Morfología no es un libro para especialistas, como puede sugerir su denominación, sino que está destinado, en su totalidad, al lector medio.

Los temas, si bien complejos, están tratados con sencillez, brevedad y abundancia de ejemplos verbales y gráficos. El objeto mismo del libro es un tipo de producción y de trabajo mentales que las personas comunes y corrientes ejercitan a diario aunque no estén suficientemente advertidas de ello. Su lectura, por tanto, no sólo brinda información nueva, sino que permite un avance en el conocimiento de uno mismo; es un acicate para el desarrollo de la capacidad crítica y un estímulo para despertar la creatividad.

A la observación del lector especializado no escapará, sin embargo, lo novedoso del enfoque y la importancia de ciertas ideas que a veces se desarrollan y otras sólo se esbozan, como si el autor jugara a excitar nuestro intelecto. Lo cierto es que los lectores habrán de sacar partido de este libro y, tras salvar algún obstáculo, concluirán por franquear la puerta que les introduce a un nuevo ámbito de conocimiento.

Los temas

Una de las novedades de este texto consiste en la aportación semántica. En la historia de la cultura, la noción de forma ha sido tratada con profundidad en sentido metodológico, lógico, epistemológico y estético, pero escasamente se ha descrito desde el ángulo de la psicología, dotándola de un significado específico como aquí se hace.

Igualmente, símbolos, signos y alegorías son utilizados diversamente, en un verdadero expolio del lenguaje, por sicólogos, lingüistas y un largo etcétera, razón por la que ha sido necesario volver a dotar a esos significantes de un significado preciso. Naturalmente, el estudio de esas grandes categorías de las formas se ve afectado por las variaciones semánticas y creo que no es excesivo decir que, en el futuro, no satisfará equiparar la morfología a un modelo más o menos biológico (las protoformas de Goethe, por ejemplo) o a una mera tipología.

La concepción que aquí se ofrece es un nexo entre lo interno y lo externo al hombre: las formas se pueden estudiar como operaciones que se realizan y quedan en la conciencia; como operaciones de conciencia lanzadas al mundo; y como estímulos que, provenientes del mundo externo, ejercen su acción sobre la conciencia. Con este triple interés, el libro comienza reproduciendo algunos esquemas que explican someramente el funcionamiento del siquismo, para luego discurrir acerca de los mecanismos de la conciencia, describir el espacio de representación y llegar al término del primer capítulo con el planteamiento de un revolucionario concepto de la imagen. El concepto de forma es planteado es- cuetamente y se pasa a diferenciar su clasificación como símbolos, alegorías y signos, volviendo a ser considerado cuando esas explicaciones hacen posible otro acercamiento inteligible.

Cabe ahora una caracterización del método expositivo, del discurso del libro. Sucinta siempre, la exposición es, con frecuencia indirecta; se desenvuelve repitiendo argumentaciones que van incorporando elementos nuevos, girando en torno al centro semántico, hasta enfocarlo desde todas las perspectivas. Esta forma de argumentación puede presentar alguna dificultad inicial pero, salvada, el lector advertirá que ha incorporado el conocimiento sin esfuerzo.

Hecha esta digresión para explicar que los temas no se agotan en el espacio que les asigna una primera presentación, continúo señalando los motivos del libro y sus peculiaridades. Las relaciones forma/niveles de conciencia y formas/vías sensoriales; las leyes visuales; la importancia del registro interno de todo fenómeno, completan el inventario de temas destacados que constituyen los motivos de este libro.

La sensibilidad plástica de J. Caballero, que dá un matiz peculiar a los temas, y el abundante material gráfico que los ilustra, justifica alguna superposición que el lector agradecerá.

L.A. AMMANN
Francfort, septiembre de 1981