Es una síntesis de la Personalidad, es de ordinario “la gran figuración”.

El personaje surge, así parece por lo menos, por una honda necesidad de darse a sí mismo un significación. Tarea interesantísima que por optarse por la periferia se degrada el intento hacia el personaje; una forma sin contenido, una máscara de un hueco. Todo personaje abriga un conflicto entre lo que muestra y lo que es, entre lo que parece que es y lo que verdaderamente es, este conflicto es quien ocasiona personajes paralelos; uno para sí y otro para los demás. Por esto quienes teorizan sobre el hombre y aseveran que es “dual”, tienen legitimidad solo en la periferia no-trabajada, además lo comprueban ellos mismos en la proyección que hacen. Así surgen por ejemplo “el fanfarrón” con increíble inestabilidad interna, “el tigre de papel”, el “doctor insano”, el “sabio loco”, etc. Es decir, la cáscara suprema, la máxima figuración, tapa (medianamente) la frágil y dividida interioridad del sujeto. Tal vez con esto esclarecido, cobre mayor sentido esa magnífica frase escrita en otra ocasión: “… y en el que incluso la poesía pueda oponerse a la razón sin división interna del poeta” (1).

Entendiendo con claridad que tanto el Personaje como la personalidad se forja en la vida de relación con esa dicotomía de tendencias de fondo, la de encerrarse o afuerarse, la extensión social y cultural adquieren dimensiones de cuidado. Ya que el sistema (socio-cultural, político-económico) puede forjar a su gusto la personalidad de pueblos enteros, y así se mete dentro de la gente diciéndoles día y noche qué debe pensar, cómo debe sentir y dónde debe actuar, diciéndoles con las modas de moda qué hay que ponerse, cómo disfrazarse (vestirse), qué representa; a los demás qué prestigios perseguir, y también impondrá qué división interna es la mejor para la época; una vez será la tuberculosis romántica, otras veces la sicosis, o los complejos de esto y aquello.

La cultura, en vez de dar respuestas y apoyos para la conciencia, dará crisis abismales de dudas insalvables y de conocimientos huecos. La educación individual se hace un simple lavaje cerebral de mediocres contenidos y de valores no pensados.

Los temas tabú y los fetiches mentales desfilarán sin pudores por todas las aulas y en todas las infancias. En el fondo, el Sistema no hace nada que no sea forjar una personalidad, y claro, lo hace “a su imagen y semejanza”. Esto de poner al Sistema de por medio no es un detalle al pasar, sino un asunto de fondo, ya que esas historias de ermitaños y anacoretas no son del todo realistas; hasta ellas mismas fueron en su momento expresiones de problemas sociales, tal vez se justifican como gesto de asco a ese mundo imbecilizante, o gesto de autopreparación para volver al mundo de los hombres, ya que hacer algo lejos de ellos es en rigor prepararse para nada y fugarse desde siempre. Esas imágenes de aislamiento o las actitudes de los extremistas que con una bomba quieren cambiar al mundo, son surgidas ambas de la desesperación inestable de la misma opresión que quieren transformar.

Para no irnos demasiado lejos con esto, conviene no olvidar al hacer una filiación personal, que tanto la sociedad como la cultura forman parte estructural y acondicionan poderosamente, ya sea a través de la familia, de los colegios, de la nación o en la vía pública; el Estado moral, religioso y cultural, forja personajes y personalidades que muy poco tienen que ver con la esencia humana, y que si tienen alguna relación no queda muy clara para la inmensa mayoría. Así es que por donde se vea, importa una tarea esclarecedora a fin de distinguir entre lo profundo y lo periférico, entre lo que encausa y entre lo que desvía.

