4 de Mayo de 1989
“No es que haya tantos indecisos, ocurre que hay muchos indignados”
ENTREVISTA A MARIO LUIS Rodríguez COBOS, «SILO» PUBLICADA EL DÍA VIERNES 4 DE MAYO DE 1989
EN EL PERIÓDICO EL INFORMADOR PUBLICO REALIZADA POR EL PERIODISTA JOSÉ VICENTE.
Silo presentó un nuevo trabajo en la reciente Feria del Libro, titulado «Humanizar la Tierra». Su escrito y su presencia convulsionaron el amplio local de la calle Figueroa Alcorta, y aunque cientos de personas no pudieron ingresar en la feria, el tumulto y las ideas expuestas por el orientador de las corrientes humanistas y «verde» no merecieron la atención de los periodistas acreditados. En su conversación con el Informador Público, Silo explicó que el manto de silencio dispuesto en torno a su persona alcanza también al frente «humanista-verde». Hasta el señor Enrique Nosiglia se habría sumado a tal olvido, subraya Silo, puesto que no autorizó la entrega a dicho frente de los fondos que el Ministerio del Interior anticipa a los partidos políticos para sus campañas electorales.
Presentamos una primera parte de la charla con Silo, dominada por el tema político. En una edición posterior transcribiremos las reflexiones fundamentales del siloísmo, una corriente de pensamiento que ha cosechado adeptos en numerosos países en numerosos países de América, Europa y Asia.
– Los militantes de la izquierda tradicional suelen poner en duda la pertenencia de «verdes» y humanistas en esa corriente política…
Con ellos hay diferencias ideológicas y prácticas. Por ejemplo, cuando se habla de un frente político. O vuelven siempre a la propuesta de León Blum sobre los «frentes populares» de los años 30 o constituyen simples asociaciones de partidos marxistas, a veces acompañadas de una izquierda vergonzante que no es marxista. Se unen las ideologías y no las fuerzas políticas y sociales y el contenido de las propuestas se embotella y se reduce.
Nosotros hablamos de conformar un frente «amplísimo», de humanizar la Tierra y la política y de construir una nueva sociedad, que no será estatista sino todo lo contrario. El estado debe descentralizarse en beneficio de las sociedades de base, por medio de la autogestión, el cooperativismo, etcétera. No es éste el lenguaje de la izquierda tradicional. Pero ocurre que esa izquierda tiene más antigüedad y, por lo tanto, parece monopolizar esta franja política.
– También señalan esos partidos que los humanistas han abandonado la fórmula de la lucha de clases…
No se puede seguir con esa dialéctica de los tiempos de Marx, pues se ha modificado mucho el panorama sociológico del mundo. Aquel vigoroso pensamiento nació en otro siglo. Hoy sabemos que las fuerzas productivas de las industrias primarias se están reduciendo, junto con la concepto de proletariado, que quiere decir mucha prole. Hace más de 100 años se pensaba que el proletariado iba a ser una clase cada vez más numerosa y más pobre y frente a sí tendría una clase cada vez más reducida y dueña de todas las riquezas. Pero hoy la mano de obra no está ocupada solamente en la minería, la agricultura y la industria. Los ejércitos proletarios del telar inglés se reducen y concentran. Entonces se descompone el esquema clásico de la dialéctica entre dos clases, y punto. La dialéctica se traba y hay que hacer cortes sociológicos distintos y distinguir sectores múltiples y dinámicos en la economía y, por tanto, en la política. Aquella concepción se atomiza, aunque era sin duda una concepción interesante: Tenía la simplicidad de un motor de dos tiempos. Trabajaban dos pistones: «Si» y «no», nos decían. Los motores se han transformado hasta llegar a los que hoy emplean la energía nuclear. En fin, el motor de dos tiempos ya no marcha…
– Usted habla del estímulo a las organizaciones cooperativas o de cogestión. Pero, ¿cómo convencer a la Ford, por ejemplo, de que es su obligación transformarse en una cooperativa?
