Puede definirse a la conciencia como el sistema de coordinación y registro que efectúa el siquismo humano. De acuerdo a ésto, no se considera consciente a ningún fenómeno que no sea registrado, ni tampoco ninguna operación del siquismo en la que no participen tareas de coordinación. Esto es posible porque las posibilidades de registro y coordinación tienen un espectro muy amplio, apareciendo las mayores dificultades al considerar los umbrales, los límites de registro y coordinación. Esto nos lleva a una corta consideración: se suele vincular «conciencia» con «actividad vigílica», quedando el resto fuera de la conciencia, lo que ha hecho surgir concepciones ingenuas como la del «inconsciente» por ejemplo. Esto ha sido así por cuanto -entre otras cosas- no se han estudiado suficientemente los diferentes niveles de trabajo de la conciencia, y tampoco se ha observado la estructura de presencia y copresencia con la que trabaja el mecanismo atencional. Hay otras concepciones en las que a la conciencia se la ve como pasiva, siendo que la conciencia trabaja estructurando activamente, coordinando las necesidades y tendencias del siquismo con los aportes sensoriales y de memoria, mientras que orienta las variaciones constantes de la relación del cuerpo y el siquismo, es decir, de la estructura sicofísica con el mundo.
Mecanismos fundamentales
Entendemos por tales a los mecanismos de reversibilidad, como la facultad de la conciencia de dirigirse, por medio de la atención, a sus fuentes de información: los sentidos (apercepción) y a la memoria (evocación). Cuando la atención está dirigida sobre la evocación hay apercepción en la evocación. La actuación de los mecanismos de reversibilidad está directamente relacionada con el nivel de trabajo de la conciencia. A medida que se desciende en niveles de conciencia, disminuye el trabajo de estos mecanismos, y viceversa.