Vivimos en un momento de la Historia en el que los valores humanistas parecen haber perdido toda relevancia, en el que se desprecia todo lo que no signifique dinero. Puede que se considere algún otro valor. literario, de creatividad. incluso de descubrimientos más o menos importantes, pero solo merece aprecio general si producen dinero, si tienen valor comercial.
Inmerso en este mundo de la economía, donde impera el poder del dinero, el ser humano se ha olvidado de si mismo, ha ignorado que el es una totalidad, un conjunto de valores que deberían acompañarle allí donde este y, sin embargo, se incorpora a la economía fragmentándose, actuando solo como un ente productivo.
Solo impera la productividad. Hay que reciclarse constantemente para ser más productivos (de dinero) tener más creatividad para incrementar la productividad (de dinero) y ser así más competitivos que otros, a su vez arrastrados por la misma dinámica de competencia. He ahí la pretendida liberación.
La caída del socialismo real ha supuesto para la Economía occidental la progresiva perdida de la limitada seguridad que el trabajador tenia en su empleo. Es mucho más productivo utilizar al trabajador cuando se necesite y despedirlo cuando ya no hace falta. He aquí los medios convertidos en fines. La finalidad, según vemos, no es servir al hombre mediante la empresa, sino utilizar al hombre, sin molestas hipotecas, al servicio del dinero.
Esa limitada seguridad se ha trocado en inseguridad cuando se trata de la vivienda. Nada de promocionar la propiedad de la vivienda. Nada de alquileres permanentes. Libre renovación de contratos, como forma de actualizar las rentas, que es lo que importa.
Con esta doble inseguridad básica, en el trabajo y en la vivienda, no se ve como las nuevas generaciones podrán elaborar proyectos eficaces de futuro y, por si fuera poco, la juventud actual se enfrenta a una vejez desvalida porque, nos dicen, no se pueden garantizar las jubilaciones. Se nos viene a decir que cada uno se las arregle como pueda.
Pero, eso si, hay una búsqueda implacable del desarrollo…por el desarrollo, en cuyo viaje quedaran en la cuneta todos los que no sepan «competir», no importa que esos sean una fracción notable de la sociedad. Si esa fracción es minoritaria, aunque llegue a alcanzar el 20 o el 30 % de la población, ¡adelante! Es el precio que hay que pagar por el desarrollo.
Hemos asumido de nuestros ancestros animales la dinámica de la lucha por la existencia, aun cuando nuestra existencia como especie ya no hay razón para que peligre. Quizá por eso la estamos haciendo incompatible con un medio natural cada vez más deteriorado, porque la Naturaleza termina pagando las disensiones entre los hombres, que siguen luchando entre sin que nada racional les impulse a ello. Los seres humanos pagaran el deterioro de su medio, originado por su propio desatino.
Por esto, y por muchas mas cosas, pero sobre todo por su incapacidad de resolver el problema social, al estado actual de la humanidad se le ha llegado a calificar, y no sin fundamento, como «crisis de civilización». En efecto, y desde hace muchos años, el planteamiento de la «modernidad», basado esencialmente en el imperio de la razón, se ha cuestionado y no solo desde el punto de vista social. En realidad es licito afirmar que lo que se viene cuestionando por la posmodernidad son los fundamentos de la civilización occidental.