Como podemos entrever a través de estas cuatro conferencias, la Meditación Trascendental es sólo un punto situado dentro de un contexto mucho mayor. Contexto desarrollado por Silo y sus colaboradores durante los últimos años.
Esta estructura mayor se fundamenta en cuatro leyes universales, un método y varias teorías sobre el universo, la vida, la historia, el hombre y el sentido de la existencia, elaboradas -a partir de la experiencia- mediante un complejo sistema de pensamiento denominado Morfología. Permite generar sistemas de trabajo necesarios para el conocimiento y desarrollo del hombre, cuyo ejercicio a su vez enriquece y amplía el sistema a partir del cual han surgido.
Si bien resulta imposible resumir la teoría general en breves líneas, podríamos verla así:
La Luz (en sentido amplio, no solamente la luz percibida por el ojo) es la esencia de todo lo existente. Las diferencias entre las distintas formas de energía y materia, son solo diferencias en la densificación o sutileza de la Luz. A su vez todo cuerpo material posee distintos niveles de Luz primordial. Los animales tienen sobre los vegetales y los minerales una mayor capacidad y una mejor organización de esa Luz. Cuando la Luz primordial se manifiesta, lo hace como “Fuerza” y su acción se percibe en el mundo material. El ser humano particularmente, puede manifestar esa Fuerza a veces accidentalmente pero en especial mediante su correcto conocimiento y adiestramiento.
La Luz primordial hace que todos los seres estén conectados entre sí. Es anterior al nacimiento de cualquier ser y crea la estructura dentro de la cual se organiza el ser en nacimiento. Cualquier desorganización de esa estructura, crea la desorganización del ser aún en su aspecto más material.
Según esta teoría, en un punto de convergencia de la Luz se produjo la explosión que dio lugar al nacimiento y expansión del Universo. Esta expansión es curva y al acelerarse los cuerpos comenzarán a convertirse nuevamente en Luz hasta convexionar en un punto o nuevos puntos, de donde resultarán nuevas explosiones creativas. Estos centros creativos generarán las formas, las estructuras dentro de las cuales se irán organizando los nuevos seres, densificándose progresivamente, para luego evolucionar a niveles más altos con el paso del tiempo y continuar el proceso creativo. Así pues, la creación no ha terminado sino que continúa desarrollándose. Las aparentes destrucciones son momentos de un proceso mayor creativo.
En toda la evolución, desde el centro creativo al ser vivo, se repitió el mismo esquema: un “centro de gravedad” que irradia y alrededor del cual se organizan los sistemas.
A partir del ser vivo, la Luz que fue densificándose paulatinamente comienza a evolucionar nuevamente, registrándose de ese modo un gran ciclo creativo desde la caída al ascenso de la Luz.
Configurando el núcleo o centro celular, éste fue ordenando a toda la célula en torno suyo y luego de repetidas divisiones fue “grabado” un código de adaptación o memoria genética capaz de dirigir y luego especializar funciones de nutrición, reproducción y locomoción.
Desde las formas ameboidales siguió la evolución y la superación de lo viejo por lo nuevo hasta que hacia el período cuaternario surgieron los seres antropomorfos netamente configurados luego de numerosos intentos de la naturaleza para producir este tipo de ser denso adaptable a las condiciones del medio actual.
En los primates, la separación de los dedos y la oposición del pulgar permitió la especialización de funciones cerebrales que complicaron las relaciones del circuito nervioso, produciéndose nuevos saltos evolutivos en la mente animal, organizándose en ellos progresivamente la luz de la inteligencia.
A partir de un tronco común, varias ramas antropomorfas se desarrollaron independientemente, extinguiéndose unas y perfeccionándose otras; tal es el caso del “homo sapiens”, pariente del mono pero no descendiente de él. En el “homo sapiens” se manifestaron distintas razas que hoy convergen hacia un “centro de gravedad” de la especie, produciendo paulatinamente un hombre sintético nuevo. En tal ser, los caracteres genéticos progresivos de las distintas razas harán su aportación, eliminándose los regresivos por simple evolución. Seguramente se producirá un nuevo salto evolutivo en lo biológico, mientras que por primera vez el ser vivo podrá controlar su propia evolución.
