Revista Punto Final
Chile 06/94

“Me decían Silo cuando era gimnasta, alto y delgado como un silo. Ahora es un seudónimo literario”, explica Mario Rodríguez Cobos.

Para la generación de los años 60 Silo fue más que un apodo. Para sus seguidores era un orientador, educador, casi un gurú. Para los adultos de la época, Silo era sinónimo de hippismo, revolución de las flores y del cambio social, esotería y drogas.

Silo fundó y se convirtió en el líder del Movimiento Humanista, expresado en Comunidades de Desarrollo Humano. Para quienes no las integraban eran una especie de secta sospechosa.

Este hombre visitó Chile para lanzar su libro “Cartas a mis amigos” durante el Encuentro de la Cultura Humanista.

Mario Rodríguez, 56 años, nació en Mendoza y vive en los alrededores de un pequeño pueblo, con su esposa y dos hijos. Es autor de seis libros que han sido traducidos y publicados en distintas partes del mundo.

“Cartas a mis amigos” es una recopilación de diez cartas escritas en forma de folletos entre el 21 de febrero de 1991 y el 15 de diciembre del año pasado, que intentan responder a las inquietudes sociales, políticas y humanas del desconcertante nuevo orden mundial.

El origen del movimiento humanista se presta a mucha controversia. ¿Cómo nació?

“Nace en Mendoza como un pequeño grupo de estudio dedicado a las ciencias políticas, preocupado de las crisis de la década de los 60. Trata de educarse en una época en que estaba convulsionado todo: movimientos contestatarios, rebeliones estudiantiles en Europa y la guerra en Vietnam.

En Argentina estábamos bajo la bota militar. Asomaban los hippies, alumbraban los primeros fenómenos guerrilleros, aparecían grupos buscando la paz en todo ese desorden.

Se ha confundido a nuestro movimiento con esos grupos. Fuimos parte del movimiento contestatario de toda una generación, pero no tributaria de esas corrientes”.

Neoliberalismo y fascismo

¿Cómo se fue convirtiendo de movimiento contestatario a una expresión política propositiva, incluso partidista?

“Eso ocurrió a lo largo del tiempo. Producto de las repreciones muchos fueron encarcelados, nos ametrallaron gente, otros fueron al exilio a Europa y otros lugares. En vez de quedarse añorando la patria se abrieron al medio, formando estos grupos de estudio en otras tierras”.

¿Usted sigue siendo el ideólogo del movimiento?

“Esa es una forma de ponerlo, pero hay gente que se preparó y está produciendo buenos análisis”.

¿Cómo ve el movimiento actual?

“El neoliberalismo está tomando otro carácter. Los fascistas no hablan de libre juego del mercado. Si el modelo liberal empieza a derivar en un esquema fascista, se acabó el neoliberalismo, aunque sea como planteo ideológico. Estamos pasando a otra etapa.

En Italia, por ejemplo, empiezan a surgir movimientos sindicalistas, movimientos gremiales y obreros de base, que no responden a las cúpulas sindicales tradicionales. Las cúpulas se han quedado en el aire. La base comienza a darse organizaciones autónomas. Es bastante inorgánico todavía y aparentemente sabe a espontaneismo, pero tienen permanencia.

La reacción al sistema se empieza a manifestar y no al modo tradicional con los sindicatos clásicos y los partidos políticos de oposición tradicionales”.

¿Qué diferencia a los humanistas de otros partidos de Izquierda tradicional que plantean el mismo trabajo con las bases?

“Me parece que son pocos los que lo están haciendo y los humanistas están poniendo todos sus esfuerzos en eso. Trabajar en la base significa la coordinación de sectores discriminados y marginados que deben formar parte de un mismo conjunto. Esos sectores deben confluir en centros de comunicación desde los que se vaya estructurando un fenómeno social nuevo”.

¿Para llegar a qué?

“Crea las condiciones para dar orientación a los grandes conjuntos. No creo en el voluntarismo de que uno pueda producir cambios revolucionarios en una estructura con la propia acción. Estamos envueltos en el mismo revoltijo y esto va a crecer en la medida que los mecanismos de control del poder se vayan aflojando”.

¿A qué se refieren cuando hablan de revolución social? ¿Cómo intervienen las posiciones ideológicas?

