PREGUNTA: «¿No podrían existir experiencias místicas no crepusculares, sino de supraconciencia?».
En primer término, para que esto se haga comprensible a todos los oyentes, deberíamos ponernos de acuerdo en qué cosa sea lo crepuscular, qué cosa sea lo consciente, qué cosa sea lo supraconsciente. Pero así, a grosso modo, podríamos decir que existen (y esto que vamos a exponer no es más que un esquema pedagógico, las cosas no son tan así, no son tan cortantes, son mucho más elásticas) diversos niveles de conciencia fáciles de reconocer.
Ustedes conocen el estado de sueño profundo. El sujeto duerme, la autocrítica disminuye y cualquier sugerencia del exterior (cualquier estímulo) se amplifica, se modifica, cubre la conciencia y se cree en él. En un sueño puede pasar cualquier cosa y lo que sucede ahí no es criticado. En ese sueño profundo, las contradicciones más enormes pueden aparecer y se cree en ellas. Es el campo en el que la autocrítica y el raciocinio están reducidos casi al mínimo. Sicólogos contemporáneos han destacado algunos mecanismos como los de dramatización, elaboración secundaria, desplazamiento, etc., en donde se ve toda la movilidad irracional del sueño, las transformaciones que sufre. En definitiva, lo más rescatable es advertir en ellos la disminución, el estrechamiento del poder de raciocinio. Y el gran poder, la gran susceptibilidad, la gran sugestión que hacen las imágenes sobre nuestra conciencia hasta cubrir la voluntad. Ese es un nivel de conciencia que todos reconocemos.
Hay otro, que podríamos llamar de semisueño. No es el estado de vigilia ordinaria, como en el que estamos ahora. No es el estado de sueño profundo tampoco. Es un estado intermedio. Ese estado se patentiza cuando entramos al sueño profundo o cuando salimos de él. Un estado en que está mezclada un poco la razón y un poco el onirismo completo. Un estado en el que los ensueños se desplazan con mucha velocidad y se nos evidencian de un modo muy pintoresco. Una suerte de estado de transición. El semisueño podría ser (digamos con una figura) el «techo» del sueño. Pero si bien se nos aparece como el techo del sueño, se nos aparece también como el «piso» de la vigilia.
El estado de vigilia ordinaria, en el que estamos ahora, supongo… (RISAS) …está montado sobre ese piso. No está desvinculado, por consiguiente, de ese piso, sino que éste le sirve de base, de apoyo. Y así en nuestro estado de vigilia ordinaria, somos bombardeados por contenidos del bajo fondo. Aquellos contenidos que, en el primer nivel de conciencia eran muy fuertes, muy sugestivos (en ellos se creía a pies juntillas), cubrían nuestra conciencia, hacían que nuestra autocrítica disminuyera. En el segundo estado, en el estado intermedio, iban disminuyendo en su intensidad. Y en el tercer estado, aunque no desaparecen del todo, han disminuido sensiblemente en su poder sugestivo.
De manera que las imágenes que ahora pueblan nuestra conciencia mientras hablamos o mientras escuchamos, a veces se nos escapan, pero con un poco de atención y un poco de práctica, las vemos fugazmente pasar por nuestra conciencia. Estas imágenes todavía están actuando. Estas imágenes normalmente, sobre todo en situaciones opresivas y en situaciones de cansancio, se superponen a las mismas percepciones que uno tiene de lo que ocurre. Las cubren de tal modo, que se genera un fantaseo o un ensueño, que nos distorsiona completamente la realidad. Merced a ese fantaseo y a ese ensueño, no tenemos de la realidad una percepción correcta, una percepción adecuada. Y éste es nuestro problema. ¿Existe la posibilidad de un estado de conciencia que no sea tocado por estas imágenes que nos borran la percepción. Existe un nuevo estado de conciencia que pudiéramos llamar de «conciencia de sí» y no de conciencia alterada, no de conciencia deformada por las imágenes del ensueño que vienen desde aquellas profundidades?. Tal vez ese estado existe, tal vez no sea cosa del otro mundo. Pero, sea como fuere, no es el estado en que vivimos corriente y cotidianamente.
