El Movimiento, basa su concepción en el pensamiento siloísta, cuyos puntos principales, son los siguientes. El ser humano, antes de pensar respecto de su orígen o destino, se encuentra en una determinada situación vital. Situación que no ha elegido. Así, nace sumergido en un mundo natural y también social, plagado de agresiones físicas y mentales que registra como dolor y sufrimiento. Consecuentemente, se moviliza tratando de superar el dolor y el sufrimiento. A diferencia de otras especies, la humana es capaz de ampliar sus posibilidades corporales, mediante la producción y utilización de instrumentos, de «prótesis» (en su etimología:pro=delante y thesis=poner). Así es que en su accionar contra los factores dolorosos, produce objetos y signos que se incorporan a la sociedad y que se trasmiten históricamente.

La producción organiza a la sociedad y, en contínua realimentación, la sociedad organiza a la producción. Este, desde luego, no es el mundo social y natural de los insectos, que trasmiten su experiencia genéticamente. Este es un mundo social que modifica el estado natural y animal del ser humano.

En este mundo, nace cada ser humano.Un mundo en que el propio cuerpo es parte de la naturaleza y un mundo no natural, sino social e histórico.Es decir, un mundo de producción(de objetos, de signos), netamente humano.Un mundo humano en el cual todo lo producido está cargado de significación, de intención, de para qué. Y esa intención es, en última instancia: superar el dolor y el sufrimiento.

La historia de la humanidad: de su economía, de su política, de su ciencia, de su arte; es la historia de la lucha contra el dolor y el sufrimiento. Y es esa lucha, el motor del progreso.

Con su característica ampliación del horizonte temporal, el ser humano puede diferir respuestas, elegir entre situaciones y planificar su futuro. Y es esa libertad la que le permite negarse a si mismo, negar aspectos del cuerpo, negarlo completamente (como en el suicidio), o negar a otros. Esta libertad ha permitido que algunos se apropien ilegítimamente del todo social. Es decir, que nieguen la libertad y la intencionalidad de otros, reduciéndolos a prótesis, a instrumentos de sus propias intenciones. Allí está la esencia de la discriminación, siendo su metodología la violencia física, económica, racial y religiosa. La violencia puede instaurarse y perpetuarse gracias al manejo del aparato de regulación y de control social, esto es: el Estado.

Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros, han provocado con eso, nuevo dolor y sufrimiento, reiniciándose en el seno de la sociedad, la antigua lucha contra la naturaleza, pero ahora entre aquellos que quieren «naturalizar» a otros y a la sociedad y la Historia y los oprimidos que necesitan humanizarse, humanizando al mundo. Por esto, humanizarse es salir de la objetivación ( de las condiciones objetivas), para afirmar la intencionalidad humana y el primado del futuro sobre la situación actual. Es sin duda, el futuro, el tiempo que prima en el quehacer humano, el que modifica al presente y el que posibilita toda revolución y todo cambio. Por consiguiente, no basta con la presión de condiciones objetivas oprimentes para que se ponga en marcha el cambio, sino que es necesario advertir que tal cambio es posible y depende de la acción humana.

Esta lucha no es entre fuerzas mecánicas. No es un reflejo natural.Es una lucha entre intenciones humanas. Y es esto, precisamente, lo que nos permite hablar de opresores y oprimidos;de justos e injustos; de héroes y cobardes.Esto es lo único que permite rescatar la subjetividad personal y es lo único que permite practicar con sentido, la solidaridad social y el compromiso con la liberación de los discriminados, sean estos mayorías o minorías.

La organización social, requiere un tipo superior de coordinación a salvo de la concentración estatal primitiva que siempre estará al servicio de quienes se apoderen del aparato de regulación de la violencia económica y sus derivados. Por cuanto la sociedad es productora de bienes, la propiedad de los medios de producción, debe ser social. A estas alturas, se impone una definición del ser humano. No bastará decir:»el hombre es el animal social», porque otros animales también lo son. Será incompleto definirlo como fabricante de objetos, poseedor de lenguaje, etc.En la doctrina siloísta, «el hombre es el ser histórico, cuyo modo de acción social, transforma a su propia naturaleza». Si admitimos la definición anterior, tendremos que aceptar que el hombre puede transformar también su constitución física… y así está sucediendo. Comenzó con prótesis externas y hoy las está introduciendo en su propio cuerpo.Está cambiendo sus órganos; está interviniendo en su química cerebral;está fecundando in vitro y ha comenzado a manipular sus genes. Reconociendo que todo ser humano se encuentra en situación y que esta situación se da en el mundo de lo natural(cuyo exponente más inmediato es el propio cuerpo), al par que en el mundo social; reconociendo que las condiciones de opresión que algunos han establecido al apropiarse del todo social, se desprende una ética de la libertad;un compromiso querido de lucha no solo contra las condiciones que me provocan dolor y sufrimiento, sino que lo provocan a otros.Porque la opresión a cualquier ser humano, es también mi opresión. Su sufrimiento es el mío y mi lucha es contra el sufrimiento y aquello que lo provoca.

Pero al opresor no le basta con encadenar al cuerpo.Le es necesario llegar más lejos: apropiarse de toda libertad y de todo sentido, por tanto, apropiarse de la subjetividad. Por ello, las ideas, el pensar y el sentir, deben ser «cosificados» por el Sistema. Las ideas «peligrosas» o «sospechosas» deben ser aisladas, encerradas y destruídas como si se tratara de gérmenes contaminantes. Vistas así las cosas, el ser humano debe luchar también por su subjetividad y tiene el derecho a preguntarse por el sentido de su vida y a practicar y predicar publicamente sus ideas y su religiosidad o irreligiosidad.Y cualquier pretexto que trabe el ejercicio, la investigación, la prédica y el desarrollo de la subjetividad…!que lo trabe o lo postergue!, muestra el signo inequívoco de la opresión que detentan los enemigos de la humanidad.

Finalmente, la muerte impone su naturalidad a la intencionalidad. Es la rebelión frente a ese hecho, lo que da unidad definitiva al ser humano. No hay necesidad lógica alguna (sino simplemente necesidad fáctica), que obligue a aceptar el triunfo del absurdo de lo natural, sobre la intencionalidad y la libertad.