En el estado normal de vigilia se observa que la mayor parte del tiempo, el fantaseo y la divagación ocupan la conciencia. Este fantaseo o ensueño tiene gran movilidad ya que se produce a nivel de motricidad del intelecto. Cuando solo trabaja esta parte del centro estamos en presencia de asociaciones libres o de las veloces secuencias de imágenes propias del sueño.
Pero en el caso de los ensueños, éstos, aunque veloces, se desplazan más lentamente que cuando el sujeto duerme.
En general, podemos decir que los ensueños son respuestas no racionales a los estímulos externos. Estos últimos, al ser percibidos, despiertan asociaciones que se van encadenando y cobran independencia de la sugerencia original que los movilizó.
Todo estímulo despierta asociaciones pero la secuencia de éstas es ya independiente de aquél. En la secuencia o desarrollo del ensueño se puede ver el tipo de deseos, de aspiraciones, de temores y problemas que tiene el que fantasea. En general, los ensueños aparecen como compensaciones frente a la situación que al sujeto le toca vivir.
Los ensueños son compensaciones de capas distintas de la personalidad y pueden movilizarse por acción de los distintos centros.
Así es que existen cadenas muy notorias propias del centro somático; del motriz; del emotivo y del intelectual. Todas las cadenas se reflejan no obstante, en la «pantalla» que ubicamos en la motricidad del intelecto.