No hay que olvidar que todo to que se construya con hombres ha de tener una estructura coherente con el ser humano. Por poner un ejemplo físico, cabe afirmar que no se puede construir con madera una obra calculada para emplear hierro. Una estructura así realizada estaría destinada al fracaso. Quiero decir que, al diseñar estructuras en las que se van a incorporar seres humanos, hay que proyectarlas utilizando al hombre «como lo que es», no como nos imaginemos que es o nos convenga que sea.

Pero ¿sabemos lo que es el ser humano ? Si no podemos contestar a esta pregunta de modo que tenga común aceptación, no sera fácil la construcción de estructuras sociales estables.

Son muchas las definiciones que se han dado del hombre, y este tema no es baladí para el propio ser humano. ¡Tenemos que saber lo que somos!

Para Aristóteles, por ejemplo, el hombre es por naturaleza un ser social. Para los marxistas, es un ser histórico que se construye mediante el trabajo. Para los mecanicistas, el hombre es una máquina aunque, evidentemente, de extremada complejidad. Naturalmente hay una amplia serie de conceptos de lo mas variado, según los diversos enfoques del problema. Pero, como dije at principio, se trata de contestar de forma universalmente aceptable. Voy a intentar la respuesta dando un pequeño rodeo.

Últimamente se viene hablando de «capitalismo salvaje». Pero nadie nos dice en que consiste.

Pues bien, sabemos que la palabra «salvaje» tiene, como una de sus acepciones, la de ”hombre sin cultura”, en to que, corno es lógico, caben grados, dicho sea esto al margen del relativismo cultural. Pienso, por tanto, que “capitalismo salvaje“ puede entenderse corno un «capitalismo carente de cultura humanista» que, por cierto, no es otra cosa que una cultura que concibe al ser humano como una «totalidad» y, desde esta perspectiva, estudia la Historia, la Geografía, la Antropología y otras humanidades, valga este inciso. Un capitalismo que utiliza al hombre sin saber to que es. Que obra corno si el ser humano fuese un simple objeto de decisión y al que, todo to más, hay que saber manejarlo hábilmente. Que actúa como si hubiese dos clases de miembros de la empresa, claramente distintos : los accionistas, a los que la gerencia rinde puntualmente cuentas de su gestión: y los otros, que son los trabajadores, a los que solo les toca obedecer, y a los que, ni por to mas remoto, se piensa en rendirles cuenta ni siquiera de como se les ha mandado. Un capitalismo que debe de pensar que el ser humano es un ser-que-obedece y, sobre esta base, construye sus estructuras Económicas.

Pero el hombre es justamente todo to contrario, es un ser-que-decide. Es un ser que puede decidir obedecer, pero que, como es, en esencia, sujeto de decisión, ha de prestar obediencia sin renunciar a «lo que es». Por tanto, si se quiere una empresa coherente con el ser humano, hay que concebirla de modo que el trabajador se incorpore a ella como to que es, o sea, como un ser-que-decide, y ha de hacerlo sin fragmentarse, es decir, como una totalidad, como to que es.

Nos encontramos de nuevo con otro «valor vivencial»: «El hombre, ser-que-decide«, es un concepto de aceptación subjetiva y común, es decir, generalizada. Desde luego el ser humano es bastantes mas cosas que un ser-que-decide, pero es un ser-que-decide.