Domingo 30 de abril de 1989
Diario Los Andes

El 4 de mayo de 1969, Mario Rodríguez Cobos: manifestó -desde un campo privado de Punta de Vacas- la intención de un grupo de jóvenes mendocinos de cambiar la actitud destructiva de los seres humanos. A un año de la famosa manifestación del Mayo Francés con su eslogan “La imaginación al poder” no fueron pocos los que lo acusaron de “extranjerizante”. Otros lo definieron como un verdadero demonio telúrico, concepto que aún hoy flota en el recuerdo de muchos mendocinos. Sin embargo, el Partido Humanista -nacido desde “la comunidad” después de una campaña para recoger firmas con el fin de abolir el servicio militar obligatorio en 1984- tiene alrededor de 1.000.000 de afiliados en 40 países del mundo y más de 160.000 en la Argentina.

Los amigos y seguidores de Rodríguez Cobos, lo apodaron Silo. Unos dicen que por su figura longuilínea y otros afirman que por su gran capacidad. Lo cierto es que desde Mendoza fundó la primera organización humanista, cuya repercusión en la década del 80 se expresó en un gran encuentro en Nueva Delhi en 1982, uno internacional (del Partido Humanista) en Florencia -la cuna del humanismo histórico- y otro que lo ha tenido como protagonista en la última Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, donde firmó ejemplares de su libro -“Humanizar la tierra”- que agotó los 4.000 volúmenes el mismo día del lanzamiento.

En Mendoza prefiere el silencio

“Esto hay que plantearlo en tres niveles -comienza Rodríguez Cobos al contar la historia del fenómeno que se inició en Punta de Vacas- Uno es el local, otro el nacional y otro el internacional. A nivel local nunca desarrollamos actividades políticas ni actividades ideológicas”.

“Mendoza es el lugar para el reposo. Acá tenemos a nuestros amigos y la tranquilidad. Las confrontaciones y luchas ideológico-políticas y filosóficas se dan en el plano nacional y en el plano internacional.

“Esto comenzó hace 20 años. El lanzamiento se hizo desde Mendoza, pensado para que pegara en otros puntos y no en Mendoza. Fue el primer choque con el régimen de Onganía, con todo tipo de persecuciones. Vinieron otros regímenes, pero el movimiento Humanista creció. Algunos de sus miembros fueron encarcelados y muchos tuvieron que irse a otros países. Pero, a diferencia de otros exiliados, los del “Movimiento Humanista” crearon el movimiento en los lugares adonde se afincaron. Es una característica muy importante y muy particular. No se fue simplemente al exilio y se quedaron en negativos. Llegaron al extranjero y allí empezaron a sumar gente nueva.

-¿Qué era el movimiento en realidad?

-Era una especie de sociedad de pensamiento, un grupo de estudios que tenía que ver con planteos filosóficos. Con el ser humano en sí mismo y en relación al entorno social.

Porque era la década del 80 con una crisis total de valores y de estructuras. El mundo se estaba modificando y estaba cambiando, inclusive, el modo de producción. Recordemos todo lo que pasó en Europa, en los Estados Unidos, en Latinoamérica, en Medio Oriente.

“En esa época estábamos estudiando esa crisis y pretendíamos dar nuestro aporte. Con todas las contingencias se siguió desarrollando el movimiento hasta que se logró legalizar como una institución social y cultural. Se legalizó como “la comunidad” y siguió avanzando.

-¿Con que beneficios?

-Podíamos trabajar con relativa calma y hacer cierta difusión de las ideas. “La comunidad” logró organizar sus departamentos porque había diversos temas de estudio y muchos especialistas. Ahí se formó la Secretaría de Asuntos Políticos y Sociales, entre otras tantas, donde aparece el germen de lo que luego es un desprendimiento que se conoce como Partido Humanista. Mucha gente sale de “La Comunidad” y comienza a formarlo aquí y en distintas partes del mundo. También hace tres años y medio se produce un nuevo desprendimiento de esa secretaría y aparecen los partidos ecologistas, con una gran relación con los partidos verdes europeos y, a la vez, con diferencias de enfoque. Sobre todo respecto de “la política verde” en América Latina.

Silo: un miembro de “la comunidad”

-¿A qué se deben esas diferencias?

-Los europeos sostienen que América Latina no debe industrializarse. Tanto “se ha polucionado el mundo con las industrias” que ellos quisieran que la Argentina quedara como una reserva sin smog, sin contaminación. Quieren que no se siga complicando el mundo, al que ellos ven como un ecosistema total. En cambio los latinoamericanos sostienen que en la situación en que se encuentran los 400 millones de habitantes de América Latina, necesitan una base industrial para no morirse de hambre. Pero -aprovechando la nefasta experiencia de los europeos que han llevado las industrias a las ciudades creando un desastre total- nuestros verdes dicen que hay que plantear la industrialización, pero como polos de desarrollo.

