En lo que hace a la seguridad interior es necesario citar dos problemas que parecen perfilarse en el horizonte de los acontecimientos inmediatos: las explosiones sociales y el terrorismo.

Si es que la desocupación y la recesión tienden a crecer en los países industrializados, es posible que éstos sean escenario de convulsiones o desbordes invirtiéndose, en alguna medida, el cuadro que se presentaba en décadas anteriores en las que el conflicto se desarrollaba en las periferias de un centro que seguía creciendo sin sobresalto. Acontecimientos como los ocurridos en Los Angeles el año pasado, podrían extenderse más allá de una ciudad e inclusive hacia otros países. Por último, el fenómeno del terrorismo se avizora como peligro de proporciones dado el poder de fuego con que hoy pueden contar individuos y grupos relativamente especializados. Esta amenaza que llegaría a expresarse por medio del artefacto nuclear, o de explosivos deflagrantes y moleculares de alto poder, toca también a otras áreas como la de las armas químicas y bacteriológicas de reducido costo y fácil producción.

Son pues muchas y numerosas las preocupaciones de las fuerzas armadas dado el panorama inestable del mundo de hoy. Por otra parte, y además de los problemas estratégicos y políticos que éstas deben considerar, están los temas internos de reestructuración, de licenciamiento de importantes contingentes de tropas, del modo de reclutamiento y capacitación, de renovación de material, de modernización tecnológica y, primariamente, de recursos económicos. Pero si bien deben comprenderse a fondo los problemas de contexto que hemos mencionado, se ha de agregar que ninguno de ellos podrá ser resuelto cabalmente sino queda en claro con qué función primaria deben cumplir los ejércitos. Después de todo, es el poder político el que da su orientación a las fuerzas armadas y son éstas las que actúan en base a esa orientación.