Consideradas las 4 manifestaciones de un mismo principio-inasible-en-sí-mismo que son a saber: la Forma, la Mente, la Energía y la Materia, vemos que a pesar de la interacción e interrelación entre estas 4 manifestaciones, cada disciplina se mantiene en una de las franjas. La M.T. lo hace en la franja de la mente. Aquí conviene hacer una salvedad: si bien en el hombre es fácil distinguir la mente, no es así en el mundo de las cosas, pero si pensamos en esa «inteligencia universal», en ese «plan» u «orden universal», que se encuentra tanto en el reino vegetal o animal o mineral, en este plan de las plantas, de un árbol, de lo que sea, vemos la mente, la inteligencia, el orden que adquiere especial expresión en la conciencia humana, pero de ningún modo le es exclusiva. Es el mismo planteo de la objetividad que también se cumple en la subjetividad y que comenzando por esta, el hombre puede retomar lo que tiene validez objetiva, la forma, la energía y la materia son fácilmente comprobables tanto en el hombre como en las cosas, pero lo que nos interesa es que en la M.T. (como en las otras disciplinas) se conserva una línea o franja específica de trabajo aunque cuente con las otras secundariamente. El cerebro será base material para la conciencia, y se necesita energía (ver: «orden universal» en vocabulario).
Determinada la franja de la mente se comienza por la entrada a la conciencia (sensación-percepción) para bucear en esta (descubriendo la estructura de esta y su capacidad de estructurar, la memoria y la relación acto-objeto, originada en la tendencia, que se hace secuencia o cadena permanente para explicar la relación conciencia-mundo y la relación entre conciencias), para trascender a la propia conciencia hacia estructuras universales (en las relaciones de «lo que es y lo que no es», de «lo uno y lo todo»). Este ascenso va acompañado del ascenso en estado de conciencia, consolidándose ulteriormente la conciencia objetiva.