Su estructura mínima es la relación acto-objeto, ligado por los mecanismos de intencionalidad de la conciencia. Esta ligazón entre actos y objetos no es permanente ya que existen actos lanzados en busca de su objeto y es precisamente esta situación la que da dinámica a la conciencia. De tal manera que los objetos de conciencia (percepciones, recuerdos, representaciones, abstracciones, etc.), aparecen como los correlatos intencionales de los actos de conciencia.
La intencionalidad siempre está lanzada hacia el futuro, que se registra como tensión de búsqueda, y también hacia el pasado en la evocación. Así, los tiempos de conciencia se entrecruzan en el presente. La conciencia futuriza y recuerda, pero en el momento de la implesión trabaja en presente.
En el caso de búsqueda de un recuerdo, cuando el objeto evocado aparece, «se hace presente» y hasta tanto esto no suceda, la conciencia no se completa. La completación del acto se registra como distensión cuando los actos encuentran su objeto, queda energía libre, que es utilizada por la conciencia para nuevos trabajos.
Estas operaciones descriptas son características del nivel vigílico, ya que en otros niveles (como en el sueño, por ej.), la estructura del tiempo es distinta. Así, el tiempo sicológico depende del nivel de trabajo del siquismo. El tiempo de trabajo del coordinador -considerado sicológicamente- es el de presente en vigilia, desde donde pueden efectuarse múltiples juegos temporales de protensiones y retenciones, pero siempre entrecruzándose en el presente.
La eficacia de los mecanismos de reversibilidad y el tiempo presente son características vigílicas.