«La órbita de la actividad humana general, es bastante extensa, gira alrededor de un centro de gravedad del cual se aleja en ocasiones en un perihelio y se acerca en un parahelio, esta enorme oscilación se registra en la historia y también en la conciencia individual, se oscila entre periodos de enorme productividad y confianza en sí mismo, épocas de gnosticismo, de profundidad, y en otras con todo lo contrario, épocas de servidumbre, de caida, de agnosticismo, de superficialidad. Así surge «Lo mejor» cuando hay sentido pleno, hay significacióny claridad que se expresa en autonomia, confianza y destino. El polo opuesto es «Lo peor», el caso del desorden, del sin-sentido, de la oscuridad.

Sabemos que hay muchos mitos que aluden a esto de una u otra manera, pero el caso que nos ocupa es esbozar un pequeño esquema, que nos permita orientarnos en los ascensos y descensos que se producen.

Estos dos polos no están aislados y librados solo a una órbita cíclica y exacta, si así fuera sería todo cuestión de física y mecánica. Están relacionados por numerosos caminos y numerosas puertas que exortan a la correcta elección y al cuidado del desvio; se trata de saber elegir la huella y de abrir las puertas. Se puede apuntar a Lo mejor, el camino será ascendente y de esfuerzo; el contrario es la caida, el descenso por lo fácil, uno se abandona, se hace negligente y pronto la falta de sentido lo inunda todo en un crepúsculo que anuncia que hemos llegado al desastre, a lo peor.

Silo alude a estos polos en sus conferencias cuando explica: «…La Verdadera lucha del hombre está en su conciencia, entre su zona oscura y su zona clara, importa pues despertarla». La zona oscura tiene como correlato el estado crepuscular, irracional e irreflexivo, donde no hay autocrítica posible, es la zona de los ensueños y de su señorio. En este estado la conciencia fabrica «ídolos», simulacros sin esencia; es la conciencia mágica y en fuga que torna frágil cualquier empresa. Este estado de la conciencia es peligroso por la forma de alteración que presenta y su proximidad a la locura y la muerte.

El polo opuesto es la claridad y «El Sentido» que comienza a darse con la conciencia de sí como ámbito. La «Conciencia de sí» es un estado de autoconciencia no natural sino logrado, accidentalmente se lo puede lograr, pero su característica es el de producirse a consecuencia de un esfuerzo invertido. La conciencia se desdobla hacia la percepciuón sensible y hacia sí misma, produciéndose un acuerdo consigo misma. Este desdoblamiento en dos direcciones, comenzó con la división atencional en dos focos equivalentes; uno al suceder general y otro hacia un punto más o menos fijo, a veces fue la sensación de intracuerpo, un punto visceral por ej., luego fue el puño (que lo podía abrir y cerrar para mayor referencia) y luego fue la posición del cuerpo, estos tres casos producían diferentes sensaciones, pero preferíamos los dos últimos (por un correlato de tensión y firmeza); habiendo adiestrado la división atencional, el foco que estaba en los puntos de apoyo, lo dirijo ahora a la conciencia misma, no es ya físico (ni síquico), ahora observo simplemente los mecanismos internos de la conciencia, mecanismos que acompañan a las percepciones; esto resulta algo más dificil pero con insistencia se lleva a hacerse permanente, es entonces cuando hablo de Conciencia-de-sí, y han sido precisamente las dificultades las que me permiten consolidarla. En este nuevo estado no caeré con facilidad en esas antiguas divagaciones alevosas, en esa enajenación. Se trata ahora de someter a prueba al nuevo estado, se trata de forzarlo a fin de que se afirme.

Conozco situaciones límites que obnubilan la conciencia habitualmente; enojos, irritabilidades, autismos, etc. Ahora las produzco o me expongo a ellas y noto que mi mente se mantiene imperturbable, se conserva en sí misma: si quiero insistir en la prueba, traigo a colación por ejemplo viejos ensueños y los evoco con intensidad, pero noto que mi conciencia no se encandila ante ellos como antes, «que nos los cree» y los trata, como tales, como ensueños, noto además que éstos se desvanecen más rápidamente, retornando la conciencia a sí misma en el nuevo estado. La mente no se ha perturbado tampoco esta vez. Comprendo que, en efecto, la conciencia se «ha despertado» en algo, que no cae en el sopor y que se consolida, ahora es el caso de forzar su intensidad.

Si recuerdo los estados de alteración (de enorme poder ensoñativo), recordaré también que fueron épocas grises en mi vida, en las que no «medaba cuenta de nada» y en las que el accidente predominaba con insistencia, que a pesar de estas miserias, mi personalidad era engreida y pedante, con prestigiosos proyectos y alebosas mentiras; tengo una buena noción de lo peor, y si ahora veo el estado de Conciencia-de-sí, con sus posibilidades, la tengo de lo mejor.

Un esbozo final nos lo da el dibujar dos circuitos distanciados prudentemente, el superior será «Lo mejor» y el inferior «Lo peor». Arriba tendremos el sentido, lo lleno, el fundamente, lo justo; abajo tengo el sin-sentido, el vacío, lo superfluo, lo injusto.

Entre estos dos polos queda un espacio intermedio ocupado sucesivamente desde abajo hacia arriba; el sueño, el semisueño, la vigilia, y la conciencia de sí cerca de lo mejor. Desde abajo surge con resolución un rayo ascendente que intenta llegar a la cúspide destinada, pero atraviesa un punto, un momento de decisiones serias (llamado por algunos «la luna negra») en donde puede haber una purificación o una confusión y vuelta a la rueda a girar en el ensueño y la estupidez. (Para facilitar la comprensión del tema, supóngase cada uno en casos semejantes y tal vez eso ayude). El rayo descendente baja hacia zonas oscuras cementadas, sin esfuerzo, por la ley de la caída, en la línea de la degradación, con frustración y luego resentimiento, de aquí a la locura y la muerte hay un paso.

Así suceden las cosas en el árbol de la conciencia; o sus ramas se elevan al cielo, o sin piedad se hunden el fango.

Es conveniente hacer estudios y saber por cuales huellas va cada uno, si cae o si asciende, si a lo crepuscular o mediúmnico, o hacia la luz y la conciencia de sí. Recordando que hay un punto en que pueda perderse todo en la confusión de caminos y aunque siempre se puede recomenzar, las malas cristalizaciones no son fáciles de disolver. Pero en los caminos de la evolución las cosas no son terminantes, siempre y cuando se ponga en juego una fuerza considerable a los inconvenientes. De otro modo éstos nos vencen.