El estudio de la imagen permite comprender la forma que tiene la conciencia para expresarse en el mundo. La imagen cumple con la función de:
1. Movilizar los centros de respuesta para alejar o acercar a la estructura psicofísica de los estímulos, según sean sus características. En el caso de la memoria, en la medida en que ésta entrega datos placenteros o dolorosos, se recurre, también, a la imaginación y ésta mueve a la estructura psicofísica en una u otra dirección.
2. Llevar impulsos a los centros de respuesta. Así al surgir una imágen tiende a originarse una respuesta, en virtud del mecanismo de la «tonicidad muscular», se toma carga psíquica y se traslada de un lado a otro, conduciendo impulsos que en ocasiones son tensiones, irritaciones, o datos de memoria. Estos impulsos se van convirtiendo en imágenes que, al manifestarse, envían una señal a los centros que terminan por mover el cuerpo. Es merced a la imagen, entonces, por lo que los registros, de placer o dolor, pueden manifestarse en la actividad del cuerpo.
Es destacable para la economía del psiquismo la utilidad de dicho mecanismo, en el desempeño de la «función catártica» de la imagen, cuando se descargan tensiones mediante la representación, al ser evocadas situaciones placenteras o dolorosas. Además, posee una «función transfe-rencial», una interesante facultad, que se manifiesta cuando la imagen se va desprendiendo del campo de impulsos que la motivó.
3. Toda expresión de sentidos o memoria suscita una imagen, en el aparato de registro. Las imágenes que acompañan a las percepciones de los sentidos movilizan actividades con respecto al estímulo registrado.
No es la sensación o la percepción lo que moviliza, sino las imágenes a las que dan origen.
Creemos que muchos aspectos del tema que estamos tratando quedan oportunamente aclarados en la siguiente cita que, aunque extensa, nos parece importante incluir:
«Para alargar mi brazo, abrir la mano y tomar un objeto, necesito recibir información sobre la posición de mi brazo y mi mano. Esto lo hago gracias a percepciones kinestésicas y cenestésicas, es decir, percepciones de mi intracuerpo. Para ello estoy equipado con sensores que cumplen con tareas especializadas del modo en que los sentidos externos lo hacen con sus sensores táctiles, auditivos, etc. Debo, además, recoger datos visuales de la distancia de mi cuerpo respecto al objeto. Es decir, antes de alargar el brazo he tomado información compleja en lo que puedo llamar una «estructura de percepción» y no una sumatoria de percepciones separadas.
Así es que en la medida en que me dispongo a tomar el objeto, selecciono información descartando, además, a otra que no viene al caso. Para dirigir la estructura de percepción, homogénea con la intención de tomar el objeto, no me basta con la explicación de que simplemente estoy pasivo percibiendo. Esto se me hace más claro en la medida en que comienzo el movimiento y lo ajusto en realimentación con los datos que me van entregando los sentidos. El poner en marcha el brazo y reajustar su trayectoria, no tiene explicación tampoco por vía de la percepción. Para evitar que en este estudio se me confundan los registros, he decidido cerrar los párpados y colocarme frente al objeto realizando operaciones con mi brazo y mi mano. Nuevamente registro las sensaciones internas, pero al faltar la vista, el cálculo de la distancia se entorpece. Si equivoco la posición del objeto representándolo, imaginándolo, en un lugar diferente al que realmente está seguramente mi mano no dará con él. Es decir, mi mano irá en la dirección que ha «trazado» mi imágen visual. Otro tanto puedo experimentar con los distintos sentidos externos que traerán información de los fenómenos y a los que corresponderán también imágenes que, aparentemente, serán «copiadas» de la percepción. Así puedo contar con imágenes gustativas, olfatorias, etc y también con imágenes correspondientes a los sentidos internos como posición, movimiento, dolor, acidez, presión interna, etc. Pero siguiendo con el tema, descubro que son las imágenes las que imprimen actividad al cuerpo y que si bien, reproducen a la percepción tienen gran movilidad, fluctúan y se transforman tanto voluntaria como involuntariamente. Aquí debo decir que para la Sicología ingénua, las imágenes eran pasivas y servían solamente para fundamentar el recuerdo, por tanto en la medida en que se apartaban de la dictadura de la percepción caían en la categoría de los desvaríos carentes de significado. En aquellos tiempos toda una pedagogía se basó en la cruel repetición memorizada de textos y se minimizó la creatividad y la comprensión, ya que como comentáramos, la conciencia era pasiva. Pero sigamos el estudio. Es evidente que también tengo percepción de la imagen lo cual me permite distinguir a una de otra así como distingo entre diversas percepciones. ¿O acaso no puedo rememorar imágenes, re-presentar cosas imaginadas anteriormente? Veamos. Si trabajo ahora con los ojos abiertos y efectúo la operación de tomar el objeto, no alcanzo a percibir la acción de la imagen que va superponiéndose a la percepción, pero si imagino al objeto en una posición falsa, aún cuando lo vea en su posición verdadera, mi mano se avalanzará hacia el imaginado y no hacia el visto. Es pues la imagen la que determina la actividad hacia el objeto y no la simple percepción. Se replicará con el expediente del arco reflejo corto que ni siquiera pasa por la corteza cerebral, cerrándose a nivel medular y dando respuesta aún antes de que el estímulo pueda ser analizado. Pero si con esto se quiere decir que existen respuestas automáticas que no requieren de la actividad de la conciencia, nosotros podemos abundar en multitud de operaciones involuntarias, naturales, comunes al cuerpo humano y al de diversos animales. Solo que esa postura nada explica en torno al problema de la imagen.
