Diario Los Andes, Mendoza – 25 de abril de 1999

Silo, el místico fundador del Movimiento Humanista
A 30 años de la Arenga en Punta de Vacas

El 4 mayo se cumplirán 30 años de la arenga de Silo en Punta de Vacas, mendocino, fundador del Movimiento Humanista. Fue la primera expresión pública del ideario de un grupo de jóvenes inquietos, que luego se extendió a 60 países. Hoy, su líder dice que fracasaron y que asistimos al fin de una civilización signada por la violencia.

La consigna era cuando menos atrapante: “4 de mayo de 1969, día del fin del sufrimiento”. Para algunos fue una farsa, una puesta en escena, para otros, un hito, un acontecimiento fundamental que marcó en sus vidas un antes y un después. Pero más allá de las apreciaciones personales, la arenga que el mítico Silo, mendocino fundador de lo que unos años después sería el Movimiento Humanista, realizó aquel día en Punta de Vacas, fue todo un símbolo, un hecho singular.

En poco más de una semana se cumplirán 30 años de lo que muchos recuerdan como “el sermón de la montaña”, un alegato a la no-violencia en el que Mario (el “Negro”) Rodríguez Cobos y sus seguidores sacaron a la luz ante 500 personas las ideas que los desvelaban, y que hasta el momento habían mantenido en casi total hermetismo.

¿Maestro, mesías o sanador? ¿Religión, secta o partido político? ¿Comunista o fascista? Tales eran las preguntas que se hacía una sociedad sedienta de definiciones, a la que Silo y sus discípulos venían incomodando con su esoterismo y actividades poco convencionales. Y a la que terminaron de desconcertar aquel 4 de mayo entre montañas, nieve y ametralladoras (el gobierno militar temía que lo que parecía un grupo de “idealistas locos” terminara convertido en un loco revolucionario).

Buda, Gandhi y Perón.

Treinta años después, Silo sigue escapando a todo intento de encasillamiento. Inasible, se escabulle, pero deja marca. Y plantea mil interrogantes. Amigo de Perón y Gorbachov, creyente, pero crítico acérrimo de la jerarquía eclesiástica de los ’70, viajero incansable, bebió en las aguas de Buda, Luter King, Gandhi y Gurdjieff, y hoy no duda en afirmar “como movimiento fracasamos rotundamente… pero no es tan grave” (ver nota aparte).

Desconcierta una vez más por naturaleza o por estrategia, quien sabe. Es que cuesta pensar que no le fue bien a quien introdujo el Humanismo en casi 60 países, cautivó a los estudiantes de Roma, a los obreros de Glasgow y a los intelectuales de Varsovia y Budapest, logró el honoris causa en la Academia de Ciencias de Moscú y hoy aparece en más de 100 páginas de Internet. El hombre se universalizó.

“Silo es una buena persona, buena gente, quizás con muchas limitaciones e imposibilidades para llegar a la sociedad y explicar su pensamiento”. El líder se define y habla con el mismo carisma que sedujo a aquellos jóvenes desencantados en Punta de Vacas. Envuelve con su calidez, y su profundidad espiritual es evidente, pero su discurso de fin de siglo tiene un tinte más político. “A través de la expresión política, que es el Partido Humanista, queremos ver si la buena gente puede ascender a la función pública”, dice, mientras señala que están concentrando esfuerzos en las elecciones de octubre.

Su diagnóstico del mundo actual es apocalíptico, como el de hace 30 años. Dice que asistimos a la crisis de la civilización actual y que el paso a una nueva etapa incluirá “mucha violencia, terrorismo y muertes”.

En tanto, el Humanismo sigue defendiendo los principios que le dieron origen al hombre ante todo y sobre todo, no a la discriminación y no a la violencia.

El sermón de la montaña

“Ayer alrededor de 500 personas entre adherentes, discípulos y curiosos -jóvenes de entre 15 y 20 años en su mayoría- saciaron su sed de no violencia o de novedades en un marco de imponente belleza natural”. Así describió en su crítica la escena del 4 de mayo del ’69. Néstor García Morro, en LOS ANDES.

“Cuando pedimos permiso para hacer la reunión, los militares nos contestaron ‘vayan a hablarles a las piedras’. Entonces elegimos Punta de Vacas, y el éxito fue total”, recuerda sonriente Silo, quien junto a sus seguidores más cercanos se retiró tres meses a una casa de piedra en la montaña, para preparan el gran encuentro.

Todo sucedió cerca del mediodía. “La escena era -sin duda- de gran impacto psicológico…”, escribió el periodista. Enfermos en camilla llegados desde Córdoba y Chile con la esperanza de ser curados. Silo bajando de la montaña vestido de blanco y con una varita en la mano, el silencio, la gente expectante, el periodismo (estuvo hasta la cadena internacional CBS), formaban parte de un sugestivo y poco común.

