Reportaje realizado en la revista «Hoy» por el periodista Áxel Pickett L. A Silo,
con motivo del lanzamiento del libro «Contribuciones al Pensamiento»

17 de Septiembre de 1990

(Duplicidad de fechas ¿23 de septiembre?)

El mendocino Mario Rodríguez Cobos, Silo a modo de seudónimo, ya tiene 52 años, está casado y tiene dos hijos. No obstante ello y las dos décadas que han pasado desde que pronunció su arenga -buena o mala, simpática o terrorífica, pero recordada al fin y al cabo- en el medio del macizo andino, sigue entregando sus puntos de vista sobre el desarrollo humano y social. Hace unos días vino a Santiago a presentar su último libro (Contribuciones al pensamiento), asunto que en los tiempos que corren no se entiende si no está acompañado de una seguidilla de entrevistas. Entre las de rigor, la siguiente.

– ¿Usted es macrobiótico?

– No, en absoluto.

– ¿Qué come?

– Como carne, fumo, tomo café, tengo todos los defectos.

– ¿Y le gusta el fútbol?

– No mucho.

– Habrá visto el Mundial.

– No, no lo vi.

– ¿No vio a Goicoechea atajando penales?

– Y no, no lo vi.

– ¿Y conoce al Presidente Menem?

– Personalmente no.

– ¿Y qué le parece?

– Mal.

– ¿Por qué?

– Porque está llevando adelante una política bastante insensible. Es un intento importante de desburocratización, pero, para modificar el esquema anterior, que era obsoleto, que era pesado y en eso estamos todos de acuerdo, no se pueden achicar las cosas de ese modo si no se abren nuevas fuentes de trabajo. Porque si no, qué va a hacer la gente.

– ¿Usted ha hecho alguna propuesta sobre eso?

– No. Pero me parece que si en lugar de cerrar así, drásticamente, las empresas que dan pérdidas, que son obsoletas, o todo aquello, a los mismos trabajadores se les diera oportunidad de cooperativizarse, se privilegiara eso de algún modo, las penurias sociales y económicas que hoy día se están pasando en ese país podrían resultar más aliviadas.

– ¿Que perspectivas le ve a Argentina?

– Y, bueno, yo creo que hacen drama. Creo que esto no es ninguna novedad. Los mismos argentinos tuvieron una crisis horrible a principios de siglo, se han olvidado, había gente que se moría de hambre en aquella época; se olvidaron y les parece que es el fin del mundo. Desde luego es una situación dramática, pero creo que saldrán adelante.

– ¿Por qué usted habla de «los» argentinos?

– No me siento muy argentino, me siento más bien latinoamericano, no creo mucho en las barreras administrativas y artificiales que se han puesto entre nuestros pueblos.

– ¿A qué se dedica usted?

– Tengo una rutina descansada, me manejo con algunas propiedades que atiendo sin mucha prisa. Estudio un poquito y, ahora, en estos tiempos, estoy bastante ocupado con la producción de los escritos.

– ¿Cómo procesa sus escritos?

– Tengo montones de notas sueltas, por el mal hábito de andar con una libretita en donde consigno determinadas cuestiones que me parecen de algún interés. Antes andaba con papeles y se me perdían, era un lío.

– Se ha ido sistematizando.

– Claro, voy tratando de ordenar un poco las cosas, y, bueno, unas salen mejor, otras salen peor.

– ¿En su casa tiene un escritorio, un lugar específico para escribir?

– Tengo un pequeño estudio con dos escritorios: uno lo lleno de libros y en el otro voy poniéndole a la computadora.

– Se ha ido modernizando también.

– Claro, pero realmente cuando pretendo hacer una cosa inspirada, no sé por qué motivo, noto que escribiendo con la mano la cosa sale mucho más fluida.

– ¿Cuando escribe piensa en sus eventuales lectores?

– No en absoluto.

– ¿En qué piensa?

– En el tema mismo. Es una especie de desconsideración que yo tengo, está bien, mea culpa, no pienso en qué va a pasar con el lector. Al revés, creo que si me pusiera en esa actitud me sentiría muy limitado.

– Sí tiene conciencia de que hay un público que está esperando sus escritos.

– Yo creo que hay un público interesado en los escritos, cómo no, que se amplía en la medida en que van apareciendo obras y se van difundiendo. Pero no los tengo en la mira cuando produzco un escrito, no absolutamente no.

– ¿Para qué escribe usted?

– En primer término para ordenar mis propios pensamientos. En segundo término, ya que me muevo en un mundo social y con gente, para que pueda servirle a algunos lo que creo que es de alguna utilidad.

– ¿Usted cree sólidamente en eso?

