Desconexión emotiva.
Consiste en lo siguiente: Se ponen dos personas frente a frente tomándose las manos y mirándose los rostros con atención. En un momento dado dejan de considerar el rostro que cada uno tiene enfrentado como perteneciente «al otro» para tener la sensación de que se trata de un «objeto». Nueva conexión y desconexión, etc. Luego se procede con el propio rostro frente a un espejo. Posteriormente paseando la mirada sobre otras personas, conectando o desconectando hasta lograr efectiva deshaderencia emotiva. El control puede verificarse tratando de hacer «conectar» al que está desadhiriendo mediante burlas, frases jocosas u ocurrencias que vengan al caso. Para forzar la desconexión se utiliza el recurso mecánico de mirar al otro un poco desde arriba, tensando los músculos que tiran de las orejas hacia atrás.
Lo que importa en todos los casos es lograr profundas diferencias entre el estado habitual «conectado» para con las otras personas y el de «desconexión», en el que los otros pierden significado para convertirse en expresiones sin tono afectivo.
Al dominio de ésta práctica corresponde luego conectar y desconectar mentalmente (sentados, en relax, párpados cerrados) a todas las personas que provoquen malestar en uno.
Este ejercicio puede repetirse a menudo (de acuerdo a las necesidades) hasta desconectar realmente a personas y situaciones negativas. Es además un recurso de primerísima importancia ya que con un poco de práctica puede aplicarse en la vida cotidiana a toda situación opresiva, a la que se «desconecta» liberándose de todo sentimiento negativo. Si uno aplicara esta sencilla técnica a las personas y situaciones que provocan resentimiento, celos, temor, odio, deseo de venganza, etc., habría corregido deficiencias emotivas y se habría superado considerablemente.