El hecho de haber llegado el hombre a ser un animal sobre todo histórico, a diferencia de otras especies, le coloca en situación no sólo de acumular experiencias anteriores sobre sus reflejos e instintos sino, sobre todo, le pone en situación de poder modificar su estructura biológica y mental.
El proceso histórico general arranca con los grupos aislados de recolectores y cazadores que van complementándose con otros grupos y luego se sintetiza hacia “un centro de gravedad” en el que comienza a surgir una cultura o civilización. Esta sigue la ley de ciclo hasta que se desintegra. Los factores progresivos pasan a la civilización siguiente, observándose a lo largo del proceso a todas las civilizaciones convergiendo hacia una civilización sintética planetaria.
Individualmente, en la estructura del ser humano se desarrolla la motricidad a partir de los instintos y reflejos, posteriormente se manifiesta la emotividad y, por último, el intelecto. Sin duda que un salto cualitativo nuevo debe producir el surgimiento de una función superior sintetizadora, siguiendo el esquema de los centros creativos y de la expansión de esos centros.
Las funciones en el ser humano se encuentran localizadas en determinadas áreas del sistema nervioso, que tienen relación con distintas glándulas. Estas áreas o “centros” actúan como colectores, transformadores y distribuidores de “energía psicobiológica” Todos ellos pueden ser estudiados en sus partes y subpartes; están conectados entre sí y se mueven de continuo con ritmos propios, aunque sincronizadamente. DE modo que a toda variación en uno corresponden variaciones en el conjunto.
En la medida en que un centro, y una parte específica del mismo, absorbe la mayor cantidad de energía, en desmedro del consumo de los otros, surgen en el ser humano los diferentes niveles de conciencia: sueño, semisueño, vigilia, conciencia de sí y conciencia objetiva.
Los ensueños o fantaseos, que pueblan la conciencia del hombre en el estado de vigilia, surgen como respuestas no-racionales a estímulos internos o externos, modulados según cadenas asociativas a modo de compensaciones por deficiencias de situación, que se movilizan por acción de los distintos centros.
En este amplio contexto resulta fundamental la presencia del núcleo de ensueño, como respuesta general y difundida a estímulos particulares que se organizan estructuralmente en la conciencia; siendo el que rige los ideales, finalidades y aspiraciones en cada etapa de la vida del individuo. De ahí, la importancia de desplazar el núcleo mecánico por otro que polarice a toda la estructura humana hacia el desarrollo y la evolución individual y de toda la especie.
Volviendo al desarrollo anterior, se considera que todo ser vivo está rodeado por un campo de energía que circula en torno a él como si el cuerpo fuera con respecto al campo su “centro de gravedad”. Cada célula está rodeada, asimismo, por su campo. Ciertas agrupaciones de tejidos multiplican el efecto del campo; tal es el caso de los plexos nerviosos o centros en torno a los cuales se organizan vórtices de energía. Existen, por lo menos, dos tipos de pasaje de energía en un cuerpo organizado: la circulación externa a él y la que se desplaza de vórtice en vórtice. Cada plexo, ya en particular, reproduce el esquema por cuanto la energía se desplaza en torno a él y también internamente.
Las acciones entre cuerpo y campo son recíprocas, y cualquier modificación en uno provoca una alteración concomitante en el otro. La energía del campo puede sobrecargar o eludir plexos. En tales casos, se producen disfunciones corporales, dando lugar a diversas enfermedades o dolencias.
Por la relación del campo con los centros y sus actividades puede comprenderse la importancia del trabajo armónico de todas las funciones en el ser humano. El trabajo de uno o varios centros en desmedro del trabajo de los otros, la contradicción entre intelecto, emotividad, motricidad y sexo, provoca desarticulación en el campo y también disfunción corporal. Los actos unitivos armonizan y le dan cohesión al campo, operando todo él en sentido centrípeto. Los actos contradictorios disocian el campo, operándose fuerzas centrífugas desintegradoras del conjunto.
El estado de conciencia de sí permite colocarse frente a las contradicciones en otra situación mental, siendo así capaz de eliminar el sufrimiento. En ese sentido, el esfuerzo por el logro y la consolidación de la conciencia de sí cumple en el mejor sentido con la formación de actos unitivos, centrípetos. La unicidad que progresivamente va dando ese estado es la que internamente se registra como la formación de un “algo” nuevo en uno, de un centro de gravedad en torno al cual se despliega el quehacer vital. A partir de la conciencia de sí se puede hablar de desarrollo.