– No es una creencia sin fundamentos, como son en general las creencias.

– ¿Y cree que se entienden las cosas que usted plantea?

– A ver, creo que depende del interés del lector, y es más, creo que incluso si alguien no está en esa disposición las cosas más fáciles del mundo, no se entienden. Y que las cosas más difíciles, si en un público hay interés por entender, se terminan entendiendo.

– Le voy a leer un párrafo de la página 46 de su libro, Contribuciones al pensamiento. «Cuando decimos que el espacio de representación muestra distintos niveles y profundidades, ¿es que estamos hablando de un espacio volumétrico, tridimensional, o es que la estructura percepto-representativa de mi cenestesia se me presenta volumétricamente?».

– Claro…, es un ensayo y, entonces, tiene ese lenguaje un poquito sofisticado, propio de los ensayos. Es difícil, claro, es complicado. No está pensando en términos de gran difusión o para alentar al lector a pasar un buen rato, de ninguna manera.

– ¿De qué se trata entonces?

– De producir dos ensayos, uno de sicología y otro sobre historiología, desde el punto de vista filosófico y no desde el punto de vista de la disciplina sicológica o de la disciplina de la historia, sino buscando los fundamentos de esas ciencias y discutiendo con las teorías que han llegado hasta nosotros hoy, en donde se pone al ser humano en actitud pasiva. Es decir, de que todo le pasa.

– Por ejemplo.

– Por ejemplo, sicológicamente, para las teorías que han llegado hasta hoy, el hombre es un producto de las condiciones objetivas, de la educación, de lo que quiere, pero en fin de cuentas es un producto. Se discute con esas teorías: la característica fundamental de la condición humana no es ser producto y reflejo de condiciones, sino actuar en el mundo por la transformación del mismo y de sí mismo. Con la historiología la discusión es parecida : las teorías que tratan de interpretar el devenir histórico nos lo presentan como producto del medio geográfico, de una dialéctica de clases, o de lo que fuere. Nosotros estamos diciendo que tiene que ver con la actitud no pasiva, sino del ser humano en la transformación del mundo.

– ¿Cuál sería la importancia de todo eso?

– La importancia que tiene para mí, veremos si la tiene para otros, es que estos escritos permiten construir una teoría de la acción. Permiten hacer un desarrollo, más o menos amplio, sobre la acción humana y justificarla en distintos campos.

– Pero ese desarrollo debería considerar también los objetivos de la acción humana.

– Sin duda, claro que sí; una teoría de la acción, para ser teoría, debe ser completa, sí. Pero tal teoría no está desarrollada, así que usted me está apurando mucho. Estamos simplemente echando los pequeños fundamentos dentro de nuestras posibilidades, uno hace lo que puede.

– ¿Qué pretende con sus escritos?

– No son muy grandes las pretensiones, son más bien teóricas. Y como es la moda del momento decir que las ideologías han muerto y cosas por el estilo, bueno, entonces, este tipo de ensayos está destinado al fracaso. Porque es un ensayo teórico, de algún modo doctrinario, ideológico. Reclamo puro este tipo de trabajo la calificación de ideológico.

– ¿No han muerto las ideologías?

– Por supuesto que no. Han muerto las ideologías obsoletas, pero eso ocurre siempre en la historia.

– No hay para qué hacer tanto drama entonces.

– Cuando desaparece una ideología no se acaba el mundo empiezan otras ideologías. Por ejemplo, la ideología que se ha instalado hoy -que pretende que no hay ninguna ideología, que hay que atenerse a las cosas que uno ve, que hay que estar con los pies en la tierra es una ideología de poco vuelo, que se inauguró en el pragmatismo y otras corrientes de hace dos siglos y que estuvo bastante mal parada porque no tenía nivel y que hoy, al barrerse otras ideologías, ha tomado relevancia. Creo que es el fin de las ideologías pasadas y el comienzo, ahora que se ha despejado bien el terreno, de una revisión ideológica.

– Habrá que seguir escribiendo libros.

– Estoy tratando de producir otro de acá a fin de año.

– ¿A qué se debe esa urgencia?

– Hay mayor aceptación de este punto de vista, se lo interpreta mejor que en otras épocas y, entonces, se trata de dar algunas respuesta. Creo que está mejor la cosa en general. Los acontecimientos que ocurren en este mundo en que vivimos se van acelerando mucho, hay mucho cambio, mucha transformación, todo se ha puesto más lindo, más interesante.

– Ahora sí que le toca a su humanismo.

– Hemos estado en una misma línea; lógicamente se ha ido profundizando el planteo. Hoy estamos más alentados que al principio.

Hoy, 17 de septiembre de 1990