Revista ANALISIS, del 27 de mayo al 2 de junio de 1991
Silo: “Si, soy utópico y ucrónico”
SUSANA KUNCAR
Carismático y esencialmente optimista es este argentino que se autodefine como un pensador y despierta una admiración rayana en la veneración entre sus seguidores.
Cuando Mario Luis Rodríguez Cobo, más conocido como «Silo», hizo su ingreso al cine Gran Palace el pasado jueves por la noche, las más de dos mil personas que repletaban la sala le tributaron una ovación de esas que sólo se brindan a un líder. Después, un silencio impresionante acompañó la conferencia que ofreció en torno a las ideas fuerza que ha desarrollado durante los últimos veinte años, condensadas en sus libros Humanizar la Tierra, Experiencias Guiadas, Contribuciones al Pensamiento, y Mitos Raíces Universales. La charla culminó con una nueva y más entusiasta ovación, y el inmediato retiro del hombre en cuestión, sin mediar más que un cálido «gracias». En el ambiente quedó un hálito especial, algo así como la feliz complicidad de haber vivido una experiencia importante.
Argentino, cincuenta y tres años, casado hace veinte con la misma mujer y padre de dos hijos de once y ocho años, «Silo» vino brevemente a Chile invitado por la editorial «Planeta» para hablar de sus libros, pero es obvio que su poder de convocatoria va mucho más allá de la literatura. Tampoco es un político, más bien se autodefine como «un pensador, un observador en el campo de las ideas». Su trayectoria se remonta a la década del sesenta, cuando inspiró un movimiento que proclamó su apodo, alusivo a la delgadez de su figura y angulosos rasgos.
En torno al siloísmo se tejió una verdadera «leyenda negra», que en los posteriores años de dictadura se tradujo en abierta persecución. No obstante, «el movimiento» ni se inmuta, ni se apura. Hoy tiene presencia en cincuenta países y posee un instrumento político: La Internacional Humanista, aliada en Chile con el Partido Verde. Algunos de sus principios básicos: el cambio no violento, la no discriminación y la libertad de opción. Ideas similares a las de otras tiendas políticas, pero planteadas y practicadas en un estilo distinto. «El movimiento» no propone modelos, sino un estilo de vida, se explica desde adentro.
Con un discurso que sigue siendo absolutamente «anti-establishment» y esencialmente optimista, «Silo» insiste en la posibilidad de la transformación personal y social en pos de la superación del sufrimiento. En pocas palabras, su convencimiento nace de constatar que «las actividades humanas son no-naturales, son intencionales, sociales e históricas». («Carta a mis amigos», 21-02-91). «Si con la idea de naturaleza se ha querido señalar lo permanente -profundizó en su conferencia- tal idea es hoy inadecuada aún si se la quiere aplicar a lo más objetal del ser humano, es decir, a su cuerpo. Y en lo que hace a una ‘moral natural’, a un ‘derecho natural’ o a instituciones naturales encontramos, opuestamente, que en ese campo todo es histórico-social y nada allí existe por naturaleza».
«Silo» se niega a definir su ideología en relación a otras, pero establece una diferencia: «Nuestra concepción no se inicia admitiendo generalidades, sino estudiando lo particular de la vida humana. (…) Esta postura inicial la hace incompatible con todo sistema que arranque de la idea, desde la materia, desde el inconsciente, desde la voluntad, etcétera». Tampoco cree en la mecánica histórica como motor del cambio: «No basta con la acción de condiciones oprimentes para que se ponga en marcha el cambio, sino que es necesario advertir que tal cambio es posible y depende de la acción humana. Esta lucha no es entre fuerzas mecánicas, no es un reflejo natural; es una lucha entre intenciones humanas».
Tras su conferencia, de la que fueron extraídos los anteriores conceptos, «Silo» accedió a una entrevista con ANALISIS, donde se mostró como el intelectual que obviamente es, pero también como una persona llana y jovial.
P: ¿Usted promueve el cambio, qué opina de las veloces transformaciones que han ocurrido en el mundo últimamente?
S: En el contexto mayor ha surgido una novedad en los últimos tres meses, diría yo. Se ha consolidado un imperio, nos guste o no nos guste; ha terminado poniéndose en marcha una estructura que ya apuntaba a eso, a la que se suma no sólo el poder económico y político -por el tipo de compromiso que han asumido numerosos países con él- sino el poder militar de modo casi indiscutido. Imagínate si semejante estructura de poder militar e imperial, asentada en todos los continentes, con sus «cómpanys» distribuidas en todos los lugares, no va a producir modificaciones económicas importantísimas en toda la región (América Latina). Aquí no sólo tratará de imponer un modelo económico homogéneo a sus intereses, sino que para lograrlo impondrá modificaciones jurídicas e incluso constitucionales.
P: Pero en América Latina también se está produciendo un proceso de consolidación democrática…
S: Sin duda el hecho de que vuelen las dictaduras es un paso adelante, pero me da la impresión de que el proceso tendrá que profundizarse en esa dirección.
P: En sus últimos escritos usted formula una fuerte crítica a la consagración de las leyes económicas como único ente regulador de la evolución social. ¿Qué alternativa propone?