“Hay que plantearla fuera de las ciudades y haciendo una planificación adecuada. Así comienzan a desarrollarse los humanistas por un lado y los verdes por el otro. Tienen diferencias tácticas entre sí, aunque filosóficamente los dos tienen como centro de toda actividad al ser humano, solo que los humanistas ponen una impronta muy fuerte en el problema social y los ecologistas lo hacen en el tema del ambiente y el entorno en que vive el ser humano. Tienen diferencias de aplicación, diferencias metódicas, aunque filosóficamente se reconozcan en la misma raíz.

-¿Y qué sucede con “la comunidad” que da origen a los partidos?

-Está funcionando hoy con poquita gente en relación a los números de afiliados que pueden exhibir los partidos, que son de convocatoria social.

“Por ejemplo, en la Argentina, la comunidad es una estructura de cien personas que tienen un localcito en Capital Federal y prácticamente sólo está funcionando en las capitales de más de 40 países. A diferencia de los partidos que quieren tener extensión nacional. Bueno, yo soy uno de los miembros de la comunidad y no participo en política.

-Por lo que mucha gente -sobre todo en Buenos Aires- se pregunta: ¿por qué no participa en política?

-¿Y dónde quieren que yo participe en la cosa política?

¿Quieren que vaya de candidato en India? No soy indio. ¿Qué vaya de candidato en Filipinas? No soy filipino. ¿Qué vaya de candidato en la Argentina? Pero si este es un movimiento “bastante más grande” donde ni siquiera es bueno centrarse en una actividad que desbalancee la relación entre los distintos partidos.

“No tengo vocación política”

-También se preguntan: ¿por qué usted no se postuló a presidente por el Partido Humanista?

-Creo yo -a diferencia de lo que creen muchos políticos- que para ser político hay que tener vocación, tener facilidad de comunicación con la gente y claridad de ideas. Hay que exponer en un lenguaje simple para los grandes conjuntos humanos y hay que estar sumamente actualizado. En suma: “Zapatero a tus zapatos”. Hoy hay mucha gente que se mete a la cosa política por otros motivos y eso no está bien. Yo soy de los que creen que para ser político hay que tener una real vocación y hacer las cosas bien. Entonces me pregunto y me respondo: ¿tengo yo esa vocación y esa aptitud? No. Entonces en lo que a mi personalmente se refiere, ¡lejos con la actividad política! Aunque comprenda su importancia y vea que todos estamos teñidos de actividad política, eso no quiere decir que todos debamos militar activamente como dirigentes o como miembros importantes de un partido político.

-¿Y qué le corresponde entonces al ser humano que no aspira a jerarquías políticas?

-Le corresponden muchísimas cosas, porque ¿cuántos militantes puede haber de los distintos partidos políticos sobre 30 millones de habitantes? El 1% de la población, a lo sumo. ¿Qué pasa con el 99% restante? La actividad humana es mucho más amplia que la actividad política concreta. La actividad humana es la actividad cotidiana. El ser humano, además de problemas políticos, económicos y sociales, tiene problemas existenciales, problemas de comunicación, problemas consigo mismo. Tiene problemas de sentido y problemas de futuro. El ser humano tiene frustraciones y deseos… Y todo eso no lo podemos reducir a la “actuación política”.

-¿Por eso usted sólo aparece cuando presenta un libro?, ¿Qué significa ese libro?

-Por eso figuro en determinadas situaciones. En cuanto a “Humanizar la tierra”, ese libro es la expresión en prosa poética de nuestro pensamiento. Es un compendio de tres libros. El primero “La mirada interna”, trata a cerca de la contradicción del ser humano y propone, como salida a esta contradicción -que es la raíz del sufrimiento en el ser humano- una forma de actuar en el mundo para saltar sobre el sufrimiento personal y no seguir envenenando el medio social. El segundo libro, que es el “Paisaje Interno”, trata sobre lo que nosotros llamamos la nihilización, el agotamiento del sentido en la vida personal y social, con algunas respuestas acerca de qué cosas tienen sentido en la vida y cuales no. Y el tercer libro ya se mete con los valores y con las instituciones establecidas y las cuestiona. Pero no es simplemente un libro contestatario, como han dicho algunos. Sino que pretende dar nuevos modelos y nuevas respuestas frente a las instituciones y esos valores que, hoy, al finalizar el siglo XX, no están bien establecidas. Por eso el libro “pretende” revisar esas instituciones y esos valores y, muy brevemente, propone modelos.

