Chile
15 de Mayo de 1994
Diario: La Nación
Bárbara Hayes
“Más que incendiarios, somos puerta de escape”
Silo, 25 años después
Mario Luis Rodríguez Cobo, Silo, contraataca. Con un nuevo libro -Cartas a mis amigos- y con un discurso remozado, como corresponde en este fin de siglo. Mezcla rara de utopía ambulante y primer polizón en un viaje hacia la trascendencia, este mendocino se las trae.
A los 56 años sigue predicando con pasión sus ideas. Pero quienes lo escuchan hoy no son los hippies que se arrobaron con su presencia en Punta de Vacas, en plena Cordillera de los Andes, en 1969. La audiencia de los ‘90 ya está crecidita y se compone básicamente de humanistas. Para ellos, Silo fue -y es- algo así como su propio Marx.
Con un aire que definitivamente recuerda al peruano Vargas Llosa, Rodríguez Cobo es un argentino de tomo y lomo. De palabra vehemente, gesticula y fuma sin parar creando una atmósfera atractiva, fácil de comprar.
-A estas alturas la gente ya olvidó porque lo llaman Silo…
-Es un seudónimo de mi época de gimnasta. Yo era flaco, largo, como un silo. Después, empecé a firmar mis libros así, y se convirtió también en mi seudónimo literario.
-Qué pasó con usted entre los años 70 y 90. En Chile, por lo menos, no supimos casi nada de su vida…
-Nos dedicamos a cuestiones de subsistencia. Con mi mujer tuvimos algunas propiedades agrícolas…
-¿No es contradictorio que Silo se dedique a los negocios…?
-En realidad no son negocios, son formas de subsistencia. Paralelamente, hicimos nuestros estudios e investigaciones. Hemos editado con algunas casas de importancia, como Plaza y Janés y Planeta. Y nos han publicado en más o menos 50 países.
-¿Fue voluntario este sumergimiento a un mundo más privado después del protagonismo que tuvo a fines de los ‘60?
-Las condiciones que nos rodearon fueron las que produjeron este silenciamiento. Llegaron los tiempos de los regímenes militares en América Latina y no dejaron mucha libertad de expresión…
-¿Cómo lo trataron a usted y a su movimiento los militares argentinos?
-Bueno, me metieron preso 17 veces, ametrallaron a algunos de nuestros amigos, encarcelaron a muchos de ellos y los otros debieron salir del país. No es muy distinto de lo que pasó en Chile.
-¿Fueron los siloístas tan perseguidos como la gente de izquierda?
-Claro. La única diferencia es que éramos pocos y no se notaba tanto. Fue un fenómeno de doble filo: por un lado, el tremendo golpe que tuvimos que aguantar, y, por otro, la gente nuestra que se refugió en Europa, a diferencia de quienes se encerraron en ghettos añorando su tierra, empezó a comunicarse…
-Y cómo fue que usted no tuvo que irse.
-Y bueno, aguantamos lo que pudimos. Aguantamos el silenciamiento, la segregación, la cárcel.
-Pero también habrá ayudado el que usted pertenezca a una familia pudiente de Argentina.
-Ayuda, yo creo.
-¿Cómo llegó a transformarse en el gurú del hippismo?
-Hay que ponerse en el contexto de la época. Surgía la juventud contestataria, que empezó en Europa y luego s expandió por América Latina. Fueron los años del mayo francés, de los acontecimientos de México, de la juventud norteamericana que se levantaba contra la guerra de Vietnam. Esta emergencia tomó muchas variantes. No todos los jóvenes eran hippies, también aparecen los primeros síntomas del guerrillerismo.
-Pero usted no fue gurú de ellos. Al contrario, fue despreciado por los revolucionarios de entonces.
-Nosotros, en esa época, constituíamos sólo un pequeño grupo de estudio que se formó en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Cuyo. Estábamos interesados en los temas políticos y sociales, y veíamos que una crisis muy fuerte se nos venía encima. No nos satisfacían los análisis que hacía la izquierda ni la derecha. Así que empezamos a estudiar la realidad desde nuestra perspectiva e hicimos unas pequeñas propuestas.
-Y en qué se centraban esas “pequeñas propuestas”.
-En la no violencia. Veíamos que estábamos a las puertas de un desborde que terminaría en dictadura. Nosotros anunciamos esto desde el primer momento. Creíamos que vendría una gran represión, que el movimiento juvenil iba a ser desarticulado, que se iba a consolidar un sistema de fuerza.
-Qué proponían para contrarrestarlo.
-Organizaciones juveniles de base.
-Eso fue lo que se llamó el Poder Joven.
-Exactamente. Pero ese Poder Joven no se articuló convenientemente. Porque surgieron muchos grupos espontáneos que decían ser parte del movimiento y eran cualquier cosa. Se inspiraban ‘por las suyas’ con nuestros materiales.
-Esa es la gran crítica que se le hace a usted. Lanzó propuestas, los jóvenes las hicieron suyas a su manera y no hubo conducción del moviendo.
-Nosotros queríamos canalizar ese moviendo y no lo logramos. Fue incapacidad.
