Hoy se imponen dos opiniones que nos interesan especialmente. La primera anuncia que la época de las revoluciones ha pasado; la segunda, que el protagonismo militar en la toma de decisiones políticas se atenúa gradualmente. También se supone que solamente en ciertos países atrasados o desorganizados permanecen amenazantes aquellas rémoras del pasado. Por otra parte, se piensa que el sistema de relaciones internacionales al tomar un carácter cada vez más sólido irá haciendo sentir su peso hasta que aquellas antiguas irregularidades vayan entrando en cintura. Sobre la cuestión de las revoluciones, como ya se ha expuesto, tenemos un diametral punto de vista. En cuanto a que el concierto de naciones “civilizadas” vaya a imponer un Nuevo Orden en el que no tenga lugar la decisión militar, es tema por demás discutible. Nosotros destacamos que es, precisamente, en las naciones y regiones que van tomando carácter imperial donde las revoluciones y la decisión militar irán haciendo sentir su presencia. Tarde o temprano las fuerzas del dinero, cada vez más concentradas, se enfrentarán a las mayorías y en esa situación banca y ejército resultarán términos antitéticos. Estamos pues, emplazados en las antípodas de la interpretación de los procesos históricos. Solamente los tiempos ya cercanos habrán de poner en evidencia la correcta percepción de los hechos que para algunos, siguiendo la tradición de los últimos años, resultarán “increíbles”. Con aquella visión, ¿qué se dirá cuando esto ocurra? Probablemente que la humanidad ha vuelto al pasado o, más vulgarmente, que “el mundo se ha desquiciado”. Nosotros creemos que fenómenos como el irracionalismo creciente, el surgimiento de una fuerte religiosidad y otros tantos más, no están puestos en el pasado sino que corresponden a una nueva etapa que habrá que afrontar con toda la valentía intelectual y con todo el compromiso humano de que seamos capaces. En nada ayudará seguir sosteniendo que el mejor desarrollo de la sociedad se corresponde con el mundo actual. Más importante será comprender que la situación que estamos viviendo lleva directamente al colapso de todo un sistema que algunos consideran defectuoso pero “perfectible”. No hay tal sistema actual “perfectible”. Por lo contrario, en él llega a la cima la inhumanidad de todos los factores que se han ido amasando a lo largo de muchos años. Si alguien juzga a estas afirmaciones como carentes de fundamento, está en todo su derecho a condición de presentar por su parte una posición coherente. Y si piensa que nuestra postura es pesimista, afirmamos que frente a este proceso mecánico negativo prevalecerá la dirección hacia la humanización del mundo empujada por la revolución que terminarán produciendo los grandes conjuntos humanos, hoy por hoy despojados de su propio destino.
Reciban con ésta, un gran saludo.
10 de agosto de 1993