La pregunta es: «¿No podrían existir experiencias místicas no crepusculares sino de supraconciencia?». Si entendemos por crepuscular lo que acontece en los niveles de sueño profundo, lo que acontece en alguna medida en los niveles de semisueño y, por el otro lado, consideramos como supraconsciente a aquello que está por encima del nivel de vigilia ordinaria, entonces empezamos a entendernos un poco. Tal vez en algunas experiencias místicas se rocen estos hipotéticos niveles de supraconciencia. Pero de lo que sí tenemos certeza, es que en muchas operaciones rituales de muchas religiones o pseudo-religiones, si se troca ese fondo de infraconciencia o de estado crepuscular. Si alguno de ustedes ha asistido a una macumba o a algún tipo de ritual acompañado por música y motivado con luces, sahumerios y cuanta cosa; y ha visto a los oficiantes en actividad, habrá comprobado cómo «se preocupan» por no racionalizar sus actos, por soltarse, por aflojarse, por perder la conciencia vigílica.
De ese modo, merced a ciertos ritmos, a ciertas repeticiones, merced a ciertas tensiones emotivas (pero, sobre todo, merced a la reducción del campo de la conciencia), el sujeto es «tomado». «Tomado» si se trata de una macumba, o de una sesión espiritista, tomado directamente por un «espíritu» que viene a incorporarse a su cuerpo.
En ese tipo de estado mental se producen cosas muy raras, no sólo por los síntomas externos histero-epilépticos que se manifiestan (revolcones, griterío y todo aquello), sino porque en ocasiones estos sujetos despliegan cierta potencialidad muy poco común. Hay quienes, por ejemplo, pueden hablar en lenguas que les son extrañas y esto es sumamente llamativo. Hay otros que parece que captaran el pensamiento de los presentes. Y así, fenómenos que entran dentro del campo de lo que nuestros sicólogos científicos hoy llaman lo «parasicológico». ¡Un rótulo nuevo para algo tan antiguo!
Bien, supongamos que esto se dé. Si esto es así, señores, pasa algo, algo muy grave. Pasa que se desarrollan una cantidad de potencias que, para nosotros hombres normales en estado de vigilia, están muy lejanas. Nosotros no tenemos como meter mano ahí. Si nos metemos en ese tipo de ritual, o nos metemos por el lado de la droga, o nos metemos por el lado de alguna religión, tal vez podremos encontrarnos con esas evidencias. Uno puede obtener, amigos, pruebas de otras realidades que no tiene en la mentación consciente. Claro que sí, todo esto es muy llamativo. Pero no es nuestra línea. Aparte de no ser nuestra línea, no consideraríamos a esos fenómenos (por muy brillantes que fueran) como fenómenos de supraconciencia. Allí la conciencia está totalmente anulada. Podríamos hablar de fenómenos de infraconciencia, de manifestaciones muy curiosas, que dotan al hombre de tal poder que uno no piensa en la línea descendente, sino en la otra. Ante semejantes aptitudes, creemos estar en presencia de una especie de superhombre.
No obstante, hay fenómenos que podríamos llamar místicos y que se producen no en la línea de la pérdida de la conciencia, no en la línea de lo crepuscular. Si ustedes leen a algunos místicos, descubrirán en ellos una enorme comprensión de la realidad. En ellos hay un gran trabajo, una gran bondad, una gran ampliación de la conciencia. No estamos en presencia del estado del macumbero… (RISAS).
Ahora bien, pueden existir estados que eleven nuestra conciencia, que amplifiquen nuestra conciencia, que nos permitan un conocimiento más vasto y más amplio de la realidad externa y de la realidad interna. Cuando nosotros leemos al señor Buda no podemos ver en él la minimización de la conciencia. Al contrario, parece que nos encontráramos frente a una enorme y compleja computadora, o algo más… De manera que ahí estamos en presencia de otro fenómeno. A veces nosotros, gentes comunes que ocasionalmente nos ocupamos de estas cosas, tal vez por nuestro deseo de obtener resultados rápidamente, es muy probable (es casi seguro) que vayamos a dirigirnos en la dirección más fácil, en la dirección de caída, en la dirección infraconsciente, en la dirección crepuscular y de ninguna manera en la otra dirección. Ese es el motivo por el cual, aunque sea esquemáticamente, nosotros nos permitimos disparar nuestros dardos contra todo lo que suene a religión y a mística. Espero que esta respuesta haya satisfecho la pregunta.