El reino de Xibalbá es un mundo subterráneo en el que están todos los daños que padece la humanidad. Desde allí salen las enfermedades, los rencores y las luchas fratricidas. Y allí son arrastrados únicamente aquellos que han hecho el mal, porque antes de que Maestro Mago y Brujito bajaran a Xibalbá todos los humanos, y no solo los malos, eran conducidos allá. Ahora bien, hubo un tiempo en que los padres de Maestro Mago y de Brujito, llamados Supremo Maestro Mago y Principal Maestro Mago, andaban por la superficie del mundo. Cuando ellos tomaban sus escudos de cuero, sus anillos, sus guantes, sus coronas, sus cascos y su pelota, los de Xibalbá se ofendían mucho. Y cuando peloteando en el juego hacían temblar la tierra, todo Xibalbá se encolerizaba. Hasta que un día, los-de-abajo, mandaron ante ellos a sus embajadores con la propuesta de disputar en el juego de pelota. Pero los de Xibalbá los traicionaron y los sacrificaron. Y así quedó sin venganza ese ultraje hecho al Cielo. Ahora bien, Maestro Mago y Brujito se alegraron porque el Cielo les encomendó que fueran a pelotear sobre las cabezas de los de Xibalbá. Los emgendrados barrieron el juego de pelota y arreglaron su espacio para, finalmente, ponerse a pelotear. Entonces, los- de- abajo dijeron: “Estos que juegan sobre nuestras cabezas haciendo temblar la tierra, ¿no son acaso los hijos de Supremo Maestro Mago y de Principal Maestro Mago, no son los hijos de aquellos que sacrificamos?” Eso dijeron y acordaron que se fuera a llamar a los perturbadores. Enviaron sus embajadores a los engendrados con la instrucción de que estos comparecieran.“Que vengan aquí, porque queremos pelotear con ellos. En siete días jugaremos”. Recibido el mensaje, Maestro Mago y Brujito recordaron la traición que los de Xibalbá habían hecho con Supremo Maestro Mago y Principal Maestro Mago. Entonces se dirigieron al mundo subterráneo aceptando el desafío. Descendieron la rápida pendiente y pasaron los ríos encantados y los barrancos; llegaron a las encrucijadas malditas y fueron a donde estaban los de Xibalbá. Los jefes habían puesto en su reemplazo muñecos de madera para que nadie les viera su verdadero rostro (y también ocultaban sus nombres para ser más eficaces). Pero los visitantes todo lo sabían y dijeron: “Salud, Supremo Muerto. Salud, Principal Muerto. Salud, Extiende Tullido. Salud, Reúne Sangre. Salud, El del Abceso. Salud, El de la Ictericia. Salud, Varilla de Huesos. Salud, Varilla de Cráneos. Salud, Gavilán de Sangre. Salud, Dientes Sangrientos. Salud, Garras Sangrientas”. De todos descubrieron los rostros y a todos los nombraron porque ningun nombre quedó olvidado, con lo cual hicieron perder eficacia a los ocultamientos de los de Xibalbá. Los jefes, refunfuñando los invitaron a sentarse en un banco pero ellos rehusaron porque era una piedra quemante. Por lo cual los de Xibalbá les ofrecieron habitaciones en la Mansión Tenebrosa y les dieron pino encendidos para que se iluminaran y tabaco para que fumaran. Luego de esa noche los fueron a buscar para jugar a la pelota y los engendrados ganaron a los de Xibalbá. Los jefes los enviaron a descansar entonces a la Mansión de Obsidiana, plagada de guerreros, pero salieron ilesos y listos para un nuevo juego de pelota que también ganaron. Fueron regalados pues, con un descanso en la Mansión del Frío incalculable, en la que denso granizo se agregó como homenaje. Salidos de allí pasaron por la Mansión de los Jaguares en la que las bestias feroces huyeron espantadas. Y así pasaron por la Mansión del Fuego, por la de los Murciélagos, para ir a pelotear nuevamente y concluir el juego con la derrota de Xibalbá. Entonces, los jefes ordenaron hacer una piedra quemante como un asador y les pidieron a los engendrados mostrar su poder arrojándose allí. Estos cumplieron y se quemaron, se achicharraron, quedaron sus huesos blancos. Y entonces los de Xibalbá gritaron: “¡los hemos vencido!”. Luego molieron los huesos y fueron a esparcirlos por el río. Pero al día siguiente, los engendrados regresaron en la forma de dos hombres muy pobres y danzaron en la puerta de Xibalbá. Llevados ante los jefes, los pordioseros mostraron muchos prodigios. Estos incendiaban algo que luego se regeneraba, destruían algo que luego se recomponía. Animados por esa magia, los jefes pidieron: “¡matad a un hombre y luego revividlo!”. Así fue hecho. Luego pidieron: “¡ahora despedazáos entre vosotros y juntad vuestras partes!”. Así fue hecho. Al ver estos prodigios, Supremo Muerto y Principal Muerto pidieron: “Sacrificadnos y hacednos luego revivir”.
De este modo, Maestro Mago y Brujito sacrificaron a Supremo Muerto y Principal Muerto, pero no los revivieron. Grande fue la confusión entre los de Xibalbá al ver a sus jefes supremos abiertos y sin sus corazones. Cuando los engendrados abrieron a los jefes de dos en dos, sus secuaces huyeron pero todos fueron capturados y abiertos de dos en dos. Todos sus hijos fueron llevados a un barranco y con todos ellos se llenó el abismo. Allí quedaron los cuerpos sin vida de los de Xibalbá. Por los grandes prodigios, por las metamorfosis de los engendrados fueron vencidos los de Xibalbá.
Los engendrados se hicieron conocer por sus verdaderos nombres y proclamaron la venganza de sus padres Supremo Maestro Mago y Principal Maestro Mago. Dejando sellado el infierno los engendrados dijeron: “Ya no existe la gloria de Xibalbá pero no obstante os dejaremos dominio sobre el Mal. Vosotros tendréis dominio sobre Los de la Guerra, Los de la Tristeza, Los de la Miseria, pero ya no se atrapará a Los Hijos del Alba, ni se agarrará a los hombres por sorpresa como ocurría cuando Xibalbá dominaba al mundo”. Y se dirigieron a los padres que habían sido sacrificados en otros tiempos en Xibalbá, diciendo: “Hemos vengado vuestra muerte y vuestros tormentos”. Inmediatamente se elevaron en medio de la luz hasta lo alto del cielo y allí convertidos en el sol y la luna iluminaron la faz de la tierra, disipando las tinieblas que habían reinado hasta entonces.