Vistas así las cosas, toda una larga serie de trabajos de autoconocimiento, corrección y superación de dificultades en el funcionamiento de los centros y ampliación de la conciencia, hallan su razón de ser no en el mero hecho de lograr un mayor grado de conciencia en la persona, sino en la radical diferencia de estructurar un “algo” unitivo susceptible de desarrollo. En tanto que las llamadas “Disciplinas” se encargan del desenvolvimiento de esa unidad cualitativamente distinta.
A fin de aprehender las Disciplinas -entre las que se encuentra incluida la Meditación Trascendental (MT)- desde otro punto de vista, veamos lo que se entiende por Forma Mental (FM):
Si observamos la conversación entre un campesino y un hombre de ciudad, no solo veremos diferencias en cuanto a los datos, en la información que cada uno maneja, sino en la manera de articular estos datos. Ahí vemos la FM como una forma vacía que va articulando los datos de un modo distinto, aunque ambos tengan igual percepción. Esto, que también se observa en las diferentes formas de mentar de las distintas generaciones, resulta más evidente aún comparando especies.
Esta FM, que constituye la estructura básica del psiquismo humano, su más profundo sustrato, vinculándose incluso con el sistema de reflejos incondicionados (entre ellos el instinto de conservación), es inmóvil y corresponde al desarrollo biológico de la especie en su camino evolutivo y a la particularización histórica y cultural de la que participa cada ser humano.
Podríamos definir la FM -que descubrimos en su última reducción en el quinto paso de la MT, desarrollado en el presente libro- como el sistema de presupuestos y creencias propio de un individuo, grupo o pueblo, dado por el nivel generacional de una determinada cultura. Cuanto más profunda, más difícil de percibir es y también más difícil que sufra modificaciones; su mayor permanencia hace que los contenidos de conciencia mantengan sus sistemas de relaciones y que estos se modifiquen con el cambio de FM.
En la FM están los límites, los ámbitos internos de la conciencia. Su modificación implica una transformación formal de los mecanismos de conciencia.
Hoy la Humanidad toca límites con esa FM y es necesario un nuevo salto cualitativo en estas profundidades del hombre. No sería, entonces, la transformación que se presiente un cambio de teorías, de sistemas, sino un cambio en la FM de la especie humana. A este cambio se le denomina Transmutación.
A nivel individual, la verdadera transmutación se produce cuando incluso se puede ir conscientemente en contra del sistema de instintos o reflejos incondicionados, por una comprensión profunda del sentido de la existencia; actitud por completo diferente a la del héroe, ya que éste puede llegar a sacrificar su vida por la fuerza del ensueño y no por su clara y libre comprensión, y a la de casos de locura furiosa, en la que se da una ruptura de la FM no querida ni comprendida por el sujeto. Por amor y compasión se puede llegar conscientemente al sacrificio -sin contradicción- hasta de la propia vida.
Existen -siempre según H. van Doren- cuatro manifestaciones de un mismo Principio que es inasible-en-sí-mismo: la Forma, la Mente, la Energía y la Materia. Cada Disciplina orienta hacia la transformación a partir de una de estas cuatro manifestaciones. Así la MT lo hace desde la Mente, H. van Doren no se refiere ya con exclusividad al hombre, sino que lo hace pensando en esa “inteligencia universal”, en ese “plan” u “orden universal” que se encuentra tanto en el reino animal, vegetal o mineral.
Puede considerarse a la MT como un gran sistema de liberación. Si los niveles de comprensión y permanencia fueran adecuados en el hombre corriente podría abocarse de inmediato a la MT, pero ese no es el caso, de allí la explicación de todo un sistema de prácticas menores.
Hemos hecho todo este desarrollo -que no resultará ajeno a cualquier estudioso serio de la fisiología y la psicología profunda oriental y occidental o del origen de las religiones- para encuadrar la MT dentro del amplio contexto en que se incluye, lo que no merma en nada la importancia trascendente que ésta encierra en sí misma.