5 de julio de 1994
Revista Ya

Mario Rodríguez Cobos un mito nada mitológico

Lo apodaron Silo por ser alto y flaco. Fundador del neohumanismo, no terminó de estudiar Ciencias Políticas. En los años ’60 “la sucesión entre pequeños gobiernos civiles y largos períodos militares me marcó”. Entonces comenzó a pensar, y en eso pasó los últimos 35 años. En 1984 su pensamiento cobró vida en el Partido Humanista-Verde cuando todavía en Chile se le recuerda como el ídolo de jovencitas que partían tras una peculiar liberación.

Por Claudia Hidalgo

Su estática sonrisa no se la saca ni el más conflictivo tema. Su ronca voz le da un aire encantador a respuestas que, muchas veces, son lo que él quiere decir.

A primera vista es un señor común y corriente, sin aura, con una presencia que no hace justicia con el mito del mesías que hace 30 años llevaba a inocentes muchachas a comunidades poco respetables; al hombre que es la raíz del Partido Humanista-Verde que, aunque niega injerencia directa, hace que sus palabras suelan ser ley.

-¿Silo es una persona o es alguien aparte de Mario Rodríguez?

-A veces surgen mitos en torno a las personas y se les atribuyen excesivas virtudes o defectos horribles. Yo me veo como un escritor bastante malo, pero bastante leído por cierto tipo de público. Frente a mis ideas hay posiciones radicalizadas, pero yo tengo sólo una visión más sobre el mundo.

-Si es así, ¿por qué se le acusa de que en los sesenta fomentaba la liberación sexual y las drogas?

-Esos cambios sucedieron y no creo que un pequeño grupo tuviera influencia. También se nos acusó de destruir la familia, pero ella se ha destruido por un proceso histórico en el cual tenemos poca injerencia. Tengo una larga vida de pareja y mis niños están muy bien; si veo a otros humanistas, ejemplos de estabilidad, las consecuencias de mi pensamiento son buenas.

-¿Por qué, entonces, tantas acusaciones?

-Los adultos de ese momento reaccionaron contra todo lo juvenil y nuestro movimiento era lo único articulado. Fuimos chivo expiatorio. Se nos atribuían maldades: que éramos, al mismo tiempo, agentes del KGB y de la CIA; drogadictos planificadores de la destrucción de la sociedad, cuando un drogadicto no es capaz de planificar nada.

-Pero en la práctica hubo gente que partió detrás suyo.

-Lo que ocurrió es que, como en Europa, los jóvenes conseguían trabajo para hacer su vida. Pudo haber algún caso de abandono de hogar, pero no para unirse a un movimiento. Además, unirse no significaba hacerlo en la estratósfera; ¡nosotros funcionábamos en las ciudades! Hubo una gran histeria porque una generación quiso participar.

-¿Mantiene las mismas ideas?

-Sí, seguimos sosteniendo que el motor de la historia son las generaciones: una suplanta a la otra. La gente que a los cincuenta años llega al poder aplica lo que discutía a los veinte, se impone con retraso mientras hay otra formándose.

En su neohumanismo el centro de todo es el hombre de conciencia dinero, los medios de difusión, la educación… pero, en un momento dado la gente reacciona, el sistema se da vuelta y de nada vale la opresión”.

Cree que, de seguir las riquezas en manos de unos pocos, la civilización podría colapsar. “Antes el mundo estaba fragmentado y si caía una civilización, otra emergía. Ahora somos un solo mundo”. La salvación es “volver a las personas, al barrio”.

-¿Por qué no tiene más seguidores?

-El movimiento decidió que cada partido actuara en cada realidad. La gente no sólo no ha respondido en Chile; tampoco en otros lugares. Supongo que por lo nuevo que es este pensamiento y porque la gente quiere que el neoliberalismo salga bien. Mientras no haya crisis no vamos a tener respuesta.

-Necesita una sociedad en crisis.

-Eso es así, lo que no significa que recemos para que se desestabilice. Todo lo contrario. Pero en Europa tomamos fuerza porque hay recesión y desocupación. Estamos allí, pequeñitos, con una visión que, a lo mejor, es interesante escuchar.

Mi cuerpo, mi derecho.

