario del pensamiento universal y no exclusivamente de una corriente próxima en términos históricos y geográficos. El siloísmo no se siente occidental u oriental en su pensamiento, más bien experimenta que toca las raíces humanas de todas las latitudes y que es tocado y enriquecido por ellas.

¿Cuál es su visión del progreso alcanzado por la humanidad?

– Es una visión un tanto trágica respecto de lo que ha pasado hasta aquí y sumamente optimista de las posibilidades futuras a partir de aquí. Pensemos solamente en los avances de la medicina y proyectémoslos y creo que se compartirá nuestro optimismo. Pero, atención, el destino del hombre se juega en un campo de libertad y elección. Creemos en la libertad humana por tanto en su posibilidad de elegir mal su futuro. Trabajamos porque esa elección vaya en la línea de lo que ha posibilitado todo progreso: la lucha contra el dolor y el sufrimiento.

Página Abierta. 23 de julio de 1990