Diez años después de la primera edición de éste libro, vuelvo sobre él para introducir algunos retoques.
En general, puedo decir que mucha gente ha trabajado satisfactoriamente con este material y que, hasta el momento, he recibido las mayores críticas de quienes no lo han leído completamente. Una de las objeciones, sin embargo, es atendible. El prefijo «auto» tanto del sistema como del libro que deriva de él, ha motivado errores haciendo pensar que la Autoliberación pretende superar condicionamientos y opresiones, pretende el develamiento del sentido de la vida y, en suma, el crecimiento humano por propio y aislado esfuerzo personal. Debo aclarar, opuestamente, que el valor del sistema de Autoliberación está en función de un mejor desenvolvimiento de la acción del individuo en el mundo social. Es atendiendo a este objetivo que el trabajo sobre sí mismo puede tener algún significado, del mismo modo que la capacitación personal tiene sentido si mejora las condiciones de trabajo físico o intelectual de un conjunto. Antes de escribir el libro aprendí claramente que la acción verdadera, la acción no contradictoria y liberadora es la que termina en otros y no en sí mismo. Después de todo el ser humano está esencialmente abierto al mundo, es mundo y no aislamiento, es historia y es sociedad. El beneficio, por tanto, que puede brindar el sistema de Autoliberación será medido por el resultado que obtenga en la superación del sufrimiento social al dotar a los individuos de herramientas que mejoren su acción.
Debo agregar que las explicaciones en torno al «aparato» del siquismo y al trabajo de los «centros» (con sus partes y sub partes), no tienen otra pretensión que la de enmarcar el sistema de prácticas. Según este punto de vista a esas explicaciones se las ha de considerar como simples figuras didácticas y no como descripciones de realidades síquicas. Desde luego, nunca creí que la estructura sicofísica se pareciera a un artefacto cibernético, pero traté de representarla así para lograr un acercamiento que, espero, no lleve a erróneas interpretaciones.
L. A. Ammann
Córdoba, Argentina
30 de Julio de 1990