Otro asunto: el problema del ensueño y de las grabaciones vividas, como dos determinaciones de peso, comprendidas individualmente y en su extensión social.

Comencemos por una corta historieta: «Un joven estudioso leia con afán sus interesantes libros, en los que supone encontrará las soluciones que busca, hasta que cierta vez descubrió una fórmula fantástica, que podía aplicarse a resolver todos los problemas habidos y por haber. Luego «pensó» que publicaba artículos que más tarde se recopilaban y aparecía un gran libro con sus tésis resumidas; profesores y alumnos lo consultaban y vitoreaban; grandes paginones en la prensa mundial lo nombraban y así fue postulado por fin a recibir el premio Nobel (entre otros) a la sabiduría fantástica. Cuando se disponía a consumarse el magnífico hecho, nuestro intelectual cierra bruscamente el cajón y se pilla los dedos, «despertando» con dolorosas consecuencias. Ahora tenía muchos libros por leer, mucho por aprender y tal vez así, verdaderamente descubre la fórmula de resolver los roblemas. Tal vez está en dejar de ensoñar.

Esta pequeña historia se cumple en cada uno de nosotros y en todos los días; en cada estudiante, en cada profesor y también en cada policía, en cada importante de nuestra sociedad; en todos los casos se divaga de la misma manera. Divaga el pobre y divaga el rico, divaga el duque y divaga el siervo, divago yo y también el héroe de la nación.

Este ensueño interrumpe y deforma la realidad, no solo en el alto sentido que lo enseña la Escuela; como obstáculo para los caminos de la trascendencia, sino para el simple transcurrir de la vida cotidiana. Los hombres no pueden comprender sus problemas y sus reales intereses porque ensueñan y cuando pensamos que los destinos de las diversas naciones están en manos de gentes que también ensueñan, el tema tiene ecos de peligrosidad.

Según se nos explica y comprobamos con rigurosa autoobservación, los ensueños configuran un trasfondo mental, un clima sicológico que carga los demás contenidos de conciencia y que se transmite al cuerpo y al mundo; este clima produce efectos tangibles en uno y en los demás, el ensueño se proyecta de un modo u otro, y tiende a efectivizarse, y al no suceder el hecho anhelado se produce una tensión nefasta que se manifiesta como frustración y sufrimiento, y el regreso a intentarlo nuevamente con amarga sensación de impotencia, que se tratará de simular (a falta de humildad) produciendo las máscara mas inusitadas.

Los ensueños rezagados tratan de todas maneras de aflorar y lo hacen camuflados de proyectos, de «ideas», de aspiraciones, de críticas o de cualquier forma que les valga (1). Los ensueños rezagados conforman un baul debajo del umbral de la conciencia, que siempre se mantiene inquieto y dispuesto a soltar sus conveniencias; tal vez se le pueda denominar a esto sub-consciente (por debajo de la conciencia) aunque no precisamente como es concebido por las teorías modernas.

En el Centro Intelectual los ensueños se dan en la motricidad del Centro, con gran velocidad y sin esfuerzo alguno; esta parte se conecta con las otras motricidades de los demás centros, y en esta «pantalla» tendremos los programas que se proyectan desde la pasión emotiva, desde los reflejos propiamente motrices, desde la zona instintiva y desde la mecánica del sexo. Esta es la vía de lo mecánico, de algún modo de lo «irracional».

Por otras conexiones se registran proyecciones de otras partes de los centros señalando otras proyecciones, así encontramos en la pantalla los programas proyectados desde el resto del aparato humano, esto se suma a lo percibido desde el ambiente externo, completándose un panorama endógeno y otro exógeno que se combina en el ensueño en transformaciones diversas. Es interesante descubrir esta utilidad de señalización en pantalla, porque con observación sutil e inteligente, podemos descubrir numerosos datos significativos del panorama que nos compete. Como sabemos, la pantalla pierde la «censura» atencional en el sueño nocturno y entonces las señales suelen se más reveladoras de todo un mnodo de ser que expresa en la in-conciencia (término que alude a la no concientización de tales fenómenos y no en la concepción moderna como el concepto anterior de sub-conciente). Cabe recordar para ambos casos, que en toda la bibliografía budista y otras de la antiguedad, se mencionan estos términos (2).

También veremos que el ensueño actúa reflexivamente, precisamente como una flexión de la conciencia ante los contenidos que se le allegan. Es decir, hay una acción inmediata, no reflexiva precisamente, dando lugar a una velocidad y frecuencia característica del ensueño, si en vez de una simple flexión, un rebote, hubiera una reflexión, un acto mediato, de segunda instancia si se quiere, no estariamos en el ensueño sino en el terreno del pensamiento, de la reconsideración (precisamente el prefijo re implica repetición, «hacer más de una vez» y obviamente en el ensueño esto no sucede; se suelta como le de la gana y eso es todo).

Resumiendo, descubrimos el clima y trasfondo mental del ensueño, su proyección a través del cuerpo y al mundo, vimos su posibilidad de  frustración y violencia que implica la persecución del espejismo, y también como se quedan en un baúl detrás de la conciencia siempre dispuestos a aflorar; como reflejan los programas endógenos proyectados desde los otros centros (1*) y la compaginación exógena de la percepción del contorno. Entendimos la utilidad de interpretación que tienen las señales expuestas y su comportamiento flexivo de soltarse en rebote sin consideraciones racionales. Para completar el tema, cabe mencionar la importancia temática de los ensueños que ya vimos señalizada. Los temas que se ensueñan, configuran el mundo en que vivimos, por los caminos que andamos. Mundo que al proyectarse y abastecerse es no tan interno que digamos, seguir el hilo temático, es encontrarse de frente con lo que nos interesa, detrás del umbral de la conciencia que es en bastante medida, lo que somos, lo que queremos, lo que nos sucede (claro está, irracionalmente). Es así como llegamos a descubrir que la mayor parte de nuestro presioso tiempo, la vivimos desde el ensueño. Con él nos conectamos con los demás, él interpreta los datos, él estima, él baraja «la realidad» y él, en fin… se encarga de todo, transmitiendo sin permiso alguno, sus características: inestabilidad, fragilidad, deformación y perturvabilidad. Resultando así la vida que tenemos y por este motivo, en razón de verdad, no tenemos por qué quejarnos, si no hacemos nada porque todo resulte de-otro-modo.