Entonces habló el “maestro”. Dijo que la violencia no era sólo física, sino económica, racial y religiosa, que era necesario elevar y purificar el deseo y que la única forma de acabar con la violencia, y por lo tanto con el sufrimiento, era la meditación interna y la fe interna.

Todo vuelve

“Hermano mío: cumple con mandatos simples, como son simples estas piedras y esta nieve y este sol que nos bendice. Lleva la paz en ti y llévala a los demás. Hermano mío, allá en la historia está el ser humano mostrando el rostro del sufrimiento… recuerda que es necesario aprender a reir y que es necesario aprender a amar”.

“Grave y solemne Silo calló, entregó su varita… y se marchó seguido por mil ojos expectantes… Todo era emoción entre los que empezaron a pasar la varita de mano en mano”, describía García Morro en su crónica.

Hoy, en ese paraje de Punta de Vacas hay un monolito que Silo y sus seguidores inaugurarán el 4 de mayo como parte de los festejos del aniversario. Allí estarán algunos de los de ayer y también otros. Sin la espectacularidad de entonces, sin los caños de las ametralladoras que controlaban el “orden”. Sin varitas ni vestidos blancos. Y con todas las luchas y cambios de 30 años.

¿Qué vamos a decir ese día?, se preguntó Silo. “Que aquí estuvimos y aquí estamos”.

Gloria Zain
Marina Walter

Inaugurarán un monolito

En el mismo lugar de Punta de Vacas, donde Silo pronunció su primer discurso público hace 30 años, el martes 4 de mayo, a las 12, durante un acto recordatorio se inaugurará un monolito.

Además, se dará a conocer un documento que contendrá un balance de lo actuado y los pasos futuros.

Los que están y los que se fueron

Los que se reunieron aquella soleada mañana de mayo en torno al mítico líder eran en su mayoría jóvenes en busca de una respuesta. Algunos de aquellos seguidores de la primera hora permanecieron, otros se sintieron estafados y para otros, Silo y el Humanismo no son más que un recuerdo simpático. Treinta años después, LOS ANDES conversó con dos de las personas que entrevistó un periodista de este diario aquel día hace treinta años, en Punta de Vacas.

Pablo Gusberti (58): fue un militante muy comprometido con el movimiento Siloísta. Después de unos años presentó la renuncia y terminó la carrera de ingeniería. Hoy es docente, está casado y tiene dos hijos.

“Me impactó el sacrificio que había hecho la gente para llegar hasta Punta de Vacas, algunos estaban muy enfermos. Pensaban que iba a haber milagros. Me molestó un poco la puesta en escena de Silo. Creo que ese día estafó a mucha gente con su fe. Cuando conocí a Silo, estaba en la búsqueda espiritual. En un principio me cautivó, pero después el carisma tomó un tinte político y me desilusionó”.

“Estaba todo muy bien pensado para jóvenes inquietos y desencantados. Pero era peligroso: yo miraba a la gente como a pequeños seres dormidos. Todo lo que te hace sentir superior a los demás es sospechoso. El pertenecer al movimiento te separaba mucho de tu vida cotidiana. Por eso, prácticamente ninguno de los militantes termino sus estudios, incluido Silo. Creo que lo que es genuino no te separa sino que te integra más a la sociedad”.

“Mirando atrás, veo que lo espiritual era un barniz para otra cosa. A Silo le interesaba el poder. Quería ser el heredero de Perón, con quien tenía una relación muy fluida”.

Juan Carlos Benenati (60): fue prácticamente cofundador del Movimiento. Es uno de los que permaneció y hoy milita en el Partido Humanista. Está casado tiene un hijo y se dedica al agro.

“El 4 de mayo fue un hito, porque poníamos en marcha algo en lo que habíamos estado trabajando mucho tiempo. En aquel momento dijimos que se estaba instalando un tipo de violencia que iba a acarrear mucho sufrimiento, y es ni más ni menos, lo que estamos viendo hoy”.

“Éramos jóvenes y en lugar de jugar a las bolitas, nos preguntábamos las cosas. Ibamos un poco más allá… En treinta años la idea central de nuestra filosofía no ha cambiado: el sufrimiento se supera a través de la solidaridad, y poniendo al hombre en el centro”.

“Al institucionalizarnos políticamente, no perdimos el carisma original. Aspiramos a llegar al poder político porque vemos que es la única forma de implantar nuestras ideas. Silo nunca quiso mostrarse como un mesías. Esa fue una construcción del periodismo. Lo que me cautivó de él, fue su gran poder sintetizador de la realidad”.

“Fracasamos rotundamente”

Al realizar un balance de las tres décadas de vida del Movimiento Humanista, su creador confiesa su fracaso. Sin embargo, aclara que no faltaron las ideas ni la concepción de la vida que le dieron origen, sino la forma de llegar a la gente.