Se enamoró hace más de 30 años de la bailarina Ana Luisa Cremaschi porque es “linda, artística y muy sensible”. Amor a primera vista. “Viajamos para vernos; yo desde Mendoza y ella desde Santiago; por eso no es extraño que se formaran los primeros grupos de estudio en Chile con las relaciones de ella”.

Cuando no está pensando, su trabajo oficial, sube a la montaña “con mis hijos y mi señora bajamos en kayaks por ríos torrentosos”.

-¿Qué es el matrimonio?

-La confluencia de intenciones en una dirección. Si esas intenciones varían, porque la pareja o las circunstancias cambian, debe ser posible modificar las condiciones. No creo que tenga carácter de contrato y tampoco que la gente quiera separarse. No soy partidario del divorcio, sino de una ley que lo regule.

-¿En qué momento hay derecho a la vida?

-El ser humano nace cuando nace al mundo, es decir, en el parto.

-¿Legislaría el aborto?

-Sí, hoy en día se pone en peligro la vida de muchas mujeres. Hay que estudiarlo interdiciplinariamente y poner en el centro a la mujer. Los varones no deben discutir lo que debe hacer la mujer con su cuerpo.

-¿En qué condiciones la mujer tendría derecho a abortar?

-Por una violación. O, por una malformación del niño, que va a ser tragedia para sí y para quienes lo rodeen. Concebir un hijo tiene que ver con un proyecto; si deja de serlo, la mujer tiene derecho a modificar la situación. El problema es que vemos al niño con características humanas antes de nacer. La madre se prepara con amor para recibirlo, ¿pero qué pasa cuando no es deseado? Es como tener un enemigo adentro.

-¿Qué pasa si su señora hubiera querido abortar a su hijo Alejandro?

-Lo hubiera experimentado como una tragedia. Ella también; pero si ése fuera el problema, no me hubiera opuesto.

-Hay tantas que dan su hijo en adopción y al verlo lo retienen.

-Muchas cosas cambian. Es un tema riesgoso que genera miles de problemas de conciencia. Por eso hay que discutirlo. A veces el médico opta por salvar al niño, que no es ser humano, en el sentido de que no se ha constituido en el mundo; eso es asesinar a la madre. Para los que adhieren a otras corrientes, los asesinos somos los que permitimos el aborto. Para nosotros el ser humano es un ser que se abre al mundo cuando nace; toda la formación es para prepararlo para el mundo y no para vivir dentro de la mujer.

-Hay un segundo entre estar dentro o fuera de la madre.

-No tiene que ver con el segundo. Si tengo un puñal en la mano no soy criminal; cuando mato me convierto en criminal. No es un problema de segundos, es un cambio de situación.

-¿La libertad sobre el cuerpo es aplicable a la droga?

-Así es, y por eso hay que informar. Hay partidarios de legalizar la droga para quitarle poder económico a las mafias que envenenan a la población. Pero ese punto de vista economicista no agota la realidad. Nosotros decimos: legalicen la droga siempre y cuando haya una campaña esclarecedora, muy fuerte, en la familia y en la escuela.

– La libertad, ¿hasta dónde llega?

-Hasta la libertad del otro. La traspaso cuando perjudico, no sólo físicamente, sino torciendo las intenciones del otro.

-O sea, los gobiernos traspasan libertades.

-Sin duda, todos, desde el comienzo, siempre. Es una lucha del ser humano. Pasará mucho tiempo antes de que se dé una sociedad que no necesite gobiernos.

-Pero, ¿las fallas de los gobiernos son fallas de personas?

-Más que fallas humanas, son fallas en el ordenamiento de las relaciones humanas. El hombre no es bueno o malo; desde el punto de vista de los valores aceptados, es neutro. El opta por cometer actos buenos o malos. No soy bueno o malo, sino mis actos. El peor de los criminales puede convertirse en un héroe y viceversa.

-¿Cree en un ser superior?

-A mi manera, sí. No me lo imagino como un policía que dirige actos de muñecos, sería muy aburrido. Genera la libertad.

-Si yo no soy buena ni mala, ¿qué importancia tienen mis actos?

-Todos los actos, aunque separados, se encadenan y llevan a alguna parte.

-¿Tiene relación con lo que hay después de la muerte?

-Conviene tener más actos buenos.

-¿Se siente un mito?

-Algo de mito hay…

-¿Un mito injusto?

-No ha habido injusticia… Estupidez, más que injusticia.