Y dijo Utnapishtim: “Te revelaré un gran secreto. Hubo una ciudad antigua llamada Surupak, a orillas del Éufrates. Era rica y soberana. Todo allí se multiplicaba, los bienes y los seres humanos crecían en abundancia. Pero Enlil molesto por el clamor, dijo a los dioses que ya no era posible conciliar el sueño y exhortó a poner fin al exceso desencadenando el diluvio. Ea, entonces, en un sueño me reveló el designio de Enlil. ‘Derriba tu casa y salva tu vida, construye una barca que habrá de ser techada y de igual largo que ancho. Luego, llevarás a la barca la simiente de todo ser vivo. Si te preguntan por tu trabajo dirás que decidiste ir a vivir al golfo’. Mis pequeños acarreaban betún y los grandes hacían todo lo que era necesario. Teché el barco y bajo el piso construí siete cubiertas dividida cada una en nueve recintos. Finalmente, deslicé la pesada construcción sobre gruesos troncos hasta que aquella tocó el agua quedando sumergida en sus dos terceras partes. El séptimo día el barco estuvo completado y cargado con todo lo necesario. Mi familia, parientes y artesanos cargué en la barca y luego hice entrar a los animales domésticos y salvajes. Cuando llegó la hora, esa tarde, Enlil envió al Jinete de la Tormenta. Entré en la barca y la cerré con betún y asfalto y como todo estaba listo di el timón al barquero Puzur-Amurri. Nergal arrancó las compuertas de las aguas inferiores y los dioses arrasaron campos y montañas. Los jueces del Infierno, los Anunnaki, lanzaron sus teas y se hizo de noche el día. Día tras día arreciaba la tempestad y parecía cobrar nuevo brío de sí misma. Al séptimo día el diluvio se detuvo y el mar quedó en calma. Abrí la escotilla y el sol me dio de pleno. En vano escruté, todo era mar. Lloré por los hombres y los seres vivos nuevamente convertidos en barro. Finalmente, el monte Nisir detuvo a la barca en su cumbre. Solté una paloma y una golondrina que regresaron al no poder asentarse en tierra alguna y, después de muchos días, liberé a un cuervo que se alejó graznando y no regresó. Luego los dioses se reunieron en consejo y recriminaron a Enlil por el castigo tan duro que había dado a las criaturas, así es que Enlil vino a la barca y haciendo arrodillar a mi mujer y a mí, tocó nuestras frentes al tiempo que decía: ´Tú eras mortal, pero ahora tú y tu mujer vivirán por siempre en la boca de los ríos y serás conocido como El Lejano´. En cuánto a ti, Gilgamesh, ¿por qué los dioses habrían de otorgarte la inmortalidad?”.