“El Movimiento ha fracasado rotundamente. Después de predicar ciertas cosas y de defender ciertos valores, no se nos ha escuchado, y se han tomado otras vías. Evidentemente, no hemos logrado lo que nosotros queríamos: Un mundo de paz, sin discriminación, de fraternidad. Esta es la evaluación que hacemos este aniversario. Probablemente no hayamos sabido interpretar correctamente el momento ni trasmitirlo adecuadamente. Para nosotros no es tan trágica la idea de fracaso, ya que reconociendo los errores es como se puede avanzar”.

“Asistimos al fin de nuestra civilización”

“Estamos asistiendo al fin de nuestra civilización. Es un proceso irreversible, que causará mucho dolor y muertes. No tardará en llegar ese final, pero al mismo tiempo sirve de semillero para quienes iniciarán la nueva civilización, que estará guiada por principios más espirituales”, afirmó Silo. Sus palabras no constituyen una “profecía” sino que son el fruto “del profundo análisis de la crisis que comenzamos a observar en la década del ‘60”.

Amplió que “actualmente estamos en el ojo de la tormenta” del final de una etapa humana y que “nos preceden veinte civilizaciones que murieron como fue la del poderoso imperio romano”.

-¿Qué síntomas de los ’60 les anticiparon esta crisis?

-Por ejemplo, comenzó a observarse una ruptura generacional, a la gente joven se la segregaba ya en esa época, se la consideraba un grupo de riesgo. Esto se fue agravando. Las generaciones no se entienden, el abismo entre ellas es grande y difieren hasta en la forma de sentir. Quizás no se nota tanto en sociedades como la de Mendoza, pero a nivel mundial en los grandes centros de poder, hay una verdadera guerra generacional. Además, la ola de violencia fue creciendo y se expande, llegando a cada individuo.
-¿Qué precipitó ese proceso?

-Estamos en una crisis general de la civilización, los modelos que estamos usando no son buenos para el ser humano. Eso se debe a que al producirse la expansión de un imperio, impone sus valores, su violencia, su economía, lo que barre la cultura de cada lugar y cambia sus pautas.

En un mundo globalizado como el actual, cualquier catástrofe en ese imperio se traslada a todo el globo. La situación es grave. Se suele hablar de las ventajas de la globalización, pero no de sus defectos, se está globalizando también la violencia, la injusticia, la concentración del capital, el despojo del poder adquisitivo de las clases humildes y hasta una forma de pensar.

Ahora los tiempos se aceleran. Los cambios no demoran siglos, como antes, por lo que considero que el fin de esta etapa se producirá en pocos años más.

-¿Es el fin de una era y el inicio de otra?

-Sí. Vamos a pasar muy malos momentos, pero en el ser humano surgirá un nuevo punto de vista, una nueva forma de relacionarse, que será el semillero de la nueva civilización. Este tema lo tratamos con Gorbachov antes de que surgiera la perestroika. El buscaba una nueva forma de pensamiento, que se inscribe en el concepto humanista. La civilización que se va incluirá mucha violencia, terrorismo, muertes. Hay que estar preparados para ese momento.

-¿Quiénes hoy detentan el poder están interesados en revertir esta situación?

-Vivimos en una época de macerbación del poder. En el mundo existen hoy las condiciones para acabar con el hambre, pero no se logra porque hay sectores que no lo desean. En otras épocas de la civilización aunque se hubiera querido no era posible, en cambio ahora sí, pero priman intereses económicos personalizados.

Hay círculos que están interesados en aumentar su dominio sobre la humanidad. Se da un nuevo esclavismo que no usa cadenas. Es la búsqueda para concentrar el poder la que genera las crisis que causan grandes daños.

-Frente a este panorama ¿qué rol les cabría a los intelectuales?

-Muchos buenos intelectuales, por miedo y hartazgo se están retirando y dejan libres espacios fundamentales. Y es justamente ahora cuando más los necesitamos, cuando hay que participar. Si no, ese vacío lo va a llenar la peor gente. Tenemos que actuar en todos los campos, en el espiritual, en el cultural, en el político. No hay que escaparle a ninguna de las situaciones. Como cambiaría todo si esa gente que se ha retraído como para no contaminarse ni ensuciarse, volviera en una especie de flujo y reflujo.

-¿El vuelco de muchas personas hacia temas más espirituales, como la New Age, forma parte del proceso que vivimos?

-Es un hecho que en todo el mundo, en todas las culturas, las personas han comenzado a mirar hacia adentro. La gente está cambiando mucho, hay como un vacío. Van hacia una nueva espiritualidad y religiosidad, que por ahora es difusa.

El gran problema es que las personas están demasiado centradas en sí mismas. Y no podemos dedicarnos a nosotros mismos y dejar a los demás librados a su suerte. Hay que orientarse hacia el otro, sin desatender la individualidad.