-Y que fue de los otros que estaban en la cúpula del movimiento.
-La mitad, yo creo, fue emergiendo hacia otras actividades.
-Son los empresarios de hoy, digamos.
-Algunos sí lo son.
-En qué momento el Poder Joven se transforma en “la Comunidad”.
-La Comunidad para el Desarrollo Humano fue y sigue siendo una institución social y cultural reconocida en distintos países, incluso en Naciones Unidas. El problema fue que la palabra comunidad se asoció con las comunidades campestres de los hippies. Y no tiene nada que ver una cosa con la otra. Y en cuanto a los hippies que entraban y salían de nuestro movimiento, eran sólo unos jóvenes más.
-¿Qué tomaron los partidos humanistas del siloísmo?
-El humanismo se fue gestando poco a poco a medida que se iban plasmando nuestras tesis. Pero la Comunidad, que también existe en Chile, es una institución cultural y no política.
-En Argentina el Partido Humanista está aliado a los comunistas. Y en Chile están bastante hermanados. ¿Cómo se explica, cuando en el pasado ustedes fueron ácidos críticos del mundo socialista?
-En Argentina, humanistas y comunistas fueron el Frente Amplio de Liberación, que luego se convirtió en el actual Frente Grande. Nosotros fuimos muy críticos de ellos por ciertas cuestiones metodológicas, como era la cosa de la violencia. Pero el mundo ha cambiado mucho. Todos estamos más reflexivos.
-Pera hasta donde sé los partidos comunistas que subsisten en el continente no han renunciado a la vía armada.
-Bueno, claro, ésa es su tradición.
-Conceda entonces que es una contradicción que ustedes, los pacifistas de ayer, estén aliados con los que tradicionalmente propugnaron la violencia.
-Sí, pero ellos hoy no están pensando en técnicas petarderas.
-Qué opina del rotundo fracaso del candidato humanista Cristián Reitze, quien obtuvo menos de uno por ciento en la última elección presidencial chilena.
-Nos pareció muy interesante el posicionamiento que logró el Partido Humanista. Nuestro análisis no es, claro, en términos de mercado. El humanismo no ha tenido difusión suficiente, porque es algo muy nuevo.
-En el pasado usted definió a sus seguidores como “incendiarios del cambio”. ¿Cuánta ceniza queda de ese fuego?
-Ahora, más que incendiarios nos estamos viendo como escaleras de incendio (se ríe a carcajadas). Toda persona prudente busca alguna alternativa. La dolorosa experiencia del campo socialista muestra que las cosas no siempre salen como uno cree. Antes, si el capitalismo no resultaba estaba el socialismo. Hoy si llega a fracasar el capitalismo ¿cuál es la alternativa? El humanismo, humildemente, trata de hacer reflexionar sobre esta posibilidad. Cualquier edificio tiene su escalera de incendio, cualquier cine tiene su salida de escape… Por eso, cuidemos a los humanistas, porque estos buenos muchachos son una alternativa.
-¿Pero no cree que los tomarían más en serio como alternativa si no estuviesen aliados con los comunistas?
-Es posible, pero nos parece humanamente adecuado que participe gente que tiene muchos aporte que hacer. Siempre fuera de la óptica del mercado y de los cálculos electoralistas. No sacamos cuentas de cuánto ganamos y cuánto perdemos cuando trabajamos con las personas; sino qué es lo más ético.
-¿Y cuáles son hoy las bases del sustento de esta alternativa?
-Probablemente nos dirán que somos catastrofistas y que tenemos el síndrome de fin de milenio. Pero no predicamos acabo de mundo, sí la posibilidad de un colapso de sistema. Y nuestra propuesta es, entre otras cosas, construir una nueva relación entre el capital y el trabajo, porque la que existe deja en la desprotección a las grandes mayorías.
-¿Qué más…?
-La acción, porque ésta ya no es época de cúpulas. Los partidos políticos están en crisis en todo el mundo, porque se están alejando de la base social. Lo mismo pasa con las cúpulas sindicales y gremiales. Entonces hay que reconstruir el tejido social, sin preocuparnos tanto de quién va a ser diputado, senador o Presidente, sino qué va a pasar con el vecino, con nuestro barrio.
-¿A usted le interesa el éxito? En sus palabras hay desprecio por el poder.
-A todo ser humano le interesa el éxito. El tema es si se va a plantear como exitismo inmediatista o como proceso. Si alguien es elegido para un puesto público por acuerdo de las cúpulas, jamás va a impulsar desde allí el cambio. No es que depreciemos la existencia de poder, lo que decimos es que hay que poner la mirada en la gente.
-¿Cuál es su opinión de Menem?
-Muy mala. Creemos que ya se acabó la época del triunfalismo menemista, que se han producido muchos fenómenos y que hay una situación de efervescencia en Argentina. Y que el proyecto de estabilización de su ministro de Economía sólo ha logrado que no varíe mucho la moneda; pero en cuanto a la revolución productiva que prometió, no se ha avanzado ni una pulgada. La desocupación es grande, la protesta está en muchos sectores de la población. Y pueden ocurrir desbordes más graves que el de Santiago del Estero.