“La revolución social no puede plantearse como se hacía a comienzos del siglo. Hay que volver a reconsiderar los factores de la producción, es decir, qué pasa con el capital, qué pasa con el trabajo. Hay que establecer una nueva relación, por lo menos en una etapa de desarrollo, entre el empresariado y el trabajador.

Se está diciendo que el que arriesga es el capital. Y acá en realidad lo que estamos nosotros diciendo es que el arriesga es el trabajo. Se arriesga la vida en el trabajo, se pierde el trabajo y arriesgas tu vida, la de tu familia, etc. El capital tendrá que reinvertir en la empresa o si hay saturación del mercado, abrir nuevas fuentes de trabajo.

El poder financiero es el verdadero y único poder que está manejando todo.

Nada garantiza que el poder financiero, que se concentra cada vez más, siga desarrollándose. Estamos en un sistema mundial cerrado que, según nos enseña la física, marcha a la entropía, es decir, al desorden interno. Yo creo que se viene una crisis financiera”.

En América Latina cualquier revolución social debe lidiar con el Norte. ¿Qué relación se puede dar con Estados Unidos?

“Ese es el tema. Por lo pronto Estados Unidos está instrumentando el Tratado de Libre Comercio a pasos acelerados. Ya metió a México en ese juego, con lo cual descabezó parte importante de América Latina. Y está incursionando en el resto de la región para asimilar.

Las reacciones se hicieron sentir en el mismo momento en que se suscribió la entrada de México al NAFTA. Se levantó Chiapas y me parece que vamos a tener otros ejemplos. No va a resultar tan fácil homogenizar a toda la religión”.

Respuestas humanistas

¿En qué medida el movimiento humanista considera legítima una respuesta armada al problema del poder?

“Estamos en otro momento histórico y no podría legitimarse como metodología la lucha armada. No va por ahí, sino por un cambio de situación por presión de las masas. La cosa pasa por una discusión fraterna entre las distintas fuerzas progresistas para ver si en esta diversidad puede existir convergencia”.

¿Cómo se definen ustedes ideológicamente?

“Como método de análisis usamos herramientas que vienen del campo de la fenomenología, del pensamiento filosófico de las corrientes existencialistas que dan cuenta de la vida humana por encima de otras concepciones. Ponemos muchos énfasis en la importancia de la diversidad. No se puede acabar con las etnias, los localismos, las regiones de un país. Son fuerzas vivas, creadoras. Las minorías deben ser admitidas y fortalecidas”.

Hay un capítulo en su libro dedicado al quehacer. ¿Qué hacer?

“El quehacer es no dar respuesta tan globales y tan formalizadas sobre el tipo de sociedad que se va a lograr, sino sobre el quehacer concreto en la base. Es poco pretencioso pero bastante realista desde el punto de vista de las posibilidades que uno tiene.

Los humanistas somos una alternativa que por prudencia política toda sociedad debe cuidar, porque les estamos diciendo: ‘Aunque este edificio no se incendie, es bueno que haya escalera de escape’.

El humanismo, a lo sumo, se está planteando como una alternativa en el caso de que este sistema reviente. En otras épocas la gente tenía alternativas: si fallaba el sistema capitalista, estaba el socialismo y viceversa. Y si falla ahora este sistema, ¿cuál es la alternativa, aparte del desborde y una catástrofe sin dirección?”.

Pero ha habido muchos momentos en la historia en que el sistema hizo crisis y logró salir. Las condiciones objetivas para una revolución social siempre han estado presentes.

“El ser humano es una realidad dinámica, capaz de transformar el mundo y transformarse a sí mismo. El ser humano nace en un medio social, es un ser histórico, tiene lenguaje, cuenta con la experiencia de las generaciones pasadas. Avanza en un horizonte de futuro muy amplio, no es reflejo de las condiciones objetivas. Es un ser en marcha. No tiene naturaleza, tiene historia”.

El socialismo, como filosofía, ¿está desfasado?

“Me parece, correspondió a un momento. Pero en el Este, que ha sufrido esa debacle, surgen nuevos movimientos socialistas. Se trata de un socialismo renovado, con otras preguntas y otras respuestas. Esto es muy bueno para todos. Estamos cambiando, en hora buena.

El partido político es una superestructura que tiende a ocupar lo lugares que concede el sistema para darle un barniz de sistema democrático. Creo que lo que se está gestando son movimientos sociales de base. La expresión política es necesaria. Pero no es por la expresión política (partidista) que se puede producir el cambio social”.