La imaginación es la actividad de la conciencia relacionada con el mecanismo de la asociación. Caben algunas distinciones entre imaginación espontánea y dirigida: la imaginación espontánea, de características simplemente asociativas, es aquella en la que las imágenes se sueltan e imponen a la conciencia -sobre todo en sueño y semisueño-; la imaginación dirigida, en cambio, es aquella en la que la asociación va siendo ordenada según un plan de inventiva propuesto por la conciencia, para formalizar algo aún inexistente.
Toda nueva sensación es cotejada con otras anteriores ya grabadas en memoria. A veces, las sensaciones almacenadas son proyectadas a un tiempo no actual como futuro. De ambas operaciones -actualización o recuerdo y proyección o imaginación- se tiene sensación.
La memoria opera estructuralmente con la conciencia, los sentidos, y el nivel de trabajo del siquismo.
Una compleja concatenación de factores (sensación, memoria, imaginación), trabajando en estructura, hacen que las sensaciones se transformen y traduzcan por influencia de los datos provenientes de la memoria y que, luego, aparecen como imaginación.
El dolor y el sufrimiento particularmente, terminan en general fuertemente deformados y traducidos por la imaginación. De manera que numerosos sufrimientos no existen en ninguna parte, salvo en las imágenes transformadas por estos procesos mentales.
Para concluir, es gracias a las imágenes, una vez formadas en la conciencia, por lo que se movilizan los centros de respuesta, salvo en el caso de imágenes correspondientes a algunos impulsos que provienen directamente de cenestesia y que se dirigen al centro vegetativo, por ejemplo.