Ya hemos tratado las formas internas y externas de la violencia. Veamos ahora cómo interactúan.
La violencia interna que nosotros sufrimos (o ejercemos) está estrechamente relacionada con las diversas formas de violencia externa prevalecientes en la sociedad.
Es decir, la violencia «personal» que sufrimos se reduciría, o por lo menos sería diferente, si nuestra sociedad fuera diferente (por ejemplo, justa, segura, educada, o humanizada).
Los mismos problemas de nuestra violencia personal son grandemente influidos por, si no ocasionados por problemas externos sociales, culturales, económicos, etc. Si estos últimos fueran diferentes o solucionados, la violencia personal que sufrimos cambiaría o desaparecería.
Nuestra violencia personal no puede ser comprendida prescindiendo de los factores de condicionamiento externos, ni puede ser solucionada aisladamente. La salida es la de unir esfuerzos con otros para hacer desaparecer la violencia de la sociedad, mientras trabajamos por superar las raíces internas de la violencia, como los miedos a la muerte, a la enfermedad, a la pobreza y a la soledad.
En otras palabras, estamos diciendo que las distintas formas de violencia que prevalecen en la sociedad crean condiciones por las que los individuos sufren ciertas formas de violencia interna, personal. Esta es la razón por la que muchos sentimientos de culpa, de fracaso o ineptitud, disminuyen o se proporcionan cuando las personas se dan cuenta de que el suyo no es un problema tan especial, sufrido solamente por ellos, sino que es también un problema social compartido con muchos otros, bajo la presión de una sociedad que está armada y funciona de una cierta manera.
Muchos se dan cuenta de que no sufren ciertos problemas porque ellos son tan especiales, raros, extraños o anormales; sino porque el sistema en el que viven choca con sus legítimas aspiraciones, valores, comportamiento, etc., y ejerce una fuerte presión sobre cada individuo para que se adecue a lo establecido o que pague muchísimo por rebelarse contra él, o por no lograr adaptarse a él. Por lo tanto, muchas veces la clave está en un sistema deshumanizante, y no en la persona que sufre su violencia, quien de todos modos deberá encontrar una salida a la violencia personal que experimenta.
Así es por qué las personas que toman conciencia de este hecho a veces escogen la vía del resentimiento, la hipocresía, el cinismo, el encerramiento o la violencia para enfrentar un sistema violento que perciben como la fuente de su violencia interna. Éstos son todos enfoques equivocados que una persona puede elegir para encarar el cambio personal o social, porque su situación interna no le permite que elegir libremente la mejor salida. Es decir, la violencia interna elige por esa persona.
El anterior ya dice qué puede ocurrir con la violencia interna que uno sufre. Esta no queda dentro de la persona, sino que se manifiesta, se expresa externamente de muchas maneras posibles en el campo de las relaciones interpersonales cotidianas. Es decir la violencia interna que tiene algunas raíces en la sociedad es reinyectada en esa sociedad como violencia interpersonal, contaminando así el ambiente social.
Vuelve en las formas que experimentamos en la vida diaria, o sea, cinismo, hipocresía, trampas, dobles estándares, falta de comunicación y solidaridad humana, insensibilidad, egocentrismo, etc., que se encuentran en todos sectores de la sociedad. «Ocuparse de los propios asuntos» y «cada uno por las suyas» evidencian posturas de estado de sitio psicológico, de repliegue y defensa, y no de fuerza psicológica.
Éstas son las maneras de aquellos que han sido golpeados y derrotados psicológicamente por un sistema violento y, paradójicamente compartiendo las formas de este último, devuelven violencia con violencia. No cambian nada; no mejoran nada, ni la sociedad ni ellos mismos.
Sin embargo, la Comunidad sostiene que los seres humanos siempre tienen la libertad para escoger su postura frente a las condiciones o presiones externas, y no que siempre se doblegarán ante ellas. Es decir, pueden decidir aceptarlas o negarlas, doblegarse o rebelarse a ellas. Por supuesto, si decide rechazar esas condiciones, no quiere decir que necesariamente será exitoso.
De forma semejante, la intencionalidad humana puede escoger la manera en la que la violencia interna experimentada se manifestará exteriormente.
En esta manera breve hemos explicado cómo las formas externas e internas de la violencia no están aisladas, sino relacionadas en una continua realimentación.
La Comunidad enseña cómo superar las raíces personales de la violencia mientras simultáneamente trabaja para superar la violencia social.