A medida que desciende el nivel de conciencia se estrechan los umbrales de percepción de los sentidos externos y se amplían los umbrales de los sentidos internos. Las representaciones, por consiguiente se internalizan en el espacio de representación. Aumentan, además, las traducciones y deformaciones de impulsos perceptuales y, como los mecanismos de reversibilidad se bloquean, crece la sugestibilidad de las imágenes.
En las imágenes del sueño profundo, el sujeto suele «verse» así mismo participando de la escena representada, a diferencia de la representación vigílica en la que el sujeto representa al mundo «afuera de sí» y lo observa «desde sí».
La participación de la imagen de sí mismo en las escenas oníricas, es similar a la de los recuerdos propios de memoria antigua… una persona suele «verse» a sí misma participando de la escena cuando se recuerda en tiempos de la infancia o, por lo menos, bastante alejados del momento actual. Si, en cambio, ese individuo recuerda la escena que percibió hace pocos minutos, la representará como «viéndola» desde adentro de sí, estando la escena afuera.
Cuando el sujeto se ve a sí mismo participando de la escena (en el sueño profundo), emplaza su observación en un punto más interno que el de las imágenes. El punto de observación se internaliza a medida que desciende el nivel.
Ejemplifiquemos ese curioso funcionamiento.
Adelante mío, hay un pequeño objeto que deseo coger. Cierro los párpados y lo represento en la periferia de mi espacio de representación (coincidiendo aparentemente con el espacio externo), «viéndolo» desde un punto que aproximadamente corresponde al emplazamiento de mis globos oculares. En esa situación si quisiera cogerlo, podría alargar mi brazo, abrir los dedos, y más o menos, calcular la distancia para llegar a él.
Sí, en cambio, represento al objeto «adentro de mi cabeza», lo veo desde un punto aun más interno, que experimento como «más atrás de mis ojos». Si, en este segundo caso, quisiera coger el objeto, tendría serios inconvenientes, ya que lo he emplazado en un espacio interno inútil para las operaciones corporales externas.
Precisamente, al caer el nivel de conciencia, y estrecharse los umbrales perceptuales externos, la actividad corporal externa cesa. Las imágenes se hacen más internas y el punto de observación se profundiza, pudiendo el sujeto representarse aún a sí mismo, sin comprometer con esas imágenes internas a la actividad del cuerpo en el espacio externo.
Sí las imágenes (en el sueño) se externalizaran en el espacio de representación, llevarían cargas que trazarían actividades hacia el centro motriz y, consecuentemente, las imágenes kinestésicas dirigirían la actividad motriz hacia las direcciones trazadas. El sujeto, entonces, tendría el cuerpo en continua actividad y aún podría levantarse y ponerse a caminar en la dirección que propusieran las imágenes «externas». Ello no es así, gracias a la internalidad de las representaciones en ese nivel. Solamente queda un remanente trazador, en los movimientos de los globos oculares cuando se desarrollan las escenas oníricas.
Desde luego que en los casos de sueño alterado, como el de las llamadas «pesadillas», o en el de sonambulismo, ocurre algo de todo aquello (expresiones corporales hacia el espacio externo), como una anormalidad en el emplazamiento de las imágenes. El sujeto puede agitarse, hablar, reír, etcétera., porque su conexión con el mundo externo no está suficientemente anulada (sea por fuerte presión de contenidos o estímulos internos que provocan un «rebote» de nivel de conciencia, o por una alerta excesiva hacia el mundo externo).
El hecho es que las imágenes se internalizan en el espacio de representación a medida que desciende el nivel y a la inversa.
Tanto los recuerdos correspondientes a la percepción de sentidos externos como las imágenes correspondientes a estos, pero que son traducción de impulsos captados por sentidos internos, se representan (en el nivel de sueño) emplazadas en la profundidad del espacio de representación. Con ello, la carga de dichas imágenes se transfiere al intracuerpo.
Supongamos ahora que un sujeto percibió en un momento de su vida una escena desagradable. En aquella situación tal escena generó una serie de climas y tensiones a nivel muscular externo y profundo. La situación sucedió hace tiempo y, sin embargo, cada vez que el sujeto evoca la escena, se actualizan las tensiones y los climas correspondientes.
Ahora el sujeto duerme y algunas cadenas asociativas presentan las imágenes desagradables u otras que movilizan a las tensiones y a los climas mencionados. Las tensiones internas son captadas por cenestesia y traducidas a imágenes visuales en una escena posiblemente extraña, pero el argumento de dicha escena hace que las imágenes se desarrollen trasladando cargas en distintas direcciones (o cargas de unas imágenes a otras), hasta que finalmente cesa la tensión profunda por transferencia de cargas.
En el ejemplo presentado, podría suceder que ciertas imágenes o ciertos climas se repitieran. Ello estaría delatando fijaciones, es decir, contenidos más o menos obsesivos que son tales porque no han podido transferir sus cargas, disociando el normal proceso de conciencia.
Podría ocurrir, también, que el sujeto hubiera bloqueado los contenidos desagradables y ni siquiera recordara a nivel vigílico los hechos sucedidos. No obstante, las tensiones profundas permanentes seguirían enviando impulsos que se traducirían en los sueños con más facilidad, ya que los umbrales cenestésicos estarían más ampliados que en vigilia. El sujeto, en vigilia, solo tendría noción de un clima difuso y generalizado, sin relación con escena alguna y que operaría como trasfondo de sus actividades. En sueños, el clima se relacionaría con imágenes traducidas por cenestesia. Esas imágenes serían el «intento» transferencial de la conciencia para liberarse de las tensiones profundas permanentes, disparando cargas hacia el intracuerpo.
Empieza a comprenderse que la técnica transferencial trabaja dirigiendo imágenes y climas a fin de trasladar cargas que por algún motivo no pueden liberarse en el proceso normal de la conciencia.
Si la técnica transferencial logra su objetivo, provocará desbloqueos, relajaciones e integraciones equilibradas de contenidos, permitiendo que continúe el desarrollo interno del sujeto.
La técnica transferencial no podrá actuar en el nivel vigílico según se desprende de lo explicado (salvo en el caso de alegorizaciones propias del sondeo transferencial). Tampoco podrá hacerlo en el nivel de sueño, ya que en él la conciencia queda desconectada de las incitaciones externas, impidiendo al guía toda operación.
Es obvio que la transferencia guiada será aplicable en el nivel de semisueño y tanto más eficaz habrá de ser, cuanto menos actúe la racionalización, mejor se traduzcan los impulsos internos y más poderosas sean las representaciones del sujeto.
Tampoco habrá una transferencia cabal, usando métodos hipnóticos, por que en tales procedimientos se trabaja con imágenes inducidas por el guía y no con imágenes que son traducción de los impulsos del propio sujeto.
Por último, un trabajo con asociaciones libres o con sus simples interpretaciones tendrá, a lo sumo, efectos catárticos pero no rendirá los mejores frutos al no dirigir las imágenes que son, en definitiva, las portadoras de cargas.