Hay quienes consideran a las experiencias y los trabajos que se realizan en la Comunidad, bajo una faz terapéutica. Ese punto de vista, aparte de incorrecto, esteriliza toda posibilidad de participación y de actividad conjunta por parte de esas personas. Ello es así porque se colocan en una situación pasiva, casi de invalidez, suponiendo que asisten a una suerte de «tratamiento» para sus dolencias. Si reflexionan cabalmente, comprenderán que su equilibrio y desarrollo no es cosa que pueda lograr una terapia, sino que es cuestión más profunda referida nada menos que al sentido de la vida, a pautas claras y al compromiso con actividades que trascienden lo individual. Nadie soluciona ni sus pequeños problemas por pensar continuamente y de modo encerrado en ellos. Es la actividad bien orientada, la que termina superando a los problemas. A su vez, ello no es tan fácil de efectuar en base a simples propuestas individuales. Debe haber un trabajo organizado que sirva de referencia a las actividades particulares y eso se acerca más a una guía de vida, que a una terapia.