Para nuestros fines, representamos cinco centros de control de la estructura del hombre. Estos son: vegetativo-sexual; motriz; emotivo; intelectual y superior. Estos centros tienen características, velocidades y manifestaciones externas distintas. A su vez, cada centro puede comprendérselo como estructurado en «partes» y a estas en «sub-partes».

Todos los centros, no obstante sus diferencias, están conectados entre sí y se mueven de contínuo con ritmos propios aunque sincronizadamente. De modo que a toda variación en uno corresponden variaciones en el conjunto (8).

No interesa definir aquí (dada la no especialización de este trabajo) qué cosa es la energía sico-biológica que se traslada y se transforma en los centros.

Provisionalmente diremos que es la energía vital propia de los seres animados que se origina en el centro vegetativo (el cuerpo en general, la célula en particular) y que se va transformando hasta adquirir propiedades y velocidades similares a las de la luz en el centro superior.

Los centros somático; motriz; intelectual y superior se desenvuelven teniendo como «centro de gravedad» al centro emotivo.

El centro superior trabaja rudimentariamente y se expresa en contadísimas ocasiones.

El centro emotivo es de gran inestabilidad y fluidez tal como sucede en un sol de muy poca densidad y gran poder de irradiación alrededor del que giran sus planetas. La inestabilidad de este centro es la que provoca la ambigüedad y contradicción en el ser humano.

Dado lo anterior, es importante comprender que la estabilidad del centro emotivo es el tema fundamental del Trabajo y su mejor expresión se manifiesta en un equilibrio con los otros centros de control. Así la fórmula: «pensar, sentir y actuar en la misma dirección» cobra su pleno sentido.