Es quien más refleja el estado interno del sujeto. Habrá tonos de voz más profundos y más superficiales según sea así el sujeto y luego habrá timbres intelectuales, emotivos, motrices y somáticos. También descubriremos una cadencia de voz según el sujeto hable “regresivamente”, “agresivamente” “progresivamente”, etc. El tono de voz ya comunica al otro un mensaje a nivel de clima que puede o no coincidir con el sentido de las palabras. Por ejemplo, alguien puede hablar de la “vitalidad” y el tono de voz es precisamente enfermizo. Pueden hablarnos del despertar y crear un clima de tensión. Es así que tenemos otra vez la necesidad del equilibrio entre contenido y forma, entre lo que se es y lo que se aparenta.

Tanto en las manos como en la boca o en el tono de voz, aparecen gestos evidentes de tensión nerviosa y de descontrol que también se proyectarán en la escritura:; más ampliamente tendremos la personalidad expresada en buena medida. Por eso es que si obviamos lo que nos dicen y nos fijamos en “cómo lo dice”, veremos más realmente lo que pasa. O sea que hay que hacer coincidir la dinámica corporal con el estado interno del sujeto (tanto en centros como en personalidad), con lo que se extravierte para no fomentar abismos luego insalvables.