S: Nosotros decimos que si es la sociedad la que produce los bienes, ella debe también detentar los medios de producción. Ojo, que no es el modelo estatal que utiliza el aparato como monopolio de la concentración y la distribución económica. Se suele decir, bueno, pero el Estado es el administrador. Lo es, mientras no venga un dictador o un grupo multinacional y se apodere de él. De modo que confundir el Estado con la sociedad me parece un exceso.
«Estamos pensando, por ejemplo, en las cooperativas, que no han funcionado bien en Yugoslavia, y que tampoco han sido eficientes en el sistema capitalista. Pero cuál es el contexto social. Si en el sistema capitalista a las cooperativas no les das créditos preferenciales ni favoreces la participación de la gente, ¿cómo no van a fracasar? Si en el sistema socialista, que hemos conocido, las cooperativas no son más que un instrumento del partido, ¿cómo no van a fracasar? No me parece bueno invalidar el sistema cooperativista por el hecho de que hayan mostrado ineficiencia o fracasos en los dos sistemas que hemos conocido, porque hay explicaciones para ese punto. Entonces como ideal, además que me parece un ideal decente y coherente con nuestra forma de pensamiento, por qué no apelar a que los medios de producción estén en manos de la sociedad que es la que produce los bienes.
P: ¿Sinceramente, no se siente un tanto extemporáneo al hacer estos planteamientos?
S: Absolutamente, creo que es lo que va a ocurrir, no lo que ha ocurrido. También nos sentíamos fuera de época cuando -y hay documentos que así lo prueban- hablábamos de la caída de las ideologías que imperaban en esa época. Y cayeron. Me parece que no hay un destino inexorable de modelos económicos que se vayan a imponer, como la economía social de mercado. Creo que ésta va a la crisis, y además, en breve. Así que, sí, uno es utópico y ucrónico, fuera de lugar y de tiempo. Por lo demás estos neoliberales que aparecen hoy como muy modernos con las computadoras, son del Club de Chicago, de 1840. Lo que pasa es que como han caído otras ideologías aparecen como muy modernos. Y parece que ellos hubieran inventado la tecnología, ¡es fantástica la imagen que dan!. Como si ellos fueran los que han inventado el progreso humano, algo así como si Leonardo hubiera sido neoliberal, por ejemplo.
P: Si usted dice que hay que adaptarse a los nuevos tiempos, ¿por qué se opone al pragmatismo, tan en boga actualmente?
S: Hay modas y tendencias, pero eso que antes era una moda en ciertos círculos, hoy es una tendencia social destructiva. Veo que existe una fuerte tendencia a deshumanizar a la gente, frente a la cual hay que aprovechar otra tendencia histórica que siempre lucha contra la deshumanización del ser humano. Debemos poner en marcha los valores de la intención humana y denunciar todo aquello que aliene. Creo que el pragmatismo es una tendencia fuerte, que los ropajes que tiene hoy esta presentación neoliberal van a cambiar porque harán crisis, pero que de todos modos la tendencia a sumergir al ser humano y a convertirlo en hormiga va hacia adelante. Entonces acá hay una lucha que no es de modas, sino histórica, con distintas transformaciones.
P: ¿La creación de la Alianza Humanista-Verde sería una nueva expresión del siloísmo que ya no le hace asco al poder, se mete al sistema e intenta cambiarlo desde adentro?
S: Claro, hay ideas en esta forma de pensamiento que pueden ser aceptadas más o menos por nuevas organizaciones políticas, e incluso, tal vez, por otras que son más antiguas, pero que en cuanto ideas les parecen aceptables. Y me parece muy bien, aunque no confundiría las ideologías con las personas.
P: En Chile, esa Alianza ha estado cercana a la izquierda. ¿Se podría proyectar eso a nivel más global a partir de fenómenos como la Perestroika?
S: El pensamiento humanista es muy próximo a la Perestroika. Creo que es además la postura de los nuevos tiempos la que está ocurriendo en la Unión Soviética, no es simplemente el resquebrajamiento de la estructura económica y que hacen cola en el mercado. Se está produciendo un fenómeno nuevo, y hay afinidad. En cada país las variables son muy complejas, pero si me pregunta en términos generales, la afinidad sin duda es con la izquierda.
P: Usted dice que «la tarea de aquellos que quieren un mundo mejor será efectiva si se la hace crecer desde el medio en que se tiene alguna influencia». ¿No le parece una perspectiva de cambio demasiado lenta?
S: Hay que producir un cambio en la gente, y seguramente cuando ésta se abra a otro momento histórico se verán los frutos. Es cierto que aparece como muy lento, por lo menos en este momento, pero hay cosas que pueden parecer mucho más veloces y no serlo. Lo que pasa es que cada uno tiene su corazoncito y quiere ver el cambio.
P: ¿Me puede explicar en qué basa su optimismo respecto del futuro latinoamericano, qué signos alentadores ve?
S: En América Latina está difícil la situación, se ve avanzar mucho la cosa del imperio. Pero veremos si en los pueblos se despierta una conciencia de que esto no se arregla por partes sino en conjunto. Si surge la necesidad de actuar solidariamente. La situación está difícil, pero no imposible. Los latinoamericanos tienen capacidad para hacerlo, son países muy nuevos. Además, quién sabe qué transformaciones puedan ocurrir en el imperio mismo.
P: O sea que ésto es casi como tener fe, al final…
S: Y sí, bueno, es un poco como tener fe. En el destino de la gente y en que no te aplasten la cabeza.