-Pero parece que va a reelegirse…
-Una cosa es el acuerdo de cúpulas para lograr una convención constituyente, que permita que el actual Presidente vaya a competir en las próximas elecciones. Y otra, que sea elegido. El Partido Humanista se jugó por el voto en blanco y la abstracción.
-¿Milita en el Partido Humanista?
-No. No tengo vocación de político. Mi tarea es más bien intelectual y literaria.
-En su nuevo libro, Cartas a mis amigos, usted pone el acento en la dimensión del cambio personal. ¿De qué manera éste puede gatillar el cambio social?
-No tenemos la pretensión que desde el cambio personal se pueda provocar el cambio social. Sólo planteo que hay que tener en cuenta la dimensión personal, porque otros sistemas cometieron el error de ignorarla. La gente no puede ser sólo un número o un dato estadístico. Eso es todo.
-En él también se refiere a las Fuerzas Armadas. ¿Cuál es el rol que debieran jugar en una sociedad humanista?
-En una sociedad humanista las Fuerzas Armadas serían innecesarias. Entendemos que hoy eso no puede ser. Pero sí se puede promover un desarme gradual y progresivo. Y ésa no es sólo idea nuestra. Ya lo planteó Gorbachov, un hombre espectacularmente avanzado. También propusimos, hace 10 años, un servicio militar optativo. Igual como debe ser optativo el voto. Hay que tener libertad de opción, hay que aceptar la diversidad. Por eso también estamos por una ley de responsabilidad política…
-¿Qué es eso…?
-Que el pueblo pueda cobrarle la palabra a los candidatos respecto de sus promesas electorales. Si no cumplen, debe existir la posibilidad de desafuero y no de esperar cuatro o seis años a la próxima elección para votarle en contra. Eso estaba bien antes, pero hoy todo sucede muy rápido. Un político en situación de preeminencia puede hacer un desastre en un país en poco tiempo.
-¿Quiénes son los amigos a los que usted les manda estas cartas…?
-Es una forma elíptica. Son todos aquellos que coinciden o no coinciden con nuestras propuestas, pero que experimentan interés por el cambio. A esos amigos les escribo.
-¿Y cuáles son sus enemigos?
-La derecha habitualmente ha sido muy enemiga. Ha deformado las imágenes, ha manipulado las cosas. Se ha preocupado más por desinformar que por informar.
-Usted es muy crítico de todo. Y es fácil adoptar esa postura desde la periferia, sin estar comprometido con nada…
-Así es. Hacemos lo que podemos con nuestro movimiento, pero es pequeñito.
-Sí, pero ya tiene 30 años y no madura…
-La historia tiene sus tiempos. Los movimientos, como el ser humano, nacen pequeñitos.
De drogas y amor libre
-¿Se creyó en algún momento que usted era algo así como un ser superior?
-No, ahí ha habido mucha manipulación de los medios de la época. Esa imagen fue también producto de la histeria de ciertos sectores. Se decían tantas cosas de mí. Mire, yo jamás me vestí de blanco, por ejemplo.
-¿Y no apareció tampoco en la Cordillera…?
-Lo que hicimos fue un acto en un punto limítrofe entre Chile y Argentina, porque no nos permitían hacerlo en mí país. Recuerde que en el ‘69 ya estaba Onganía en el poder.
-¿Qué dice Silo de las drogas?
-En los ’60 nuestros amigos rayaban las paredes con frases tales como “la droga es el sistema”. Hoy se discute si hay que legalizarla. Es un punto delicado. No es cosa de legalizar la droga si no hay un esclarecimiento suficiente en la población de los problemas que trae consumirlas. Yo sé que al legalizarla se le quita poder a la mafia que lucra con ella, pero debemos pensar también en la gente.
-¿Qué drogas ha probado?
-Ninguna. Siempre tuve muchos prejuicios y conciencia del deterioro que provoca la droga.
-Pero aquí hay un nuevo contrasentido. En los ‘60 los jóvenes lo asociaban a usted con droga y amor libre…
-Bueno, pero yo les decía que la droga es el sistema. Ese fue nuestro discurso siempre.
-También dirá que no estuvo en la revolución sexual…
-Esa sí que era una actitud pequeño burguesa. De qué liberación estamos hablando, si había condiciones de opresión gravísimas, que no cambiaban porque uno cambiara de pareja.
-¿Cuántos años de matrimonio lleva?
-Treinta, con dos hijos de 14 y 11 que los tuvimos a mitad de camino, porque así nos pareció más prudente.
-A ver, ¿y cómo ha educado a sus hijos?
-Dentro del sistema, porque consideramos que una educación paralela lo único que produce es marginación, problemas de inserción y comunicación con el medio.
-¿Cómo les habla de sexo?
-Nada especial, creo que tienen una visión bien clara de eso.
-Pero algo les habrá dicho…
-No se ha presentado la oportunidad. Qué me van a preguntar si todo lo saben. Son los chicos de hoy, no son lo de hace 20 años.