Los temas y argumentos que proponen las religiones en sus sistemas de oración o meditación, pueden ser seguidos por el creyente a solas, conociendo las fórmulas de memoria, o bien leyéndolas. También puede el orante proferir en voz alta repitiendo lo dicho por otra persona.

Veamos un caso de oración en el que aparecen diversos argumentos cumplidos por un mismo personaje o tema central (en este caso Jesús). Tal oración es una declaración de fe, pero también cumple con los requisitos de un proceso autotransferencial, que se efectúa siguiendo a un director de oración o de memoria, a solas o acompañado, en voz alta o en silencio. Se trata de un fragmento del Credo de Nicea.

«…Nació de Santa María virgen. Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó entre los muertos. Subió a los cielos. Está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos… etcétera».

Aquí tiene importancia que la actitud del orante sea de recogimiento, que sienta y en lo posible visualice los emplazamientos verticales que efectúa el guía (en este caso Jesús), por los tres niveles del espacio de representación (plano medio, infierno y cielo). Jesús es el tema central y es también el guía que va sufriendo transformaciones. Ello permite al creyente fusionarse con él y experimentar un proceso mental de traslado de cargas afectivas, apoyado en imágenes.

Si el creyente se entregara plenamente a su oración, sin duda tendría oportunidad de relacionar las escenas de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús (argumento) con la comisión de los pecados propios recapitulándolos; padeciendo por el sufrimiento que han ocasionado; acercándose a la imagen de castigo merecido; logrando arrepentimiento; formulando propósitos de enmienda futura y, por último, despertando su esperanza por el cielo de los justos de acuerdo a su fe cristiana.

En el ejemplo dado, es posible observar una gama muy grande de posibilidades autotransferenciales que se abren para el orante.

En las grandes religiones podemos encontrar otros modelos de procesos autotransferenciales que los creyentes ponen en práctica durante sus ceremonias religiosas o en el ejercicio de sus plegarias.

Existen, además, otros recursos capaces de desatar pequeños procesos autotransferenciales sin cumplir con los requisitos argumentales del caso. Suelen ser presentaciones estáticas que tienen alguna modificación sólo en el grado de profundidad de ensimismamiento que alcance el practicante. Nos referimos a los casos de los «mantrams» (palabras sagradas repetidas) y a los «yantras» (imágenes visuales o símbolos sagrados de concentración).

También hay cortas invocaciones que se utilizan en distintas situaciones, pero que no llegan a ser argumentos autotransferenciales, sino más bien una suerte de «pedidos» referidos al guía o a la divinidad, para lograr algún beneficio. Ejemplo: «N.N., sálvame de todo peligro..”.; y con ello, el invocante se siente acompañado, o con más fuerza para afrontar sus dificultades.

Por último, ciertos gestos y actitudes corporales cumplen también con funciones invocatorias, de contacto, de agradecimiento, etc. Por cierto que tales operaciones no pueden ser consideradas autotransferenciales a menos que se las encuadre entre los recursos de entrada a tal proceso.

La ceremonia religiosa que incluye oraciones, gestos, cánticos, sacramentos, etc., ofrece una batería de recursos muy completa para el creyente que verdaderamente se compenetra de las operaciones. La misma ceremonia puede repetirse siempre, pero alcanzando para el devoto distintas profundidades autotransferenciales, o bien desplazando el énfasis en distintos aspectos acordes con sus necesidades de momento.