El antimito de Amenofis IV.(23)
Hubo un faraón bondadoso y sabio que entendió el origen de Ptah y la mudanza de sus nombres. Él restableció el principio cuando vio que los hombres oprimían a los hombres haciendo creer que eran la voz de los dioses. Una mañana vio cómo un vasallo era juzgado en el templo por no pagar tributo a los sacerdotes, por no pagar para los dioses. Entonces salió de Tebas hacia On(24) y allí preguntó a los teólogos más sabios cuál era la verdadera justicia. Ésta fue la respuesta: “Amenofis, bueno es tu hígado y las intenciones que de él parten pero la verdad más bondadosa traerá mal para ti y para nuestro pueblo. Como hombre serás el más justo, como rey serás la perdición… pero tu ejemplo no será olvidado y muchos siglos después de ti se reconocerá lo que hoy (pronto), se verá como locura”. Vuelto a Tebas miró a su mujer como quien escudriña el amanecer, vio su hermosura y para ella y su pueblo cantó un bello himno. Nefertiti lloró por la piedad del poeta y supo de su gloria y su trágico futuro. Ella con voz entrecortada lo aclamó como verdadero hijo del Sol. “¡Aken- Atón!”, dijo, y luego calló. En ese momento jugaron su destino aceptando lo justo pero imposible. Así fue la rebelión de Akenatón y el breve respiro de los hijos del Nilo, cuando un mundo con peso de milenios se tambaleó un instante. Así se desquició el poder de aquéllos que hacían hablar a los dioses sus propias intenciones.
Amenofis IV (Akenatón), lanzó la lucha contra los funcionarios y sacerdotes que dominaban el imperio. Los señores del Alto Nilo se aliaron con los sectores acosados. El pueblo comenzó a ocupar posiciones antes vedadas y fue rescatando para sí el poder enajenado. Se abrieron los graneros y se distribuyeron bienes. Pero los enemigos del nuevo mundo alzaron las armas e hicieron al fantasma del hambre mostrar su rostro. Muerto Akenatón, todos sus hechos fueron aventados y se quiso borrar su memoria para siempre. Sin embargo, Atón conservó su palabra.
Este fue el poema que comenzó el incendio.(25) ”Toda la tierra se entrega al trabajo… porque cada camino se abre cuando tú surges. Tú que procuras el germen fecundo para las mujeres, tú que haces la simiente en los hombres, tú que haces vivir al hijo en el seno de la madre, que lo calmas para que no llore. Tú nutres lo que hay en el seno dando el aire para hacer vivir todo lo que creaste. Cuando el niño rompe el seno el día del nacimiento, tú le abres la boca para que llame llorando y luego hable. Cuando el pollo está en el huevo, tú le das aire para que viva, tú lo ayudas para que rompa el huevo y salga y píe y camine sobre sus patas apenas ha nacido. Tu rostro es desconocido ¡oh dios único! Tú has creado la tierra a tu deseo con los hombres, las bestias, los animales de las selva y todo lo que es sobre la tierra y camina sobre sus pies, y todo lo que es en el cielo y vuela con sus alas. Has formado los países extranjeros y a Siris, Nubia y las tierras de Egipto. Has colocado a cada hombre en su lugar previendo sus necesidades; cada uno con su pan; cada uno con la duración de su vida. Sus lenguas son diferentes en palabras, y también sus caracteres y sus pieles. Has diferenciado los pueblos extranjeros y has hecho un Nilo en el Duat llevándolo donde quieres para dar vida a la gente, así como tú la has creado. Tú, señor de todos ellos, te afanas por ellos. ¡Oh, Atón del día, grande en dignidad! A todos los países extranjeros y lejanos ayudas para que también ellos vivan. Has puesto un Nilo en el cielo que desciende para ellos y que hace olas sobre los montes como un mar y baña sus campos y sus comarcas. ¡Perfectos son tus designios, señor de la eternidad! El Nilo del cielo es tu don para nosotros, para los extranjeros, para los animales grandes y pequeños, para todos los animales del desierto que caminan sobre sus pies. Tus rayos nutren todas las plantas y ellas viven y crecen por ti. Tú haces las estaciones para que se desarrolle todo lo creado; el invierno para refrescarlo, el verano porque te gusta. Tú has hecho el cielo lejano para esplender en él y para ver todo. Tú, único, que resplandeces en tu forma de Atón vivo, surgido y luminoso, lejano y vecino. Tú que haces en millones de formas las ciudades, los pueblos, los campos, los caminos, los ríos. Cada ojo te ve delante de sí y tú eres Atón del día. Cuando te marchas y cada ojo por ti creado duerme, su mirada no puede verte porque no se ve más aquello que has creado, pero tú estás todavía en mi corazón… La tierra está en tu mano como tú la has creado. Si tú resplandeces ella vive, si te ocultas ella muere. ¡Tú eres la duración misma de la vida!”