PROGRAMA «FUNEXPOE»
GRÁFICO n° 19
Representa Is distribución del poder de gestión, dentro del «capital participativo » En principio cabe tomar la curva de evolución que se quiera. Por ejemplo, la del gráfico n° 19. La curva exponencial utilizada tiene como «constante de tiempo»: TAU=5, to que indica que la evolución dura 25 anos (5 veces Is constante de tiempo). Dicha curva representa la cuantía del derecho de gestión en cada momento. Su ejercicio (el «trabajo de decidir») es la base conceptual del acceso al beneficio, y se representa por Is integral de la curva de gestión, es decir, el área barrida por Is gestión, tal y como se expuso en el programa SALINTBE.
Dado que la palabra «propiedad» (propiedad de la empresa) quedo vacía de contenido, se puede llamar ahora «propiedad» al derecho al beneficio, que se distribuye según se representa en el gráfico.
Esta es la pieza-clave de la teoría de la empresa, y sin ella no veo forma de cerrar el problema matemático de la distribución de la renta.
Pues bien, esa evolución puede, en principio. modificarse haciendola. por ejemplo, mas lenta.
GRÁFICO n° 20
Cada curva se señala por su “constante de tiempo” en un recuadro. Por ejemplo, 20 significa una evolución que culmina a los 100 anos (20*5=100). La evolución puede hacerse tan lenta (320 *5)= 1.600 anos que se puede afirmar que no hay participación en ningún momento. Es el caso de la empresa privada no participativa.
GRÁFICO n° 21
En el gráfico anterior, se puede ver el proceso inverso: evolución cada vez mas rápida hasta hacerse instantánea. Es el caso de la empresa autogestionada en la que los trabajadores tienen todo el poder desde el primer momento.
A semejanza con lo que ocurre en el problema del reparto de la renta, también en la distribución del poder, la empresa privada y la empresa autogestionada son dos casos extremos de to que tiene cuantas soluciones intermedias se quiera. Es cierto que la empresa privada suele ser más eficaz que la autogestionada. Pero el Optimo no está en la primera, porque está demostrado que la empresa participativa es más productiva que la netamente privada. Por consiguiente, al propio inversor le ha de interesar esa participación en la medida en que los parámetros que se utilicen acerquen a la empresa al optimo de integración.
Si esto se logra. los signos acreditativos de esta supuesta situación serian que, por una parte, los inversores asuman las ampliaciones de capital de la empresa, porque están contentos y. por otra, los trabajadores acudan libremente a solventar demandas coyunturales del mercado renunciando. si hiciera falta, a parte de su tiempo libre, porque se sienten corresponsables.
Puede argumentarse que los inversores no son proclives a la evolución, que prefieren que los trabajadores trabajen con interés solo por su salario. Pero esta es la utopía, utopía social, de la empresa privada: esperar la colaboración entusiasta de los trabajadores, pese a que no se estimula su corresponsabilidad y a pesar de los inevitables abusos de poder que conllevan unas relaciones capital/trabajo concebidas en plano de enfrentamiento de intereses.
Análogamente, la empresa autogestionada es una utopía Económica, porque espera inversiones sin dar a sus aportadores poder alguno de control. Por eso, aparte de las siempre insuficientes aportaciones de capital procedentes de los normalmente modestos ahorros de los trabajadores, tiene que ser el estado el que, directa o indirectamente, asuma la casi totalidad de la financiación. Hay casos excepcionales, y por eso infrecuentes, como es el de las cooperativas de Mondragon, creadas por el P. Arizmendarrieta, a quien conocí personalmente y con quien tuve larga conversación. No se entiende sin embargo, a la vista de cuanto hable con el, el por que de esa estricta ubicación de sus empresas en el llamado País Vasco. En una de la intervenciones que tuve en Moscú, en el Simposio «The man in the socio-economic system» (Sep. 1991) propuse, y se acepto, que la solución podría ser aprovechar la experiencia de las grandes cooperativas, como pudieran ser las de Mondragon, de modo que se ampliase la cooperación a los potenciales inversores de capital. Solo bienes podrían traer experiencias bien pensadas de este tipo, que podrían provocar un amplio desarrollo de las ideas que estoy exponiendo.
Por otra parte, se sabe que el 74% de las empresas familiares en Estados Unidos quiebran al fallecimiento de su creador, y algo semejante ocurre en España. Más les hubiera valido a los creadores de esas empresas que una participación de los trabajadores permitiese la continuidad de la empresa en esa critica circunstancia. Más aún, conozco casos de algún empresario anciano que me manifestó vehementemente el deseo de la quiebra de su empresa por los problemas que le causaban los trabajadores cuando, en la etapa final de su vida, habían perdido ya la energía gerencial para solventarlos. Pensaba que, con lo que recibiera de la quiebra tendría mar que suficiente para vivir bien el resto de su vida. Más le hubiera valido, repito. una evolución que permitiera a los trabajadores asumir responsabilidades de modo que el empresario, como consejero de la empresa, pusiera su experiencia al servicio de los trabajadores, y cobrara unas rentas del capital seguro acordes con los salarios que se estuviesen pagando. Todo ello seria más adecuado a la capacidad física deteriorada por los anos. Sella más adecuado al hombre y, por tanto, mas eficaz, menos utópico.
Además de las dos dimensiones, que he descrito, del abanico empresarial (reparto de renta, evolución del poder) cabe una tercera que consiste en el porcentaje del capital participativo respecto al total del capital-riesgo, y que puede variar del cero al cien por cien.
Por tanto, la empresa sociedad no es un modelo prefijado, sino un conjunto de modelos en tres dimensiones, que permite encontrar el optimo para cada sector económico, para cada tipo y tamaño de empresa. El resultado seria una especie de socialismo liberal o de liberalismo social en búsqueda permanente de parámetros integradores.