Desarrollo personal y cambio social

-¿Ustedes creen que el desarrollo personal llevará a un cambio?

-Nosotros creemos que el desarrollo personal legítimo tiene que llevar también al cambio social. Que nada importante que se genere en uno mismo queda en uno mismo. Si es verdaderamente auténtico, termina produciendo transformaciones. Así ha pasado con los grandes movimientos históricos en política. Así ha pasado con las grandes religiones. Todo lo que aparentemente comienza siendo un problema personal termina volcándose al contexto social, no cabe duda.

-Teniendo en cuenta la resistencia que se produce al cambio personal y al cambio social, ¿cómo cree que se puede producir?

-Yo creo que si a la gente “las cosas le van mal”, puede atribuirlo sin dudas a la situación económica, política, social. Pero ¿cómo registra ese sufrimiento porque las cosas le van mal, Si lo hace con un encarnizamiento, con un aumento de su negatividad y una proyección de esa negatividad hacia fuera, las cosas van a salir mal para él y para la sociedad en que vive. En el caso de los argentinos, me da la impresión de que hay que buscar un tipo de conciliación interna. Creo que en esta situación no hay otra salida más que conciliación en todos los campos.

El optimismo humanista

-Usted ha expresado que es optimista ¿por qué?

-Soy optimista, incluso por la situación geopolítica, geohistóricas y económicas que se da en el mundo. Veamos: en 1992 se supone que van a caer las barreras aduaneras, las divisiones de fronteras y demás en Europa. Si el Mercado Común del Este y el Mercado Común Europeo terminan ensamblándose, va a haber un mercado gigantesco. Y el potencial económico que va a tener esa Europa unida va a tocar de cerca la economía norteamericana, cuyos capitales van a sufrir una importante retracción. Es cierto que Estados Unidos hizo su aporte en la época del plan Marshall para levantar a Europa, pero ahora van a tener que retroceder. Por otra parte, en el este asiático se han levantado Japón como potencia económica que ha dinamizado, además, toda su área. Basta pensar en Taiwán, Corea del Sur, Singapur y aledaños para ver la influencia tremenda de Japón. El capital norteamericano tiene problemas. Está quedando el África más desarticulada que América Latina. Yo voy a responder a su pregunta, pero tengo que dar este rodeo para explicar por qué soy optimista. Estados Unidos se va a ver forzado, indefectiblemente, a volcar capital a América Latina porque necesita la expansión de sus mercados. Si bien, con sus 250 millones de habitantes tiene un mercado de altísimo stándard, no le será suficiente para ensamblarse con el crecimiento que va a experimentar Europa y otras zonas del Asia. Este plan Marshall al revés (que es el que se ha hecho en América Latina -según nuestro punto de vista- que en lugar de inyectar capital se ha llevado capital hacia afuera) ha producido el efecto que estamos viendo. Porque si a Europa se la levantó inyectando capital, a América Latina se la tiró abajo quitándole capital. Yo no busco culpables. Yo simplemente estoy diciendo que esa es una realidad. Entonces, Estados Unidos, de un modo o de otro, va a tener que arreglar sus cuentas con América Latina. Va a tener que invertir o reinvertir seriamente. Veremos si hay una capacidad suficiente en los países de América Latina. Individualmente considerados y en conjunto, para que esto sea beneficioso para todos. Creo que hay capacidad suficiente. Creo que, aunque la administración Bush sea la continuación de la administración Reagan ya han tomado muestras y tienen suficientes estudios y suficiente conocimientos como para comprender que la vía anterior es una vía muerta. Y que acá conviene -a todo el mundo- que América Latina crezca. Por eso, desde el punto de vista de los desplazamientos de capitales y de los juegos de fuerza mundiales soy absolutamente optimista.

-A propósito de conducción política ¿Por qué el planteo suyo de una “política alegre”? Si la política es, en general, solemne, sería y hasta aburrida.

-Porque la política que llevan adelante los humanistas y los verdes es proyección de esa filosofía optimista. Porque se cree que el futuro va a ser mejor. Porque no se cree que esto va a terminar tan mal como andan diciendo todos los pájaros agoreros. Se dice “con seriedad” que la situación es sería y es grave. Pero “sí tiene salida” porque, inclusive, hay presiones de fuerzas económicas en todo el mundo para que los que tienen grandes masas de capital, se vean compelidos a arreglar todo el desastre que, en gran medida, produjeron ellos. Un ejemplo es la desmilitarización, la política de desarme y la pacificación creciente que está llevando a cabo la Unión Soviética, de la cual Estados Unidos no está ajeno. La perestroika es muestra del mundo que viene.