Tal filiación correcta puede empezarse con trabajos metódicos o con simple observación de las manifestaciones comunes, como son la simple charla mecánica en donde se devela el sujeto en sus proyecciones, en sus deficiencias, en lo que trata de encubrir o de destacar, etc. Cuando se trata del Sistema, también se devela en lo que escribe en sus proyecciones, en sus deficiencias, en lo que trata de encubrir o de destacar, etc. Cuando se trata del Sistema, también se devela en lo que escribe en sus periódicos, en los discursos de sus héroes, en lo que oficializa y en lo que prohíbe, en los valores que propaga y en los que persigue. (2).

Ya sea por la observación de la extraversión habitual y mecánica, o en la investigación metódica, interesa descubrir la telaraña que rige la periferia a fin de impedir que una sociedad en fuga y un Sistema opresor, castren toda posibilidad futura ahogando el espíritu. Tanto personalmente como a nivel de especie, esto que se esboza exige de especialistas dedicados que efectivamente produzcan y ayuden con fuerza hacia nuevos caminos en comprensiones profundas (3).

Volviendo al personaje, y aplicando la noción de la tendencia bipolar, podemos visualizar algunas características generales que se dan en buena medida.

Podemos distinguir tipos antitéticos de caracteres. Básicamente son 6, a saber:

1.- El impulsivo

es el que tiene un impulso fuerte, que se expresa en disputa, en agresiones, en oposiciones, luchas, conquistas o riñas. Actúa sin rodeo y directamente.

2.- El considerado

Es el opuesto, conciliador, sincretista, persuasivo, vueltero, buscando acuerdos en insinuaciones indirectas.

3.- El amplio

Con concepciones abiertas, no herméticas, globalizador, dicharachero, sociable y abierto.

4.- El cerrado

Autista, cortante, inflexible, limitado, concibe objetos únicos y no múltiples. Hermético, sin sociabilidad y taciturno.

5.- El secundario

Concibe los actos en segunda instancia, se separa del hecho y del presente, y responde al estímulo “después”, sin sobresalto.

6.- El primario

Reacciona súbitamente ante el estímulo, “sin pensar”, sin considerar consecuencias, reacciona bruscamente y nada más.

Para finalizar este punto, vemos con interés cómo se forma una triada entre personaje, biotipo, y núcleo de ensueño, y cómo con sincronización se expresan permanentemente en la actitud que se tiene ante los hechos con que se toman las cosas.

La actitud

No es una cuestión solo momentánea y pasajera, sino que es un modo de encarnar el quehacer, es un modo de predisponerse al mundo, de resolver los problemas, de recortar la imagen de todo lo que ataña.

Con la actitud básica que se tiene, uno se proyecta al mundo y también atrae las circunstancias de una manera específica. No resultando lo mismo si se tiene una actitud u otra, ya que no es lo mismo predisponerse a aclarar las cosas y atraer por esto claridad hacia sí, que embarrar los problemas más de lo que están y atraer también hacia sí más oscuridad.

Este punto se presenta como álgido, ya que cambiando su disposición, se pueden desencadenar numerosos cambios menores. Así por ejemplo, si se varía la actitud mecánica de ver complicaciones por doquier, hacia la de “buscarle el lado bueno a las cosas”, o llevándolo más allá, en vez de buscar venganza de mi enemigo, le “busco su lado bueno”, tendré obviamente resultados y posibilidades bien diferentes. Tanto es así que variando una actitud, como quien cambia el dial de una radio, se puede modificar íntegramente la situación de una vida entera, sin importar edad, frustraciones o éxitos; claro está que si tal variación se hace por accidente, no será tan significativa como en el caso de que esa variación devenga de una impresionante toma de conciencia y de una profunda comprensión. Así la actitud con su repertorio de gestos puede obrar sobre la circunstancia interna y externa del sujeto con definitivas consecuencias.


(1) Léase “El socialismo Libertario”, en el Manual del Poder Joven, de H. van Doren. Edit. Trasmutación.

(2) Léase “Tipología del difamador” en “Jaque al Mesías” de H. van Doren. Edit. Trasmutación.

(3) Esto alude a una seria invitación a trabajar en la línea expuesta, no solo a siloístas, sino a todo el que de alguna manera coincida con los planteos básicos.