Nacemos entre condiciones que no hemos elegido. No hemos elegido nuestro cuerpo, ni el medio natural, ni la sociedad, ni el tiempo y el espacio que nos tocó en suerte o en desgracia. A partir de allí, y en algún momento, contamos con libertad para suicidarnos o seguir viviendo y para pensar en las condiciones en que queremos hacerlo. Podemos rebelarnos frente a una tiranía y triunfar o morir en la empresa; podemos luchar por una causa o facilitar la opresión; podemos aceptar un modelo de vida o tratar de modificarlo. También podemos equivocarnos en la elección. Podemos creer que al aceptar todo lo establecido en una sociedad, por perverso que sea, nos adaptamos perfectamente y eso nos brinda las mejores condiciones de vida; o bien, podemos suponer que al cuestionarlo todo, sin hacer diferencias entre lo importante y lo secundario, ampliamos nuestro campo de libertad cuando en realidad nuestra influencia para cambiar las cosas disminuye en un fenómeno de inadaptación acumulativo. Podemos, por último, priorizar la acción ampliando nuestra influencia en una dirección posible que dé sentido a nuestra existencia. En todos los casos tendremos que elegir entre condiciones, entre necesidades, y lo haremos de acuerdo a nuestra intención y al esquema de vida que nos propongamos. Desde luego, la intención misma podrá ir cambiando en tan accidentado camino.