Mire. Ese señor de la Eastern se ha convencido sin necesidad de que hablemos con él y ha sugerido un nuevo sistema de cogestión, en el riñón del capitalismo. Es que el proceso de desarrollo de la sociedad va en ese sentido. Tampoco hemos ido a la URSS a explicar que el estatismo cretino reventó y que hay que dejar de lado el stalinismo, que aniquiló a una sociedad tan vigorosa como la soviética. No tenemos que decir a los dirigentes de ese país que deben impulsar la autogestión y romper el sistema de partido único con lista única. No les propusimos a 5 millones de moscovitas que votaran contra el candidato del partido y a otros miles de personas que tacharan los nombres de los candidatos de la burocracia si solo había listas únicas. Son cuestiones que están a la vista en todo el mundo.
– Convendría preguntar entonces quién se entera de lo que ustedes dicen…
Y yo podría contestarle que nadie (risas). Quiero decir que mientras no venga más gente a colaborar con nosotros y siga imperando este complot de silencio y esta manipulación mentirosa de la cultura y los ideologismos, de parte de estos señores que tienen en sus manos el poder… provisorio, en fin, nadie se va a enterar. Pero, desde luego, los tiempos están cambiando y nuestras ideas se van conociendo poco a poco. Tampoco podemos salir de la cabeza de Zeus, como una Palas Atenea armada de cabo a rabo. Las cosas nacen chicas, no grandes. Es un mal argumento decir que somos «chicos». Es que nadie nace adulto. Se nace pequeño y después se crece…
– Por otra parte, los que ya son grandes tienen no pocos problemas…
Así es. Además del hecho de que el mundo se desarrolla en el sentido que nos interesa, hay otros factores a tener en cuenta. Las estructuras de poder se desvencijan cada vez más. A los «vivos» ya no les van tan bien, porque no pueden mostrar resultados. Si pudieran, nosotros nos meteríamos en una cueva y diríamos… que tipos infames, todo lo que hacen es apañamiento y mentira, pero les va bien. Como no pasa eso, salimos de nuestras cuevas y la cosa empieza a ponerse interesante. Las personas se vuelven más receptivas a nuestras ideas.
– Pero no trabajan ustedes en los llamados «frentes sociales», las fábricas, los sindicatos, las universidades, etcétera…
Mire, la experiencia histórica demuestra que los sindicatos tienden a convertirse en simples mutuales. Además se trata de un campo totalmente manipulado. Que un grupo de izquierda tenga un delegado de fábrica es un hecho totalmente irrelevante. Vivimos en un país corporativo y no se podrá influir en los sindicatos hasta que las corporaciones revienten. Los muchachos de la izquierda reparten sus panfletitos a una persona que está muy apurada porque puede perder el ómnibus y les mira sin verles. Hay también grupos que han convertido a sus militantes en obreros. Un gran esfuerzo, sin duda y un gran despropósito en la sociedad en que vivimos y en las sociedades que vendrán. Decir ésto parece una herejía tremenda, pero es que esas tácticas se vienen usando desde principios de siglo con poca utilidad.
Nuestros amigos visitan a la gente en sus barrios, los que no son lugares para dormir. Hay barrios con intensa actividad social. Se puede hablar ahí de nuevas ideas y nuevos métodos de acción. Y después, esas personas volverán a sus fábricas y universidades. Como puede ver, no coincidimos con la izquierda tradicional ni en sus tácticas ni en su visión del mundo.
– Pero usted no parece interesado personalmente en la acción política. No es candidato, por ejemplo.
Ni voy a serlo. Una de las virtudes del político es adecuar con eficacia las propuestas ideológicas. Hay que tener madera y vocación para eso. Y un manejo práctico de estas cosas que yo no tengo. Mi vocación tiene que ver con el hecho humano. Sobre todo cuando las situaciones en que vive el ser humano se vuelven muy oprimentes. Por otra parte, no me atrae el manejo del estado. Aborrezco esas cuestiones. Pero también trabajo para «Humanizar la Tierra».