Con respecto a las imágenes que se superponen a la percepción, agregaremos que esto es lo que ocurre en todos los casos, aunque no alcancemos a observarlo con la claridad que tuvimos al imaginar un falso objeto al lado del percibido. Debemos considerar aún que por el sólo hecho de imaginar visualmente el movimiento del brazo, éste no responde. El brazo se moverá cuando se dispare una imagen hacia el intracuerpo que corresponda a las percepciones internas de su propio nivel. Lo que ocurrirá con la imagen visual será que ésta trazará la dirección por la que habrá de transitar el brazo. Tales afirmaciones se confirman en el sueño cuando el durmiente, no obstante la gran proliferación de imágenes, permanece con el cuerpo quieto. Y es claro que su paisaje de representación está internalizado, por cuanto sus imágenes van hacia el intracuerpo y no hacia las capas musculares. En el sueño los sentidos externos tienden a retraerse, e igualmente el trazado de las imágenes. Si se pone como ejemplo la agitación de las «pesadillas» o del sonambulismo, diremos que desde el nivel de sueño profundo se va pasando al de semisueño activo; los sentidos externos se activan y las imágenes comienzan a externalizarse poniendo en marcha el cuerpo.»7
La imagen orienta al sistema muscular y éste la sigue; no es el estímulo el que mueve los músculos, sino la imagen la que actúa sobre los sistemas musculares externo o interno, haciendo que se produzcan numerosos fenómenos fisiológicos. La función de la imagen es la de llevar y devolver energía al mundo del que llegan las sensaciones.
De este modo, los impulsos cenestésicos originarán imágenes, pero los fenómenos de traducción y transformación complicarán enormemente las cosas, hasta tal punto que pueden aparecer imágenes correspondientes a un sentido, cuando en realidad tales imágenes provienen de los impulsos remitidos por otros sentidos. Así es que, por ejemplo, un dato cenestési-co interno al llegar a conciencia, se configura como imagen visual aunque su fuente primera haya sido cenestésica. La cenestesia no informa con datos visuales, sin embargo se ha producido una traducción del impulso y la señal que primariamente ha sido cenestésica ha llegado a conciencia como imagen visual, auditiva o de otro tipo.
Efectivamente, las transformaciones y las traducciones de impulsos crean abundantes complicaciones en el seguimiento de los impulsos en general. Es muy difícil seguir al impulso en cuestión, precisamente, por estas variaciones que se producen en el camino. Y esto es lo que, desde luego, ha impedido que gente ocupada por estos temas haya visto cómo es el funciomamiento, en forma precisa, del aparato psíquico. El problema del sufrimiento adquiere una revalorización muy distinta al comprender esto, por cuanto aquello que produce dolor en un punto, puede ser ilusoriamente transformado, traducido y experimentar nuevas deformaciones en la evocación. Así es que, en lo concerniente al sufrimiento -no ya al dolor-, en cuanto a esta especie de registro psicológico, valen las mismas consideraciones, ya que al transformarse los impulsos en imágenes no correspondientes se movilizarán respuestas tampoco adecuadas a los impulsos iniciales.
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[pie]7. Silo, Conferencia: «Pensamiento y obra literaria», Santiago de Chile, Mayo 1991. [/pie]