Dicho esto, procede considerar el posible fundamento del poder empresarial ya que, por lo expuesto mas atrás, no es admisible que lo sea la propiedad de medios productivos.

La hipótesis que me da resultado parte de la idea de que el fundamento del poder de decisión suele estar en el riesgo o, en general, en el grado de afección. La razón es bien sencilla : si el que come un riesgo no tiene poder para controlarlo porque otro decide por el, ese otro le estaría dominando. En suma, la afirmación de «el que arriesga, decide», es un nuevo valor vivencial, que nos viene a decir que el poder no radica en las mayorías, que es el recurso a que acude la democracia actual, sino en las personas, o comunidades de personas, a las que afecte un problema. Y esto, aunque se trate de un grupo minoritario. Nada tiene que decidir la mayoría en un asunto que solo afecte a un grupo minoritario. Ya podemos ir pensando en una política que margine el concepto de «la conquista del poder«, para imponer ideas o métodos a los demás, y lo sustituya por otro mas humano que busque la distribución del poder, mediante estructuras decisorias y tienda a dar a cada ser humano el poder de decisión adecuado a su circunstancia.

Concretamente, y bajo este supuesto de basar el poder en el riesgo, en la empresa podríamos admitir, en principio, como hipótesis a confirmar, que el riesgo empresarial de sus miembros podría fundamentar el poder de gestión.

Por una parte tenemos el riesgo del aportador de capital de perder toda o parte de su inversión si la empresa fracasa. Corre riesgo, luego el inversor tiene derecho a decidir.

Por otra, podemos preguntarnos por el riesgo empresarial del trabajador. ¿Qué pierde el trabajador si la empresa fracasa? Pues pierde su puesto de trabajo. Luego también corre riesgo empresarial y, por ende, también tiene derecho a gestionar, por su propia condición de trabajador, por el riesgo que asume, sin necesidad de comprar partes sociales de la empresa.

De este planteamiento deriva un concepto evolutivo del poder :

Inicialmente, en el momento de firmar su contrato de trabajo, el riesgo del trabajador es nulo, porque nulo era en el instante anterior. Pero, a la vista del contrato formalizado, y con el tiempo, va asumiendo responsabilidades familiares, entre otras, se va especializando en temas concretos, de modo que su ámbito laboral se reduce y. si la empresa fracasa, los trastornos que sufriría sedan cada vez mayores. Su riesgo crece con el tiempo y, de acuerdo con la hipótesis que propongo, también crecería su poder de gestión.

En cuanto al inversor, y en la medida en que cobre beneficios, va teniendo cada vez menos riesgo de perder lo aportado. Si, por ejemplo. ha cobrado ya un 30% de beneficio. normalmente ya no to puede perder todo. Su riesgo, y por ende, su poder de gestión, decrece con el tiempo, matizaciones aparte.

Ambas tendencias evolutivas son coherentes.

Este concepto evolutivo se ha de concretar en cada caso en una evolución determinada que, para ser optima, habría de provocar la máxima integración de los miembros de la empresa, inversores y trabajadores.

De esta forma, vinculando el poder al riesgo empresarial, la buscada asociación entre inversores y trabajadores es posible y, por ende, la democratización de la empresa.