Si en el ser humano existe la libertad de elegir, entonces es posible modificar las condiciones que se prenuncian catastróficas en un desarrollo mecánico. Si, por el contrario, la libertad humana es solo un mito piadoso, entonces no importa que rumbo tomen los acontecimientos colectivos o la vida de los individuos, ya que la fatalidad gobernaría los hechos.
– En nuestro país, la situación de crisis que vivimos no ha estimulado, sin embargo, un pensamiento crítico y a la vez creativo…
Eso ocurrió en otros países de Europa, Asia o de Medio Oriente. A pesar de las crisis hubo compensaciones en el campo del pensamiento y del conocimiento. Todavía eso no está a la vista entre nosotros. Pero quizá sea posible, en definitiva. Por ahora tenemos un país homogéneo, es decir un país en el que todo va mal. Probablemente se trate de no ahondar en nuestras tristezas, sino de pensar en otra clase de futuro. Lo hemos dicho en la Feria del Libro al proponer una cultura orientada a la producción material de bienestar. No hay que hablar aquí de Miguel Angel. Hay que poner la cultura al servicio de las personas que lo están pasando muy mal. No solo pienso en los plumíferos, sino en nuestros técnicos y científicos. En fin, los intelectuales deben entender que hay mucho que hacer. Cuando el agua llegue a la nariz, que ya está llegando, los intelectuales tendrán que reunirse dejando de lado sus banderías políticas y ponerse a pensar en el país.
– Hay quienes sostienen que los argentinos ya no creen en nada ni en nadie y que incluso simulan cuando se mueven por algo. Por ejemplo frente a los hechos de Semana Santa. Alguien ha dicho que quienes fueron a las plazas a defender la democracia sabían que ésta no estaba en juego, y que por eso se podía concurrir ahí con mujeres y niños, ya que no se corría peligro alguno.
Es un asunto muy complejo. Muchas personas fueron a las plazas a defender la democracia, y sin embargo, se presentó el asunto como si el defendido fuera Alfonsín. Por otra parte, la concurrencia a las plazas no llegó al 1 por ciento de la población. Cuando se ve una plaza llena de gente se habla de mucha gente, pero no hubo 30 millones de personas en las plazas. Y hay otra cuestión, en este país se cometieron muchas atrocidades durante el régimen militar y hubo no pocas complicidades. Se decía entonces «por algo habrá sido», o «algo habrán hecho» y hubo quien denunció a su vecino o se hizo eco de la versión de los militares. Cuando los uniformados se fueron, repito que se fueron, alguna gente comenzó a saborear ese gusto acre de haber procedido mal y se las vio con su propia conciencia. Se extendió en el país una fuerte oleada de sentimiento de culpa. Claro que hubo chivos expiatorios, los que habían sido el factor visible de aquel proceso. De todos modos, muchas personas saben que tuvieron que ver en el asunto y se movilizaron entonces para borrar ese pasado.
– Recuerdo que los humanistas fueron en realidad a Campo de Mayo…
Ahí se dirimía la cuestión. Un pequeño grupo se puso entre los dos bandos oponentes, con la intención de evitar un derramamiento de sangre. Fueron los muchachos humanistas, consecuentes con la idea de que lo militar debe ser un asunto optativo y no obligado para todas las personas… soldaditos incluidos.
– A pocos días de las elecciones son muchos los que no saben todavía por quién votar…
Hay sondeos amañados, pero también una realidad, un contingente de votantes que no quiere apoyar a las fuerzas tradicionales. No se trata de personas indecisas sino de personas indignadas. Justamente se les llama indecisos para desvalorizarlos. Al indignado le repiten el mote de indeciso y se lo dicen en la propia cara, hasta que el hombre se mira al espejo y se siente poco menos que una basura. Algunos de estos indignados piensan votar en blanco y quizá no pocos decidan votar por lo que más duele a quienes viven de la manipulación de las personas. Los indignados creen, están convencidos de que las fuerzas tradicionales son un desastre. Sería interesante que fueran consecuentes con su indignación.