Mas luego a la casa, potentes y afables,

tres Ases vinieron de aquella familia;

por tierra encontraron, con poco vigor,

a Ask y a Embla, faltos de suertes.

Ni ánimo entonces ni genio tenían,

ni vida o palabra ni buena color;

les dio ánimo Odín, les dio Honir el genio,

les dio Lódur palabra y la buena color.(2)

 

En los horizontes de hielo, en los fríos invernales del Gran Norte, ¡qué cosa más querida puede haber que el árbol, germen del fuego, piel cálida y protectora de la horda guerrera, cuerpo de serpiente que nos lleva en la incursión vikinga, herramienta del campo fértil, testigo del compromiso que celebramos ante él! Amamos la planta y aunque el sol es de oro, lo sentimos vegetal. Por esto siempre hemos soñado que el fin de este mundo ocurrirá cuando el Lobo devore al sol, cuando una capa oscura se pose en la tierra, cuando las plantas mueran. Descendemos de Ask («fresno») y Embla («olmo») dos hermosos troncos caídos que por voluntad de los dioses, de los Ases formadores, tornaron a la vida como seres humanos.

Ases y Asinias también aman al árbol, por eso allí se reúnen y deliberan. Pero mejor es que dialoguen sobre estas cosas, aquellos que saben hacerlo. Preguntó Gangleri: “¿En dónde se reúnen los dioses?” Y Hár respondió: “En el fresno Yggdrasil. Allí, diariamente los dioses levantan su tribunal y desde allí trazan el Destino del mundo”.  Y agregó Jafnhár:  “Las ramas  del gran árbol llegan a todos los mundos pero sus tres raíces comienzan donde los Ases(3) tienen su morada, donde viven los gigantes del hielo(4) y donde está el Niflheim.(5). Bajo esta última raíz está Hvergelmir(6). Y en ese lugar  Niddhögg(7) muerde la raíz. Bajo aquella raíz que va hacia los gigantes del hielo está la fuente Mimir(8) en la que se encuentra el Conocimiento. Hasta ella fue Odim y pidió que se le permitiera beber de sus aguas pero unicamente pudo hacerlo cuando arrancó uno de sus ojos para dejarlo como ofrenda”.(9)

Algunos dicen que Odín, gran viajero, buscando siempre la sabiduría fue a otros países. Allí descendió a las profundidades de las minas y apoderándose del enano Alberico (dicen), le hizo entregar el yelmo que hace invisible, y el anillo poseedor del gran secreto del oro del Rin que el gnomo había robado a las custodias ondinas. También los gigantes Fafnes y Otr disputaron por esto con Odín. Uno con el cráneo roto quedó exánime y el otro convertido en dragón vivió defendiendo el tesoro de los Nibelungos; hasta que Sigfrido (nuestro Sígurd), lo mató apoderándose del anillo creador de tantos males, males que siguieron y que finalmente acabaron con todos aquellos que con él habían tenido relación. Porque solamente la sabiduría de Odín puede manejar esas fuerzas.

Odín, que consulta a veces a los ahorcados y que acomete toda empresa por esa “sed de saber” que lo invade, ¿cómo no había de ir hacia las Nornas a tomar el agua del conocimiento? Odín suplicó a estas que le dejaran probar de las aguas pero ellas lo permitieron a cambio de uno de sus ojos. ¡Malditas sean las tres Nornas que lancearon el divino rostro para quedarse con su bien!(10) Estas tres mujeres, llamadas Urd(11), Verandi(12) y Skuld(13), modelan los días de los hombres. Pero aún hay otras Nornas que deciden la vida de los mortales, de los elfos y de los gnomos. Las vidas buenas están regidas por las Nornas buenas y las malas por las de perverso linaje.

Pero hay mucho más para evocar, ¿cómo olvidar al caballo de Balder que acompañó a la pira al héroe cuando él murió; o al caballo de Odin, el magnífico Sleipnir, que con sus ocho patas trazó las distancias del mundo? Y nuestra memoria se alegra recordando a los dos cisnes que se nutrían en las fuentes sagradas.(14)